Chiara paseaba frenéticamente por los pasillos de su piso. En su cabeza repasaba una larguísima lista de las cosas que necesitaban llevar: los globos, la tarta, la decoración...
Con frenesí miraba las bolsas de temática de Campanilla que plagaban su salón.
-¡Vio! ¿Dónde están los manteles de Campanilla?
Violeta salió de la cocina mientras se secaba las manos con un trapo.
-Están en la bolsa esa, los metiste tú hace cinco minutos-rió Violeta ante la preocupación de la morena.
-No, esos son los manteles de Campanilla, pero Alba quería también los de Campanilla y la leyenda de la bestia-respondió Chiara agobiada.
-Kiki, amor, es lo mismo. No va a saber diferenciarlo-dijo antes de darle un suave beso en los labios.
-La infravaloras. Ya verás.
-Puedes echarme la culpa a mí. No sé porqué estás tan nerviosa, solo vienen Álex, Denna y mis padres. Bueno, y tus amigos. Y la gente del cole. Y mis padres te adoran desde el Retiro-suspiró Violeta.
Habían pasado dos semanas desde que sus padres llegaron a Madrid, no entendía la razón de la visita anormalmente larga que estaban realizando. Normalmente venían una semana, comprobaban que sus dos hijos seguían vivos y volvían a Granada escopetados. Esta vez no había sido así y al principio pensaba que era por el cumpleaños de Alba, pero esta misma tarde irían a un pequeño parque cerca del piso de Chiara a celebrarlo y todavía no habían dicho nada de marcharse. Chiara estaba encantada con la presencia de sus suegros en la capital, había conseguido ganarse a los dos. Susana empezó haciéndose la dura pero en cuanto la vio haciéndole fotos a su hija y a su nieta por todo el Retiro mientras solo tenía palabras bonitas para Violeta, no pudo hacer otra cosa que sonreírle y empezar a preguntarle sobre su vida. En cuanto Juan Carlos se enteró de la pasión de la inglesa por la música y pudieron hablar sobre sus colecciones de vinilos tampoco tuvo otra opción que caer rendido ante las redes de Chiara.
Y Violeta realmente no podía estar más feliz. Esas semanas había estado quedándose también en el apartamento de Chiara pero, esta vez sin ir corriendo de un lado a otro. Se había llevado a Alba, aprovechando que tenía una habitación para ella, y habían pasado la semana acostumbrándose a la nueva rutina en el piso de Kiki. El colegio estaba más cerca y la llevaba Chiara todas las mañanas porque le pillaba de camino al hotel, Violeta la recogía porque salía antes de trabajar que Chiara la mayoría de las veces, hacían la cena entre las dos bajo la atenta mirada de Alba que les contaba lo que había aprendido en el cole... En definitiva, Violeta estaba radiante, dormía, comía, tenía un trabajo estable, una novia que la adoraba, una hija maravillosa. En su opinión, nada podía salir mal. Era por eso por lo que estaba tan tranquila, unos preparativos de cumpleaños no iban a amargar la maravillosa semana o mes que estaba teniendo.
O, por lo menos, eso pensaba ella.
Al abrir la puerta del frigorífico para sacar la tarta que había estado preparando, tarta de queso con galletas de dinosaurios, la favorita de Alba, no pudo evitar sonreír, igual que le pasaba cada vez que veía la foto que adornaba la nevera. Era una foto terrible, borrosa, los dedos de Alba hacían imposible averiguar qué era lo que estaba fotografiando y el movimiento de la niña no había ayudado, pero aún así Violeta sabía perfectamente de qué se trataba. Era la foto que Alba hizo con el teléfono de Chiara la primera vez que se conocieron, en el estanque de las barcas.
-¿Tienes ya la tarta? Voy a ir montando todo en el coche. Creo que el regalo no cabe.
Ahora sí Violeta suspiraba, pero no era un suspiro de loca enamorada de los que llevaba soltando meses, no, era un suspiro de irritación. Chiara le había comprado a la niña veinte regalos distintos por lo menos. Aún así, sabía a qué regalo se refería la morena. Le había comprado una casa de juguete que tenía el tamaño del salón de su piso. Cuando la vio por primera vez casi muere de un infarto, estuvo media hora regañando a Chiara, pero la chica se negaba a devolverlo.
ESTÁS LEYENDO
Sweet nothing
RomanceVioleta Hódar tiene una hija que mantener y su único sustento es un bar cochambroso que acaba de ser vendido a unos ingleses desconocidos. Chiara Oliver es la heredera de una empresa millonaria, pero no todo es tan fácil como parece. Su madre la ti...