𝙲𝙰𝙿𝙸𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟷𝟷 - 𝚃𝚘𝚕𝚎𝚛𝚊𝚛𝚕𝚘

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–Entonces, ¿tu hermano te habló de mí y por eso estás aquí? –preguntó Madeleine con poco interés

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–Entonces, ¿tu hermano te habló de mí y por eso estás aquí? –preguntó Madeleine con poco interés.

–No sólo eso linda, esa humillación que te hicieron en la fiesta fue impresionante, digno de una reina –respondió sonriéndole.

Madeleine rodó los ojos, no le agradaba para nada.

–Hey, no muestres ese carácter conmigo, ¿tu padre te lo dijo?

–Lo último que quiero es hablar con él –respondió de mala gana con una mirada fulminante– ¿Se puede saber qué quiere?

Jhonathan la miró con ironía, riéndose de ella.

–Tu regalo de cumpleaños hermosa, serás mi reina –contestó– Te fuiste en el punto más alto de esa fiesta y fue cuando me acerqué a Uzziel a contarle mis necesidades, y por supuesto aceptó, ¿No era eso lo que querías?

Madeleine se sintió desesperada pero no podía demostrárselo, lo miró con frustración pero por dentro sentía que iba a morir, si su papá había dicho eso, entonces su destino estaba comprado.

–Hazme un favor –Madeleine se acercó a Jhonathan.

–Lo que tu quieras linda –respondió con ese tono egocéntrico que la princesa tanto odiaba.

–Vete de mi habitación –ordenó señalando la puerta de manera autoritaria.

Jhonathan se fue sin antes acercarse bruscamente a ella queriendo besarla, por lo cual Madeleine retrocedió rápidamente.

La habitación quedó vacía y ella sentía que por fin podía respirar, se cambió de ropa y se recostó en su cama, cubriéndose todo el cuerpo.

Pero antes de que ella pudiera dormir, miró la puerta con temor, se levantó y colocó una silla para que nadie ingresara.

Eso último la hizo reflexionar, puesto que estaba empezando a vivir lo mismo que su mamá.

Se recostó para poder dormir, el día había sido un desastre para ella, incluso finalizó de la peor forma, pero ella hablaría con su padre para que lleguen a un acuerdo, o al menos eso intentaría.

Pasaron los minutos y horas, ella no podía conciliar el sueño por más que sentía que sus ojos estaban por cerrarse.

Hasta que finalmente cayó dormida.

Madeleine sintió que no durmió nada, pero en realidad sí lo había hecho, eran las 11 de la mañana, se alistó rápidamente para hablar con su papá.

Salió de prisa de su habitación, se percató de que todos iban de un lado a otro, ella siguió caminando hasta que se encontró con Annie, quién la vió con un rostro de preocupación.

–Buenos días Annie, ¿sabes por qué todos van de un lado a otro? –preguntó Madeleine–. ¿Papá salió? Tengo que hablar con él.

Annie solo se cubrió la boca y evitaba llorar pero no podía impedirlo, mientras que su hermana sólo la veía preguntándose qué ocurría.

El Deber No Siempre MandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora