[XV]

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Rhea Royce le había dado a Daemon un primogénito varón, saludable e idéntico a él. Y al príncipe no podía importarle menos, no sentía ni una pizca de interés real en el niño. Si lo cargaba o le hablaba era simplemente porque sentía que era su deber hacerlo.

La primera noche que estuvo nuevamente en el castillo la aprovechó para ir a ver a Daenys y a sus hijas. Al entrar por el pasadizo se encontró con la joven que estaba frente a las cunas, con Aegon en brazos y acercandolo a Aemond. Una de las criadas que estaba con ellos se retiró en silencio.

Con cuidado —musitó Nys en alto valyrio y luego lo hizo en español.

Ahora que Aegon aprendía poco a poco a hablar, tenía que usar palabras que él fuera a usar con los demás, y a la vez las asociaba a las que ella ya usaba con él.

El pequeño pasó la manito por la mejilla de su hermano. Sonrió ampliamente ante eso, se sentía feliz cerca de él, tanto como de Visenya que dormía junto a Aemond.

Volví —mencionó dejando un beso en la cabeza de la reina.

Ya se habían visto antes, aunque con Viserys en el medio ellos habían tenido que fingir ser distantes.

Daemon cargó a Helaena en brazos con cuidado, la niña bostezo y se durmió con su padre. Él miró de reojo a los tres pequeños: Aemond con Visenya acurrucados juntos y Aegon intentando jugar con ellos.

—¿Lo has vuelto a escuchar? —preguntó el príncipe.

—Sí —admitió—. Generalmente es cuando Viserys está cerca de ella.

—Quizás tenga que ver con el nacimiento de tu padre.

—Explícate.

—Él, técnicamente, estuvo en la Vieja Valyria con Balerion. Tú no sabes qué sucedió allí, quizás tiene un lazo desde ese momento con tu familia. Algo diferente a un vínculo, pero similar.

—Tendría sentido, supongo —musitó alejando a Aegon de los bebés, así ya podían dormir—. Daemon, si me pasase algo, ¿podrías prometerme cuidar de ellos?

Él dejó a su hija en su cuna, tomó a Aegon y lo colocó en la de él.

—¿Por qué ese cambio repentino de tema? —preguntó tomando su rostro entre sus manos.

—No es un cambio de tema. Mi padre murió en el tiempo que Alicent, seguramente, comenzó a acercarse a Viserys. Su madre, mi abuela, murió en su parto.

—No entiendo a lo que quieres llegar, mi amor —mencionó juntando sus frentes.

—Murieron luego de cumplir su cometido. Aerea dio a luz a Rhaegon. Rhaegon vivió lo suficiente hasta que estuviera asegurado que yo tendría a quién reemplazar. ¿Y si...?

—Ni lo digas.

—Tendría sentido y lo sabes.

—No me importa si tiene sentido o no. No quiero que lo menciones jamás. Eso no va a ocurrir.

—Daemon, necesito que me lo prometas. Que cuidaras a mis hijos, incluyendo a los que no tienen tu sangre. No quiero que busques que se cumpla la profecía, no te pido eso. Simplemente te pido que no dejes que nada les pase. Quizás lo único que tenía que hacer es parirla, quizás sea enseñarle a ser una reina, o quizás ayudarla hasta que se siente en el trono, no lo sé. Así que no sé cuánto tiempo tendría con...

—TE HE DICHO QUE NO VAS A MORIR. NO VOY A DEJAR QUE ESO PASE —bramó angustiado. Limpió con torpeza las lágrimas de ella y luego las suyas—. No voy a prometer algo así —habló luego de un largo silencio—. Porque tú vas a estar con ellos, porque aunque sea a escondidas seremos una familia. Lo que te voy a prometer es que amaré y cuidaré a todos tus hijos como míos, y como tal haré todo lo necesario para que estén bien.

PROFECÍA DE SANGRE Y FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora