"Mi deber es seguir lo correcto y lo correcto está en mi corazón"
¿Qué harías si tu propósito es opacado por las personas que más amas en tu vida?
Pues para Madeleine, rendirse no es una opción.
"Busca lo desconocido, adéntrate en lo prohibido"
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Era de día, había despertado mucho mejor, apenas me había dado cuenta de que mientras dormía pudieron haberme hecho daño, pero me dejé llevar por lo segura que me sentía aquí.
Mis heridas cicatrizaron rápido y casi no sentía dolor, ese chico realmente sabía lo que hacía.
No había nadie en la cabaña, así que me levanté y ordené la cama en la que dormí, me di cuenta de que me habían dejado una toalla, se veía bastante limpia, así que opté por usarla y salí.
Tuve que colocarme una mano a la altura de mi frente porque los rayos del sol caían sobre mí, algo sorprendente, sonreí por ese suceso, ¿De cuánto me había perdido todos estos años? me pregunté.
La calidez que el sol me brindaba se sentía acogedora, era increíble, sentía que podía respirar.
Me acerqué al arroyo que había ahí cerca para poder lavarme, pero este no se veía muy limpio, lo cuál me hizo recordar que mi padre les había impedido muchas cosas, entre ellas, cerrarles el canal de agua.
–Aquí tienes jovencita –el señor que anoche me había defendido de Albert me alcanzó una cubeta con agua.
–Muchas gracias, disculpe por la molestia –le sonreí amablemente– Disculpe, ¿Cuál es su nombre?
–Oh, lamento no haberme presentado como debería –dijo con una sonrisa– Me llamo Aron, yo lidero este pueblo, me disculpo por no haberte dado una correcta bienvenida, puedes quedarte aquí sin ningún problema.
Me exalté en cuestión de segundos, él pudo haber decidido qué hacer conmigo y en lugar de eso decidió defenderme.
–Muchas gracias, mi nombre es Madeleine señor, lo siento si anoche causé algún inconveniente con el señor Albert –le dije avergonzada.
–Que lindo nombre y no te preocupes por él, sólo quiere cuidarnos a todos a su manera –rió y dejó la cubeta con agua en el suelo, sin antes inmutarse por unos segundos viéndola detenidamente– Señorita Madeleine, ¿puedo preguntarle algo?
–Sí claro, ¿Qué ocurre?
–¿Nos conocemos de algún lado?
Podría jurar que escuchaba hasta los latidos de mi corazón, siento la misma sensación pero no estaba segura en sí. Me estoy volviendo loca seguramente.
–Creo que no, lo siento –murmuré.
–No te preocupes jovencita, discúlpame a mí por la imprudencia.
Aron se fue y lo único que pasaba por mi cabeza era que aún quedaban personas amables en este mundo, me recordaba a Alfred, esa misma amabilidad y serenidad para soltar las palabras, se asemejaba bastante a aquel mayordomo quien siempre estuvo para mí.
Por otro lado, sólo ignoré la pregunta, quizá debió haberse confundido.
Terminé de asearme y entré a la cabaña para secarme con la toalla que me dejaron, acomodé mi cabello y me dirigí hacia la taberna.