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Luego de finalizado el torneo, en la fortaleza roja, Alicent entró en los aposentos de los niños. Las niñeras de Aemond y Visenya ya los habían cambiado, estaban acomodandolos en sus cunas para que tomaran una siesta. La niñera de Aegon lo estaba bañando ya que estaba lleno de tierra y tenía un olor demasiado fuerte a dragón. Acarició la mejilla del mayor y le sonrió, le gustaba verlo feliz, razón por la cuál siempre cedia antes sus caprichos.

—Mi reina —habló con pena una criada al entrar al lugar.

—¿Y Helaena? —preguntó luego de girarse a verla.

—La princesa Rhaenyra dice que quiere que su hermana pase también la tarde con ella —respondió la niñera mirando al suelo temerosa.

—Te di una orden, que fueras a buscar a mi hija —le recordó—. ¡¿Cómo se te ocurre volver sin ella?!

—Le dije, mi reina, que era una orden que usted me dio, pero la princesa hizo que su guardia me sacara del lugar en cuánto quise tomar a la niña.

—¿Te hicieron daño? —preguntó molesta.

—Creo que me quedarán unas marcas en el brazo por la manera en la que me sacó a la fuerza —habló levantando la vista.

—Yo me encargaré de ésto. —Se acercó y con dos dedos en su mentón le levantó el rostro—. Ve a que los maestres vean si no es nada grave, si no quieren atenderte diles que yo misma lo ordené. Quiero que les narres lo que te hizo, quiero que les menciones varias veces cuánto te duele y cuánto miedo te dio que un hombre te tratara así por hacer tu trabajo, ¿entendido?

—Si, mi reina —musitó asintiendo suavemente con la cabeza.

Alicent se apartó y salió del lugar. Sir Criston Cole la siguió por detrás, los aposentos de Rhaenyra no estaban muy lejos, por eso llegaron pronto. Sir Harwin Strong estaba en la puerta.

—La princesa...

—Me importa una mierda lo que ella pueda haber dicho —interrumpió, abrió la puerta e ingreso.

—¡¿Cómo entras sin anunciarte?! —se quejó Rhaenyra con Helaena en brazos.

—¿Secuestras a mi hija y esperas algún tipo de amabilidad de mi parte?

—No dramatices, sólo vamos a pasar un día juntas, es mi hermana al fin y al cabo. Mi padre, el rey, ya me lo autorizó —finalizó con una sonrisa victoriosa.

Helaena se divertía viéndolas discutir, el caos para nada le asustaba. Viserys la llamaba «su princesa risueña», no importaba qué pasara a su alrededor, ella siempre traía alegría con su risa o su sonrisa.

—Sir Harwin —llamó sin apartar la vista de Rhaenyra.

Él se acercó y se colocó cerca de Rhaenyra, casi en frente de Alicent.

—La niñera de Helaena dice que la sacaste a la fuerza, ¿le parece correcto tratar a una mujer así? —preguntó mirándolo ahora a él.

—Ella no quería aceptar una de mis órdenes por eso...

—No te pregunte a ti, le pregunté a él —mencionó sin dejar de mirarlo.

—Intentó llevarse a la fuerza a la princesa Helaena que estaba en brazos de la princesa Rhaenyra, era mi deber protegerla de cualquier amenaza, intencional o no —respondió Harwin sin titubear.

—Sir Cole, deme su daga —habló la reina extendiendo la mano a él.

El caballero se la entregó inmediatamente.

—Alicent, ¿qué vas a hacer? —habló Rhaenyra frunciendo el ceño—. Lo único que vas a hacer es lastimarte.

Aunque sus palabras quedaron en el aire cuando la joven hizo girar la daga en sus manos con una facilidad impropia de una dama, de Alicent, de la misma chica que alguna vez se asustó porque la heredera le mostró la daga que había encargado hacer para regalarle a su padre.

PROFECÍA DE SANGRE Y FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora