-¡Alba! ¿Te has puesto la ropa ya?-gritó Violeta desde la terraza.
Al ver que nadie le respondía, decidió dejar las servilletas que estaba colocando tal y como estaban y dirigirse a la habitación de su hija.
-Alba, ¿estás lista?
-Sí-respondió enfadada.-Yo también quiero cenar con vosotras.
Violeta se sentó en la cama donde estaba su hija y le acarició los mofletes con cuidado.
-Ya lo sé, mi vida, pero ya lo hemos hablado. Los abuelos van a venir a recogerte y vas a cenar con ellos, pero luego te van a volver a traer y vas a dormir aquí. Es solo un ratito.
-Pero, mamá, yo me porto muy bien, puedo cenar con vosotras.
-Alba, no es cuestión de que te portes bien o mal.
Violeta no sabía cómo explicárselo y empezaba a sentirse mal, Alba la había visto preparar una cena especial, había ayudado a decorar la mesa, a comprar flores... Entendía que quisiera quedarse a la cena, pero también tenía que pasar tiempo a solas con Chiara. La rutina de matrimonio criando a una hija de seis años era preciosa y enternecía a Violeta como a la que más, pero no era la realidad. La realidad era que Violeta y Chiara llevaban un mes y poco juntas y todavía no habían conseguido tener más de unas pocas citas. Y, aunque Chiara le asegurara que era feliz pasando el tiempo con Alba y con ella, se notaba que anhelaba los momentos de solitud que tenían cuando acostaban a la niña. Por lo tanto, Violeta había aprovechado que Chiara tenía que estar hasta tarde en el hotel y que sus padres no se iban ni con agua caliente de Madrid para preparar una cena increíble para las dos.
Saber todo eso no hacía más fácil el estar mandando a su hija fuera para poder tener una cita cuando ella no entendía nada. Había debatido lo que contarle a Alba. En un principio había querido esperar para contárselo, pero ahora que lo que tenían Chiara y ella le parecía más sólido, no había encontrado la manera de decirlo. Chiara le había dicho que confíaba en ella para tomar la decisión correcta, que ella era su madre y que hiciera lo que hiciera estaría bien. Al ver la carita de pena de Alba tomó una decisión rápida.
-Alba, ¿te acuerdas el otro día que estábamos hablando de lo que era estar soltero y tener novia y eso?-Alba asintió, pasando del enfado a la curiosidad.-Vale, pues, Kiki es mi novia.
Violeta estaba esperando una reacción exagerada, llanto, risa, sorpresa. En definitiva, cualquier cosa menos su hija mirándola como si fuera tonta.
-Ya lo sé, os besáis tooodo el tiempo-dijo Alba con las cejas levantadas.-Soy pequeña pero no tonta.
Violeta frunció el ceño, no recordaba haber besado a Chiara delante de Alba nunca.
-¿Que nos besamos? ¿Dónde?
-Pues en la cocina, cuando me decís que vaya al salón y no voy.
-¿Que no vas? Bueno, pero qué sinvergüenza eres-le regañó de broma Violeta mientras le hacía cosquillas para que riera.
-Mamá, Kiki es tu novia gracias a mí-afirmó muy orgullosa haciendo que Violeta riera.
-¿Sí? ¿Y eso?
-Pues porque yo tenía un plan.
-¿Un plan?
-Sí, con la tita Denna, para que tú y Kiki fueseis novias.
Violeta soltó una risita incrédula y solo pudo sentirse orgullosa. Todas las madres pensaban que sus hijos eran pequeños genios, pero Alba era realmente una pequeña genia malvada.
-Entonces, eso quiere decir que estás contenta de que Kiki y yo estemos juntas.
-Claro, ese era el plan. Y yo quiero mucho a Kiki, me gusta estar aquí.
ESTÁS LEYENDO
Sweet nothing
RomanceVioleta Hódar tiene una hija que mantener y su único sustento es un bar cochambroso que acaba de ser vendido a unos ingleses desconocidos. Chiara Oliver es la heredera de una empresa millonaria, pero no todo es tan fácil como parece. Su madre la ti...