Rhaenyra, más que enojada por el rechazo de Alicent, estuvo todos los siguientes días paseando a lomos de Syrax todo el tiempo posible. Daemon, que disfrutaba las carreras en dragones y también se sentía igual de frustrado que ella, se acopló rápidamente a sus salidas.
Habían pasado toda una semana así y a la reina no le agradaba para nada la cercanía que los dos estaban teniendo. Ella se aferraba a la idea de que los dos juntos serían un peligro para su misión, pero quizás no era sólo eso, una incesante cantidad de celos estaba naciendo dentro de ella.
La presencia de Harwin Strong era algo que sí notaba y aceptaba que la estaba haciendo temblar. No lo quería cerca, o quizás sí, y ese era precisamente el problema. Había sido más tiempo Alys de lo que ahora estaba siendo Alicent, así que era difícil mantenerse en el papel si cada vez que lo veía pasar recordaba las noches que habían pasado juntos, las cabalgatas, las charlas... una vida que debía olvidar y abandonar. Alys era básicamente Daenys, sólo cambiaba su nombre, sus orígenes y ciertos secretos, pero fingiendo ser esa persona no había cambiado su personalidad en sí.
Y Harwin la había amado como ella lo había amado a él.
Aegon lanzó uno de sus juguetes fuera de la cuna y eso la hizo dejar sus pensamientos atrás. La verdad es que ese niño lograba mantenerla cuerda muchas veces, con él se podía permitir ser ella misma y a la vez él lograba traer sus pies a tierra cada vez que lo necesitaba, si era casualidad o no, no lo sabía.
Levantó del suelo el dragón de tela de su pequeño, lo sacudió y volvió a ponerlo en la cuna para que siga jugando.
—Aún debemos arreglar ese asunto, quizás hoy en la noche lo hagamos, creo que ya me siento mucho mejor —le habló en valyrio mientras acariciaba su cabeza.
Siempre había usado la magia, pasó largos años aprendiendo a usarla, pero tenía sus límites y aunque no iba a matarla excederse, lo cierto es que podía dejarla totalmente agotada.
Sus dedos se movieron por la madera de la cuna mientras pensaba, en eso tocaron a su puerta. «Sir Criston Cole, mi reina» avisó uno de los guardias de su puerta antes de abrirla. El caballero entró con paso lento y cuidado, la saludó y esperó que ella hablara, al fin y al cabo Alicent había sido quién lo había hecho llamar.
—Me encargue de que su viaje se adelante —anunció con voz amable—, la cercanía que últimamente está teniendo Rhaenyra con Daemon no es conveniente, así que los quiero lejos hasta que ella consiga un marido.
—Entendido, mi reina, me encargaré de informarle que partiremos más pronto.
—También quería decirle que debido a la muerte de uno de los capas blancas, se está debatiendo quién será su reemplazo.
—Es una lastimosa pérdida —respondió por cortesía sobre la muerte del caballero.
—Viserys no está apurado en el asunto, considera que habiendo tanta paz, puede tomarse el tiempo para buscar a un buen caballero. O quizás no le interesa demasiado el asunto, no lo sé —mencionó con una risa suave, una risa al pasar, para aligerar el tema, aunque Cole lograba notar que a la joven no le agradaba como su esposo era tan...blando—. Sé que usted es admirable en el combate —agregó mirándolo a los ojos.
«Sí, la reina es sin dudas hermosa» tuvo el pensamiento pasajero Cole, es que aquella leve sonrisa y la mirada de Alicent podrían cautivar a cualquiera.
—Me defiendo bien, su majestad —habló con cierta modestia.
—Mi esposo hará un torneo para festejar nuestro aniversario de bodas, por el tiempo en el que Rhaenyra y usted ya estarán de vuelta. Si lo ganase, sir Cole, podría sugerir su nombre al rey.
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PROFECÍA DE SANGRE Y FUEGO
Fanfiction[Primera Parte | en proceso] Daenys estuvo dispuesta a perder su propia identidad por un bien mayor: que la profecía que una bruja le relató en su tiempo a Maegor se cumpliera. Tomó el lugar de Alicent y pasó desapercibida hasta que Daemon llegó a...