[XIV]

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Viserys había pedido que le llevaran a los niños para conocerlos. Alicent se negó rotundamente, así que él tuvo que ir personalmente. Dado que ambos aposentos estaban en la misma torre y sólo había una sección de escaleras, es que él no tardó demasiado en llegar.

—No me gusta que desobedezcas mis órdenes, esposa mía —habló con un tono duro—. Suficiente tengo con Rhaenyra.

—Me dejaste sin maestres en mi parto, pedirte que bajes unas cuántas escaleras no me parece pedir demasiado —reclamó de manera severa.

—Sé que tú también accediste.

—Y sabes que podría haber muerto en el parto también —le recordó sin doblegarse.

—¿Cuál es cuál? —preguntó entonces a una de las criadas ignorando a Alicent.

La joven se acomodó en la cama. En general trataba de mantener la compostura, pero estaba demasiado molesta y sensible por haber dado a luz hace unas cuántas horas.

Cuando el rey alzó en brazos a Visenya ella comenzó a llorar.

—¡No la toques! —Alicent escuchó la voz de Balerion, pero ésta vez hizo eco en toda la habitación.

—Ella es pequeña y frágil, deberías dejarla en la cuna.

—Los maestres dijeron que nació saludable —habló el hombre mientras intentaba acunarla en sus brazos.

—¡Haz que la suelte!

Alicent clavó sus uñas en su pierna, rasguñó con la suficiente fuerza como para sangrar, se concentró, mientras veía a Viserys, en la idea de: Debería alzar a Helaena.

El hombre terminó dejando a la niña en la cuna y alzó a Helaena.

—Tú eres mucho más amorosa, ¿no? —habló entonces el rey.

Alicent no podía seguir sentada, tuvo que recostarse. La magia podía agotar sus fuerzas, y en ese momento no tenía muchas. Se preocuparía más tarde por el extraño hecho que había vuelto a escuchar a Balerion cuando Visenya ya no estaba unida a ella por el cordón umbilical.

—El príncipe Daemon y el príncipe Aegon —anunció sir Throne al abrir la puerta.

—Mamá, mamá, mamá —chilló el pequeño estirando sus brazos hacia ella.

Daemon lo dejó en la cama y le dedicó una suave sonrisa a Nys antes de ir con su hermano. Sunfyre, como habían terminado llamando al dragón, salió corriendo de la cucha que le habían hecho y saltó para incorporarse con Aegon.

—Dimos una vuelta hasta Dragonstone y volvimos, a tu hijo parece gustarle bastante volar.

—Igual que a su hermana. Es una lástima que jamás podré llevarlos a volar sobre Balerion.

Daemon no dijo nada. Vio a Visenya aún sollozar y la levantó al instante en brazos como parte natural de su instinto paternal.

—Ni lo intentes, ella...—Viserys dejó la oración sin terminar cuando vio que su hija se había callado al segundo en que él la sostuvo.

—¿Cuál es su nombre? —preguntó Daemon aunque claramente lo sabía, no sólo porque Nys le había dicho los nombres hace mucho, sino que podía ver unos escasos cabellitos pelirrojos.

Tenía unos preciosos ojos lilas que lo miraban atentamente, no pudo evitar sonreír ante eso. Era minúscula en sus brazos. En lo único que podía pensar era que cada aliento de su vida la dedicaría a que su hija tenga todo lo que quisiera.

—Visenya —respondió el rey, que ilusamente pensaba que su esposa lo había elegido en base a él, y no claramente por la conquistadora—. Helaena —dijo acercando a la niña en sus brazos para que la vea su hermano—. El niño es Aemond.

PROFECÍA DE SANGRE Y FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora