[XIX]

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Había pasado una luna desde que se habían enviado las invitaciones, los invitados habían llegado y todo estaba preparado para iniciar con el torneo. Alicent terminaba de arreglar la ropa de los niños mientras Gwayne hablaba con ella.

—Me cae mal, pésimo —comenzó a hablar el joven—, ¿puedes creer lo que me dijo?

—Hemos tenido ésta conversación unas cinco veces, creo que es suficiente —respondió Ali arreglando el gorrito de Visenya.

—No lo es. Además tú...

—Y ya te pedí disculpas todas esas veces. La próxima vez cancelaré mis planes contigo personalmente.

—¡Tío! ¡Tío! —chilló Aegon.

—¿Qué sucede? —preguntó alzandolo.

—Helaena no me deja en paz —la acusó molesto mientras la señalaba con el dedo.

La niña, que ya gateaba, lo perseguía a dónde fuera que vaya.

—Sólo quiere jugar contigo.

—Yo no quiero. Ella me cae mal, pésimo —dijo sacándole la lengua. Helaena río.

Alicent miró a su hermano con el ceño fruncido, era claro que Aegon le había estado prestando atención y repetía lo que él decía.

—No digas eso —respondió él bajandolo de sus brazos y agachándose—. Mira lo adorable que es tu hermana.

—Está toda babosa —renegó el niño quedándose tras su tío para que ella no lo siga.

—¡Ma-má! —pronunció entonces, por primera vez, Aemond. La pelota con la que estaba jugando rodó debajo de la cama y necesitaba ayuda para recuperarla.

Alicent dejó un momento a Visenya, ya le había arreglado el vestido y estaba sentada en su cuna, fue hasta Aemond y lo levantó con una sonrisa enorme.

—Awww, mi precioso niño. —Lo abrazó con fuerzas y giró con él.

Aemond rio por eso, le gustaba ver a su madre feliz, sin embargo cuando volvió a llamarla era porque realmente quería su pelota de vuelta.

Aegon corrió hasta la cama, se tiró al suelo arrastrándose hasta llegar a la pelota, fue hasta donde su madre y tiró de su vestido con una mano mientras con la otra le intentaba alcanzar la pelota a Aemond.

Alicent se agachó con el niño en brazos, éste estiró su manita, sostuvo nuevamente la pelota y se abrazó a ésta feliz.

—Tenía razón —musitó en tanto Gwayne que con el babero limpiaba a Helaena.

A ella parecía divertirle todo, vivía con una sonrisa o riendo. Incluido en eso estaba molestar a Aegon, no lo seguía porque llamara su atención, lo seguía porque podía notar que le molestaba que lo hiciera. Por eso no seguía a Aemond, porque a él sí parecía agradarle su compañía. Y, bueno, no seguía a Visenya por dos razones, una porque su madre no la dejaba, siempre encontraba como hacerla llorar, y segundo porque Nya era la que menos avanzaba en cuánto a moverse, no podía seguir algo que estaba quieto; Aemond ya comenzaba a levantarse con ayuda de los muebles o de alguien, Helaena ya gateaba con facilidad y a Visenya aún le costaba comenzar a hacerlo.

Gwayne sacudió la ropa de Aegon y alzó a Helaena en brazos para que no lo siguiera.

—Quiero ir a ver a Sunfyre —pidió el niño.

—Mañana le diremos a tu tío Daemon que te lleve.

—Quiero ir ahora —renegó.

—Tenemos el torneo por tus hermanos hoy, mi amor.

PROFECÍA DE SANGRE Y FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora