[XVII]

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Los días comenzaron a pasar, los sirvientes trabajaban a toda hora para preparar el torneo y el banquete que se darían en honor a los tres nuevos miembros de la familia real.

Alicent entró a los aposentos de Larys Strong, él la esperaba para almorzar.

—Necesito que hagas algo por mí —declaró la mujer luego de beber vino.

—Lo que necesites.

—Quiero que vayas a Harrenhal y traigas contigo a quién cuidaba de mí.

—Eso no va a ser posible, lamentablemente.

—Hazlo posible —ordenó mientras cortaba la carne.

—Tengo mis limitaciones, Alys, no puedo traer...

—Haz que venga con cualquier excusa, si es necesario que digas que yo misma pedí de su presencia para ocupar un lugar en la cocina, bien hazlo —interrumpió.

—No me refiero a eso. Pensé que lo sabías.

—¿Saber qué?

—Que está muerta, ella misma se ahorcó. Mi hermano la vio morir.

Eso la tomó por sorpresa. Cortó la carne simplemente para hacer algo con sus manos, maldecía y reclamaba que él estaba equivocado. Larys se quedó mirándola en silencio, sabía muy bien que quedaban pocos segundos antes de que estallara.

Y lo hizo.

Se levantó furiosa, empujó el plato con fuerza y se hizo añicos contra el suelo. Caminó sobre la comida y la porcelana sin importarle nada.

—¿Cuándo fue? —exigió una respuesta justo frente a él.

—Hace unas lunas, mi padre mandó a Harwin a Harrenhal para que se hiciera cargo de un problema allí, supongo que aprovechó la oportunidad para ir a verla. Para serte sincero, intente averiguar sobre eso, pero lo único que me dijo fue que la mujer estaba colgada cuando él llegó, básicamente la vio en su último aliento, nada más. Hasta llegué a pensar que tú la habías mandado a matar para encubrir tu secreto.

Ella se giró para irse, pero él la tomó de la muñeca de manera firme. Alys se detuvo sin girarse a verlo. Sentía como algunas lágrimas le mojaban las mejillas.

—Tienes que respirar —mencionó ahora tomando su mano con suavidad—. Si necesitas traeré absolutamente todo lo que haya tenido en su poder.

—No es suficiente —musitó apretando su mano. Mordía su labio constantemente haciéndose daño. Su corazón latía con fuerza.

—No te he visto así desde...

—No lo digas —suplicó con apenas voz.

Él tiró de ella para hacerla sentar en su regazo y eso no tenía ni una pizca de dobles intenciones, simplemente era un gesto de consuelo de un hermano a su hermana.

—¿Qué puede suceder para que te pongas así?

—Nada que... —aunque solía responder con un frío «te incumba», estaba demasiado afectada para esconderse tras esa respuesta— pueda decirte —confesó.

—Sé que no debí decirle a Harwin sobre lo de Osmund, pero eso no significa que no puedas confiar realmente en mí.

Alys no respondió. Se quedó en silencio por largos minutos. Larys no presionó, porque sabía que no serviría de nada.

—Trae todo lo que ella tenía, que nadie sepa que es para mí, y preferentemente que nadie sepa que lo has traído —habló cuando recobró la compostura.

—Bien —se abstuvo de indagar más.

Él la conocía de años, sabía que aunque siempre se mostró insensible ante todos, no lo era. Escasas veces la veía vulnerable, le sobraban los dedos de la mano para contar, así que realmente estaba preocupado por ella ahora. Perder el control de esa manera sólo fue una vez: la muerte de su hijo. ¿Alguno de sus hijos estaba acaso enfermo?

PROFECÍA DE SANGRE Y FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora