2da. Parte CAPÍTULO 12

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Me despertó el incesante pitido de mi despertador y alargué la mano para apagarlo con los ojos cerrados. No tenía la menor sensación de haber descansado.

Estiré el brazo y lo pasé por el frío lado del colchón que había junto a mí, un cruel recordatorio de que me encontraba sola en la cama.

De nuevo. Aún.

Lena llevaba ausente más de dos meses. Me resultaba inconcebible cómo había logrado sobrellevarlo durante tanto tiempo.

Aunque me costaba amanecer sin ella, al menos tenía una obligación, un motivo para levantarme. Estábamos en medio del semestre de otoño y ese día tenía clase.

Allí ya es mediodía. Justo ahora Lena seguramente estará en la universidad, en esa clase de literatura que me comentó.

Londres había sido el destino elegido para pasar su año en el extranjero, por un lado porque tenía la oportunidad de acceder a una magnífica universidad y, por otro, porque le encantó la ciudad cuando la visitó después de terminar el instituto. Ni siquiera la circunstancia de haber estado allí con el idiota de su exnovio, el que le puso los cuernos cuando llegaron a Francia, la había hecho cambiar de parecer y seguía siendo su destino preferido.

Por supuesto, la habían admitido de inmediato, y el 1 de septiembre se había embarcado en un vuelo a Nueva York y luego al aeropuerto de Gatwick, a las afueras de Londres.

No me había resultado fácil convencerla para que se marchara. Hubo días de muchas lágrimas y acaloradas discusiones entre nosotras a raíz de enterarme de lo de su beca. A pesar de que se mostró terca como una mula en todo este asunto, no estuve dispuesta a ceder y, con ayuda de

Sam y Gayle, conseguimos que entrase en razón. Las tres le aseguramos que seguiríamos allí a su regreso y que nada cambiaría jamás nuestra relación con ella.

Yo lo creía. Cortar la relación o tomarnos un tiempo ni se me pasaba por la cabeza y Lena tampoco lo había planteado en ningún momento. Yo seguía queriendo estar con ella y, tal vez fuera ingenua, pero estaba plenamente convencida de que en lo tocante al fracaso de las relaciones a distancia éramos la excepción a la regla. En lo más profundo de mi corazón sabía que lo sobrellevaríamos. Juntas.

Mis sentimientos hacia Lena no habían perdido la menor intensidad durante el tiempo que llevaba ausente y albergaba la esperanza de que en su caso sucediera igual. Hablábamos por teléfono cómo mínimo cada dos días y nos mandábamos e-mails cada noche antes de acostarnos. Yo vivía para esos e-mails y llamadas de teléfono. Aunque llegara cansada al final de un largo día, siempre me escribía como mínimo un par de líneas contándome lo que había hecho y se despedía con un «Te quiero».

Siempre un « Te quiero» .

Cada vez que leía esas palabras se me encogía el alma. Cada vez que me las susurraba por teléfono se me saltaban las lágrimas. Me resultaba imposible expresar con palabras lo mucho que la echaba en falta, cosa que descubrí al probar suerte escribiendo poemas como válvula de escape para la profunda pena que me atenazaba. Qué desastroso había sido mi intento. Era una negada para la poesía. No era más que una persona enamorada que anhelaba que su novia regresara a su lado.

Le había escrito decenas de cartas en las que le contaba que no conciliaba el sueño, que nada era lo mismo sin ella y que la añoraba desesperadamente. Todas estaban guardadas en el primer cajón de mi escritorio. No podía enviárselas porque sabía que no harían nada más que acrecentar su tristeza, y eso era lo último que yo deseaba.

FOREVER ∞ Supercorp G!P.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora