–Te ves muy linda con esas flores, mamá –dijo la pequeña colocando flores sobre la cabeza de su madre mientras reía ligeramente.
–Tú también estás hermosa, mi niña –respondió Theodosia haciendo una pausa mirando hacia la ventana– Es un poco tarde hija, deberías dormir.
La princesa se levantó para abrazar a su madre, quién se encontraba sentada sobre el borde de la cama.
–Me gusta pasar tiempo contigo, mamá, quisiera que así fuese siempre –murmuró.
Theodosia suspiró con melancolía y dirigió su mirada hacia su hija, quedando frente a frente.
–Madeleine, sé que eres consciente de la situación en la que vivimos, por favor, te pido que, en los momentos que yo no esté, protejas a tus hermanas y pase lo que pase, pelea por tu puesto en ese trono, ¿de acuerdo?
Madeleine asintió con una sonrisa en su rostro, Theodosia se acercó a ella para dejarle un beso en la frente y la cubrió debajo de unas mantas para que la princesa pudiera dormir.
De repente, la pequeña notó algo de inseguridad en la mirada de su madre, se veía intranquila.
–¿Te pasa algo, mamá?
–Iré a dar una vuelta alrededor del castillo con tu padre, ¿si? No me tardo.
La niña frunció el ceño, en todo el tiempo que sus padres estuvieron casados, ellos jamás salían tan siquiera a caminar.
–Pero mamá, es tarde y hace mucho frío afuera –dijo insegura.
–Tranquila mi pequeña niña, todo está bien, tu papá quiere hablar conmigo y ambos necesitamos tomar un poco de aire, ahora regreso, ¿sí? –sonrió caminando hacia la puerta.
Madeleine se levantó rápidamente para abrazar a su mamá antes de que saliera de su habitación.
–Ten cuidado mamá.
Theodosia correspondió al abrazo agachándose para quedar a la altura de la pequeña.
–Te amo princesa –dijo soltándose del abrazo, luego de ello salió de la habitación.
Madeleine se había quedado sola en su habitación, mirando fijamente hacia la puerta.
–Yo también te amo mamá, vuelve pronto.
La pequeña regresó a su cama, preocupada y recordando lo que vivían a diario por culpa de su padre.
No pudo evitar soltar unas cuántas lágrimas, quería que su madre fuera feliz.
De pronto, notó que alguien se había sentado en su cama.
Era su hermana menor, quién dormía en la misma habitación.
–Madeleine, ¿por qué lloras? –dijo Belia.
–No es nada, no tienes de qué preocuparte –respondió la mayor sonriendo y secando sus lágrimas.
–Tranquila Maddie, estoy aquí para hacerte compañía –dijo su hermana acercándose hacia ella para abrazarla.
Madeleine hizo un espacio en su cama para que Belia pudiera acostarse a su lado. Mientras que las dos contaban historias que leían en los libros y reían, la mayor olvidaba el motivo por el cuál se sentía angustiada, hasta que se quedaron dormidas.
Por otro lado, Theodosia caminó hasta llegar a la habitación de su esposo Uzziel.
–¿Por qué tardaste tanto en hacer que esa niña se duerma? –preguntó descontento.
–Es una niña Uzziel, es normal que tenga energía y se le dificulte conciliar el sueño –Theodosia bajó la mirada, no se atrevía a mirarlo.
Un silencio se interpuso entre ellos, el ambiente se puso tenso y ninguno de los dos se atrevía a decir alguna palabra, hasta que el rey habló.
ESTÁS LEYENDO
El Deber No Siempre Manda
Przygodowe"Mi deber es seguir lo correcto y lo correcto está en mi corazón" ¿Qué harías si tu propósito es opacado por las personas que más amas en tu vida? Pues para Madeleine, rendirse no es una opción. "Busca lo desconocido, adéntrate en lo prohibido"