𝙲𝙰𝙿𝙸𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟸𝟶 - 𝙳𝚎𝚜𝚌𝚘𝚗𝚏𝚒𝚊𝚗𝚣𝚊

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El sol parecía esconderse, todas las personas aprovecharon su día para recuperar la naturaleza que perdieron, todos en el lugar fueron aún más felices cuando se dieron cuenta de que la corriente había traído peces, aprovecharon para cazarlos y hac...

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El sol parecía esconderse, todas las personas aprovecharon su día para recuperar la naturaleza que perdieron, todos en el lugar fueron aún más felices cuando se dieron cuenta de que la corriente había traído peces, aprovecharon para cazarlos y hacer una fogata.

Algunos de ellos estaban sentados alrededor de la fogata mientras comían y bebían entusiasmados, por supuesto Edward era el más entusiasmado entre todos ellos.

Se hizo de noche rápidamente y todos regresaron a sus casas.

Madeleine sonreía mientras regresaba a la cabaña, atrás de ella estaba Chris, quién se veía un poco malhumorado ya que traía en un hombro a Edward, este obviamente estaba ebrio.

El peli castaño dejó a su amigo al suelo de un empujón mientras que Edward estaba riéndose como un loco.

–¿Es normal que esté así? –preguntó Madeleine mirándolo preocupada.

Chris tomó una manta y cubrió a su amigo– Él está bien, sólo me preocupa que tome de ese modo.

Madeleine notó que su amigo pelicastaño tenía esa angustia en su rostro, algo le decía que era muy normal que esto sucediera, pero no podía precipitarse a preguntar.

–Por cierto Madeleine, Aron me dejó esa ropa para ti –Chris señaló una caja con ropa que estaba sobre la cama.

–Muchas gracias, aún no puedo terminar de agradecer la hospitalidad que me ofrecen aquí –respondió la pelirroja sentándose sobre la cama para ver lo que le habían dado.

–Gracias a ti, desde hace varios años no veo al pueblo tan feliz –sonrió– Incluso Edward se dispuso a colaborar, él no suele ser así, pero yo sé que le hace feliz que la gente crea en él.

Madeleine entendió en ese instante que los pequeños detalles como la unión y esperanza daban vida a ese lugar, el infierno que su padre llamó por varios años era tan feliz con poco, le agradaba su nueva vida ahí.

–Su alegría si que fué algo de otro mundo, me recordó a los piratas del reino –murmuró Edward somnoliento–. Ellos podían estar en las peores condiciones y aún así seguían juntos.

Madeleine miró a Chris extrañada, este otro levantó los hombros porque no sabía a lo que su amigo se refería.

–Estás borracho Edward, ya duérmete –le ordenó el pelinegro.

–N-no no, hablo en serio. Cuando era niño, conocí a un grupo de personas que viajaban en barcos, se les conocía como proveedores, ellos iban y venían trayendo las mejores comidas para el pueblo, hasta que un día desaparecieron –balbuceó torpemente– Y con ellos se llevaron a la chica más hermosa que he visto en toda mi vida.

–¿Hablas en serio? –preguntó Madeleine riendo al no saber si esto era cierto o no– ¿Quién era ella? ¿La raptaron?

–Nah, ella decidió ir con ellos, era una hermosa princesa de ojos grises, se llamaba Aurora –Edward sonreía mientras hablaba de ella– Me pregunto si seguirá con vida.

El Deber No Siempre MandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora