𝙲𝙰𝙿𝙸𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟺 - 𝙰𝚕𝚊𝚛𝚍𝚎𝚘

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–Madeleine, creo que estás exagerando un poco –dijo Annie– Además, creo que Belia te conoce lo suficiente como para escoger un buen vestido para ti

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–Madeleine, creo que estás exagerando un poco –dijo Annie– Además, creo que Belia te conoce lo suficiente como para escoger un buen vestido para ti.

–No se trata de eso, es innecesario explicártelo, ya sabes cómo es ella –respondió Madeleine cruzada de brazos.

Annie trataba de hallar una manera en la que su hermana pueda ignorar la decisión de su padre hacia ella.

Madeleine estaba sentada en la habitación de Annie junto a ella, le había contado todo sobre su conversación con Ethan.

–Sabes Maddie, Ethan es un cobarde.

–Ni se te ocurra hablar de él. Tú misma sabes que cuando mi padre dice algo, se cumple y ya, nadie tiene opción.

Su hermana menor rodó los ojos, mientras que Madeleine tenía la vista pegada al suelo.

–¿Cómo podría desear que todo sea como antes?

–¿Te refieres a cuando nuestro padre nos maltrataba día y noche? –preguntó desconcertada.

–No, Annie. Antes, cuando nuestra madre estaba con nosotras y Belia era agradable, no una completa desconocida e incompetente.

Annie se sentó al lado de su hermana y la abrazó, realmente ella también se sentía así.

–Yo también las extraño –murmuró Annie– Sé que es difícil para ti y para el resto de nuestras hermanas, pero estoy completamente segura de que ese comportamiento es una máscara.

Madeleine arqueó una ceja mirando a su hermana seriamente.

–¿Una máscara? Annie, ella había tratado de envenenarme –replicó.

–Quizás se equivocó Maddie, entiéndela, un error lo comete cualquiera –respondió sarcásticamente haciendo que Madeleine riera ante su comentario.

–¿Cómo haces para encontrarle la gracia a cualquier cosa? –preguntó Madeleine.

–Porque así como Bel tiene su "máscara" yo también la tengo para evitar pensar en todo lo que nos ocurre o nos ocurrió, pero, jamás podría hacerte daño –respondió sonriente.

Madeleine apoyó su cabeza en el hombro de su hermana, a pesar de las circunstancias, no importa que tanto daño haya en ese castillo, ellas sabían que podían contar con la otra sin problema.

–Escucha, si a Belia se le ocurre decir algo fuera de lugar, sólo ignórala como lo has hecho todo este tiempo –dijo Annie– Sabes que no tiene razón.

–Si no la tuviera, entonces mi padre no me hubiese confiado una gran responsabilidad a mí, ¿no lo creen? –comentó Belia al entrar a la habitación.

–Si no la tuviera, entonces mi padre no me hubiese confiado una gran responsabilidad a mí, ¿no lo creen? –comentó Belia al entrar a la habitación

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El Deber No Siempre MandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora