𝙲𝙰𝙿𝙸𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟸𝟷 - 𝙳𝚎𝚌𝚎𝚙𝚌𝚒𝚘𝚗

11 2 0
                                        

Madeleine miraba en silencio a Edward, este tomó una silla y se sentó frente a ella, parecía estar calmado después de todo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Madeleine miraba en silencio a Edward, este tomó una silla y se sentó frente a ella, parecía estar calmado después de todo.

–¿Por dónde podría empezar? –Edward miró al suelo haciendo una breve pausa, suspiró fuertemente y vio a Madeleine a los ojos– Apenas tenía 6 años cuando ocurrió, sin embargo, recuerdo todo a la perfección...

Narra Edward

Todo empezó cuando terminamos en este lugar, mi padre era el líder y nos trajo hasta acá así que no teníamos mejor opción, de hecho fue la mejor, al haber vegetación a los alrededores y un espacio grande, pudimos construir refugios e instalarnos, pero no fue tan sencillo, todo conlleva tiempo.

Mientras que mi padre tenía asuntos más importantes que cargar con el pueblo y su tristeza al mismo tiempo, yo no quería ser una carga más, así que guardé la angustia que tenía e hice todo lo que estaba en mis manos para ayudar a los demás, era lo que mi mamá hubiese querido.

Ella no estaba más, pero no por eso iba a decepcionarla.

O bueno, no hasta ese entonces.

Ayudaba a repartir provisiones, llevaba las cosas que tenía y se las daba a las personas que más lo necesitaban, todos me agradecían y decían que era muy buen niño por ayudar a los demás, incluso Albert estaba orgulloso.

Un día, salí de la cabaña que mi papá construyó y caminé por el lugar sólo porque estaba aburrido, vi a 3 niños un poco más grandes que yo, estaban sentados en el suelo, se les veía tristes y cómo no, todos habíamos perdido nuestro hogar, miembros de nuestra familia, nuestras pertenencias. Lo mejor que se me ocurrió fue ir y conversar con ellos.

–Hola, lamento molestarlos, ¿quieren jugar a algo? –dije sonriéndoles.

–Queremos que te vayas –me respondió uno de los niños.

Nunca antes había presenciado tal desprecio, sentía cómo se burlaban de mí por mi expresión de confusión tonta, así que me quedé en silencio y estaba por irme, hasta que otro de ellos habló.

–¿Tú no eres el hijo de Aron? –preguntó uno de los niños haciendo que los otros dos se me queden viendo.

–¡Sí, es él! –dijo otro niño.

–¡Entonces me conocen! –respondí entusiasmado– Quiero ayudar a los demás como mi papá, por eso vine aquí.

–Hablando de él, ¿sabes qué tienen en común? –dijo agachándose hasta quedar a mi altura– Tu madre los abandonó a ambos.

En ese instante volví a sentir el dolor de la pérdida de mi madre, una lágrima recorrió todo mi rostro y caminé cabizbajo hasta la cabaña, ellos se estaban riendo detrás mío. Yo juraba que la gente cruel se había quedado allá arriba.

Había decidido no volver a hablar con esos niños por lo mal que me habían hecho sentir.

Pero para ellos, eso les parecía divertido, quizá no tenían otra cosa más que hacer, recuerdo que una vez me llamaron e inocentemente fui a ver qué era lo que querían, habían capturado arañas en una cubeta y me obligaron a meter mi mano ahí sin saber lo que había, salí corriendo del miedo y sólo pude escuchar sus carcajadas, un ruido que no me dejó dormir por varios días.

El Deber No Siempre MandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora