𝙲𝙰𝙿𝙸𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟷𝟽 - 𝙸𝚗𝚜𝚘𝚕𝚒𝚝𝚘

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Me encontraba barriendo las hojas y reuniéndolas en un montículo bastante grande, era la tercer labor que me mandaban a hacer como castigo, pero no tenía otra opción

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Me encontraba barriendo las hojas y reuniéndolas en un montículo bastante grande, era la tercer labor que me mandaban a hacer como castigo, pero no tenía otra opción.

El día había estado bastante aburrido y no tenía otra cosa más que hacer, ya casi había terminado de hacer mi trabajo hasta que vi como algo caía desde el barranco.

Bueno no era algo, era más bien alguien.

De pronto, me di cuenta de que era una mujer pelirroja que, para mi mala suerte, había caído sobre las hojas que tanto me había costado reunir.

Me acerqué a aquella chica, extrañamente me resultaba familiar.

La vi detenidamente y tenía muchas heridas en su cuerpo, un vestido blanco rasgado hasta la rodilla y las manos con sangre.

Ella no parecía respirar, intenté moverla con mi pie pero ella no respondía.

–Hey, muévete –me agaché para moverla con ambas manos pero simplemente no respondía– ¡Oye despierta! ¡No quiero meterme en más problemas!

No tenía opción, podría arrojarla al mar y dejar que las olas se la llevaran y haría como que nada pasó, pero no soy tan apático como para hacer eso, así que la tomé de las muñecas y la arrastré hacia un lugar dónde sé quién podría ayudarla.

Llegué hasta la cabaña en la que vivía con un amigo más y empujé la puerta, trayendo conmigo el cuerpo de aquella mujer.

–¿Te volviste loco Edward? –dijo Chris sorprendido– ¿Quién es ella? ¿No pudiste al menos cargarla? ¿Está con vida?

Chris se dirigió hacia nosotros rápidamente y cargó a la mujer pelirroja, llevándola a mi cama para que se recueste ahí.

–¿Qué querías que haga? Cayó en las hojas que estaba recogiendo, ahora debo hacer todo de nuevo, debes agradecer que la traje hasta acá –le respondí indignado.

Chris me miró con desaprobación, luego volteó a ver a aquella chica, la vió con preocupación por el mal estado en el que se encontraba, así que se levantó a traer unas medicinas que él mismo hacía.

Me senté en un banco al lado mientras veía como mi amigo limpiaba sus heridas con delicadeza, él sabe lo que hace y todos confiamos en él, siempre está atento al atendernos a todos, por eso sabía que esa chica estaría a salvo si la traía aquí.

Menos mal no está en mis manos, no podría hacer ni la mitad de lo que él hace.

De repente vi cómo aquella mujer se movía, Chris se detuvo y ella despertó, rápidamente retrocedió repentinamente de donde estaba.

–¡No te acerques! ¡Si te atreves a tocarme te juro que te mato! –gritó la pelirroja atemorizada.

–Que malagradecida, estuviste al borde de la muerte al caer por ese barranco, arruinaste el trabajo que estaba haciendo y ¿se te ocurre comportarte de ese modo? –le dije con desagrado.

El Deber No Siempre MandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora