Antes de subir al barco que los llevaría a Dragonstone, Larys Strong le alcanzó un paquete a sir Criston Cole, no debía dárselo a la reina hasta que no llegaran. Y aunque aquello poco le agradaba, sabía que él era alguien de confianza para la reina, por lo cuál obedeció.
«Dártelo es lo único que está a mi alcance. No te preocupes, nadie sabrá cómo se perdió» estaba escrito en un pequeño papel. Al desenvolver el paquete encontró la manta de Osmund. Aunque le dolió en el alma, decidió quemarla. Debió haberlo hecho en el momento que el niño murió, pero no había sido capaz.
Tres años pasaron, Viserys no dio el brazo a torcer. Y justo cuando su momento más vulnerable lo había convencido de ir a buscarla, es que nació el segundo hijo de Rhaenyra: Joffrey Velaryon. Con ojos marrones, el mismo color que su cabello ondulado, igual al de Jacaerys. ¿Cómo iba el rey a negociar con su esposa ahora? Si acaso se le habría pasado el enojo de todo lo anterior, ciertamente no lo estaría con otro chico que demostraba qué Rhaenyra estaba otra vez en falta.
Dos años después, en el onomástico número cinco de Jace, el rey decidió llevarlo hasta el trono de hierro, se sentaron juntos allí «éste será tu lugar en un futuro» proclamó feliz. Terminó de decirlo y se rebanó un dedo al mover su mano de manera expresiva. Fuera de que lo perdió, el problema apareció en unas horas, con una alta fiebre y dolores que lo llevaron a no poder salir de la cama. Llamó a Alicent mientras deliraba por la temperatura que tenía. Es por eso que Lyonel pretendía enviar un cuervo, sin embargo, Rhaenyra, se ofreció a ir personalmente.
Syrax aterrizó en Dragonstone, aunque un dragón se ve a la distancia, no hubo ningún tipo de bienvenida, nadie se acercó, ni nadie la recibió.
Una pequeña Helaena de unos seis años ya, se acercó al salón dónde ella se quedó esperando a la reina.
-Mamá acompañó al tío Daemon, a Aemond y a Aegon a ver a Sunfyre, volverán pronto -anunció con amabilidad.
-Hel, mirate que grande que estás -dijo con nostalgia mientras se acercaba a ella.
-¿Te gustan los bichos? -preguntó como si se vieran todos los días, ignorando el tiempo que pasaron sin verse.
A Rhaenyra no le interesaban mucho, tampoco le desagradaban, así que al ver que ella tenía un cienpies en la mano respondió:
-Claro, me encantan.
-Mientes -musitó-, pero no importa. A muchos no les gustan los insectos. Aegon los odia, por eso a veces los pongo en su cama -mencionó riendo.
Rhaenyra mostró una sonrisa traviesa, adoraba tanto a su hija, debió haber venido a pesar de todo por ella.
-¿Por qué estás aquí sola?
-Vine a verte, sabía que a sir Cole no le gustaría, así que me escabullí mientras él bajaba del árbol a Daeron.
-Me recuerdas a cuando era niña, solía escaparme de la vigilancia cuando no me dejaban hacer lo que quería.
-Te dije que estaba aquí. -Se escuchó por detrás de ella una voz de una niña.
La princesa se giró y vio a quien suponía que era Visenya, a su lado había un niño de cabello platinado (asumió que era Daeron), atrás de ellos se asomaba la figura de sir Criston Cole.
-¡No debes irte con extraños! -chilló el niño mientras se acercaba para tomar su mano.
-No soy una extraña. Soy su hermana, la futura reina -habló con firmeza tomándolo de la muñeca con fuerza para que no pudiera tocar a su hija.
-¡Suéltalo! -chilló entonces Visenya.
Rhaenyra juraría que el fuego de las antorchas, que iluminaban el lugar, se había avivado de repente.
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PROFECÍA DE SANGRE Y FUEGO
Fanfiction[Primera Parte | Terminada] Daenys estuvo dispuesta a perder su propia identidad por un bien mayor: que la profecía que una bruja le relató en su tiempo a Maegor se cumpliera. Tomó el lugar de Alicent y pasó desapercibida hasta que Daemon llegó a s...