Violeta estaba completamente exhausta. Llevaba una semana yendo y viniendo de su piso al de Chiara y no podía más. Desde la noche de las luces de Navidad, Violeta se había estado quedando todas las noches en el piso de la inglesa, pero, claro, tenía que acostar a Alba en su cama, asegurarse de que realmente se había quedado dormida, dejarla al cuidado de su hermano y su cuñada, coger un bus, plantarse en la otra punta de Madrid, levantarse a las seis de la mañana para que Alba no notase que no estaba con ella, preparar a la niña para ir al cole, llevarla e ir a trabajar. Y si a eso le sumabas que realmente no estaba durmiendo absolutamente nada...
Violeta no podía más.
Pero aún con ojeras y bostezos infinitos, Violeta no habría cambiado esas noches por nada en el mundo. Despertarse con la morena se había convertido en una de sus cosas favoritas en el mundo y aunque supiese que aquella rutina no era sostenible, no podía evitar desear mantenerla durante un poco más, sentirse un poco más libre durante las noches y poder disfrutar de ese comienzo con la chica que la había vuelto a ilusionar.
Con los primeros rayos del sol colándose por la ventana, su acompañante empezó a moverse ligeramente. Chiara pasaba sus dedos sobre la espalda desnuda de Violeta. En algún momento de la noche el edredón se había bajado y la había destapado, pensó en volver a taparla porque quizás tenía frío, pero no pudo evitar la tentación de acariciarla.
-Me haces cosquillas-susurró Violeta aún con los ojos cerrados.
-¿Eso significa que quieres que pare?
-No he dicho eso-respondió antes de girarse y pegarse a Chiara por completo.
Chiara pasó un brazo por encima de ella con suavidad e intentó pegarla un poquito más a su cuerpo, lo cual era físicamente imposible.
-Estoy muy feliz, Kiki-dijo en un suspiro contra el cuello de la misma.
-Yo también, no me puedo creer mi suerte.
-No, yo sí que no me puedo creer mi suerte.
-Yo menos.
-No, yo menos.
Violeta se separó de Chiara para cogerla de las manos y sentarse encima suya.
-Si cada vez que me lleves la contraria vas a ponerte así, voy a empezar a debatirlo todo-dijo Chiara con una sonrisa pícara.
-Eres tonta-respondió Violeta, eso sí, se agachó para besarla con dulzura.
-Pero soy tu tonta-le dijo Chiara con una mirada boba.
-Sí-susurró para pegar su nariz con la de Chiara y arrugarla para hacerle cosquillas.
-¡Violeta! -gritó una voz femenina desde el salón.
Chiara y Violeta se miraron en pánico y se separaron corriendo.
-¿Por qué hay alguien dentro de mi piso preguntando por ti? -preguntó Chiara alarmada.
-¡Violeta! ¿Dónde estás?
-¿Mamá? -preguntó a voces Violeta cuando reconoció la voz de la intrusa.
-¿Qué? -medio susurró medio gritó Chiara. -¿Cómo puede ser que tu madre esté en mi piso?
Violeta se levantó de la cama y empezó a vestirse con lo primero que encontró en el armario de Chiara y Chiara hizo lo mismo.
-Y yo qué sé, Chiara. Yo pensaba que estaba en Granada. ¿Por qué tiene las llaves de tu piso? Yo no tengo las llaves de tu piso. Le das las llaves de tu piso a cualquier rubia que se cruza por tu camino y luego pasa lo que pasa-se quejaba Violeta enfadada.
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Sweet nothing
RomanceVioleta Hódar tiene una hija que mantener y su único sustento es un bar cochambroso que acaba de ser vendido a unos ingleses desconocidos. Chiara Oliver es la heredera de una empresa millonaria, pero no todo es tan fácil como parece. Su madre la ti...