"Mi deber es seguir lo correcto y lo correcto está en mi corazón"
¿Qué harías si tu propósito es opacado por las personas que más amas en tu vida?
Pues para Madeleine, rendirse no es una opción.
"Busca lo desconocido, adéntrate en lo prohibido"
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–Una vez más te lo voy a preguntar imbécil, ¿Dónde está mi hermana? –le cuestionó Annie a Ethan.
–Debe haber muerto calcinada, es muy tonta como para llevar una antorcha consigo misma –contestó este mostrando poco interés– Además, me hace un favor si ahora está muerta.
Annie no podía creer lo que escuchaba y sin pensarlo dos veces, golpeó su rostro fuertemente, haciendo que Ethan retrocediera del dolor.
Belia, quién estaba al lado se alarmó por la inesperada acción de su hermana y la tomó del brazo para que retrocediera.
–¡Eres igual de estúpida que tu hermana! –le gritó Ethan.
–¿Ah sí? Agradece que tu esposa me está deteniendo porque no soy capaz de tener piedad.
Ethan no tuvo más opción que irse a su habitación, Annie también se había ido, dejando a Belia sola, esta aprovechó la situación y se dirigió a la habitación de Madeleine.
Le ordenaron botar todas sus pertenencias y ella estaba dispuesta a hacerlo, sin antes leer todo lo que su hermana tenía escrito bajo su escritorio.
Mi nombre es Madeleine Howard, estoy a punto de casarme y dejar este reino atrás, pero tengo la sensación de que acabarán con mi vida.
Dejo este escrito, ya que, de parte de la difunta reina Theodosia Howard, tengo conocimiento sobre el centro de minerales que hay debajo del castillo y el oro que se encuentra por debajo de las calles del pueblo.
Es el único recurso que nos queda y hacer un mal uso de ello puede acabar con nuestro reino.
Sé que la persona correcta leerá esto y sabrá tomarlo con total responsabilidad para que el reino deje de ser condenado por el rastro que Uzziel dejó.
Por mi parte, volveré para salvar a mi reino.
Así sea de la muerte.
–Madeleine Howard.
Belia tomó la carta y la guardó para sí misma, llamó a la servidumbre y les pidió que recogieran todo lo que había en la habitación y guarden todo en el sótano.
–Ni una sola palabra de esto al rey, dejaré la puerta del sótano abierta, sean discretos o verán –ordenó la reina.
Todos asintieron ante su pedido, mientras que Belia bajaba hacia aquella habitación subterránea.
–Tu habitación es tu propio enigma, ¿verdad? veamos qué tanto sabes –dijo Belia, guardando con llave la carta que Madeleine le dejó en uno de los cofres que había en ese frío lugar.