1 | Capitulo Uno : Todo inicia con una parte del final y con el inicio.

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El sonido de una voz desconocida penetró en la neblina que nublaba mi mente, seguido por las palabras preocupadas de un hombre que tomaba mis manos entre las suyas. Mis ojos, borrosos y desenfocados, apenas podían distinguir las figuras de mis padres junto a mí. Aunque se esforzaban por ocultarlo, sus rostros revelaban una mezcla de alegría y devastación.

—¿Dónde estamos? —pregunté, luchando contra la pesadez que pesaba sobre mi cuerpo.

Me sentía débil y agotada, incapaz de moverme con facilidad.

—Estamos en el hospital, cariño —respondió mi madre con voz preocupada.

—¿Qué pasó? —pregunté, sintiendo que la confusión se apoderaba de mí.

En ese momento, un chico apresurado apareció a mi lado. Con su cabello castaño claro peinado impecablemente y unos ojos claros que complementaban su tez, supe de inmediato quién era: Oliver.

—Liv —susurró con los ojos vidriosos, utilizando mi apodo.

—Tuviste un choque, cariño. Tu glucosa estaba demasiado baja y el impacto fue brusco. Te trajeron aquí de inmediato —explicó Oliver con voz entrecortada.

Recordé el incidente y, con una sensación de pánico, me di cuenta de que había sido mi diabetes.

—¿A qué hora fue eso? —pregunté, tratando de entender lo que había sucedido.

Los tres intercambiaron miradas significativas.

—Liv, estuviste en coma durante una semana—respondió Oliver, y me quedé sin palabras.


















Hace un año atrás.













Olivia estaba en la sala de su motorhome, repasando mentalmente su estrategia para la carrera que tendría lugar al día siguiente. Su debut en la Fórmula 2 era un hito en su carrera como piloto, y quería asegurarse de dar lo mejor de sí misma. Mientras revisaba los datos en su computadora, su padre, el legendario piloto Checo Pérez, entró en la sala.

—¿Cómo te sientes, Liv? —preguntó Checo, con una sonrisa de orgullo en su rostro.

Olivia levantó la mirada y le devolvió la sonrisa a su padre.

—Me siento emocionada y un poco nerviosa, papá, pero estoy lista para esto —respondió con determinación.

—Lo sé, hija. Estoy seguro de que vas a ganar —dijo él, colocando una mano en su hombro.

Olivia asintió, agradecida por las palabras de aliento de su padre. Sabía que tenía un gran equipo detrás de ella y que había trabajado incansablemente para llegar hasta este punto.

Al día siguiente, en la pista, Olivia estaba lista para mostrar de lo que era capaz. La bandera verde ondeó, y los motores rugieron mientras los coches salían disparados por la recta. Olivia se concentró en su manejo, ajustando su velocidad y trayectoria con precisión milimétrica.

A medida que la carrera avanzaba, Olivia se encontró compitiendo junto con Oliver Bearman, su compañero de equipo. Ambos estaban demostrando ser dignos contendientes en la pista.

Finalmente, la bandera a cuadros cayó, y Olivia cruzó la línea de meta en primer lugar, seguida de cerca por Oliver. Una oleada de emoción la invadió mientras levantaba el trofeo en el podio. Miró a Oliver, quien le sonreía desde el segundo lugar, y ambos intercambiaron un gesto de complicidad.

Después de la carrera, Oliver se acercó a Olivia con una sonrisa.

—Felicidades, Olivia . Eso fue increíble —exclamó, extendiendo la mano.

—Gracias, Oliver. Tú también estuviste genial—respondió Olivia, estrechando la mano de su compañero.

—¿Qué te parece si entrenamos juntos mañana? Podemos aprovechar para compartir tiempo y convivir —propuso Oliver.

Olivia asintió emocionada ante la idea.

— Por supuesto, me encantaría—respondió.

Al día siguiente, Olivia y Oliver se encontraron en la pista para entrenar juntos. Compartieron técnicas de manejo, discutieron estrategias y se ayudaron mutuamente a perfeccionar sus habilidades.

Después de un arduo día de entrenamiento, Oliver sugirió que salieran a relajarse un poco y se conocieran mejor. Juntos, abandonaron el circuito y se dirigieron a una acogedora cafetería cercana.

Sentados en una mesa junto a la ventana, Olivia y Oliver charlaron animadamente sobre sus vidas, sus pasiones y su amor por las carreras. Descubrieron que tenían mucho en común, desde su música favorita hasta su determinación por alcanzar el éxito en el mundo de las carreras.

—¿Qué te inspiró a convertirte en piloto, Olivia? —preguntó Oliver, con genuina curiosidad.

Olivia sonrió, recordando el momento en que se enamoró del automovilismo.

—Siendo hija de un gran piloto como mi papá, siempre estuve rodeada de carreras. Pero fue cuando lo vi correr en la Fórmula 1 que supe que quería seguir sus pasos. Fue como si algo dentro de mí despertara y supe que eso era lo que quería hacer con mi vida —respondió, con pasión en sus ojos.

Oliver asintió, impresionado por la determinación y la pasión de Olivia.

—Es increíble cómo una sola experiencia puede cambiar el curso de nuestras vidas para siempre —comentó.

A lo cuál Olivia asintió con una sonrisa y ambos mantuvieron un contacto visual por unos segundos.

Después de pasar un rato conversando en la cafetería, decidieron ir a jugar a un simulador de carreras cercano. Compitieron en una serie de emocionantes carreras virtuales, disfrutando cada momento de la competencia amistosa.

Al final de la sesión, Olivia ganó la mayoría de las carreras, aunque Oliver no se quedó atrás. Ambos se rieron y se felicitaron el uno al otro por su habilidad en la pista.

Antes de despedirse, intercambiaron números de teléfono, para mantenerse en contacto y seguir apoyándose mutuamente en sus carreras como el equipo que ahora son. Luego, regresaron juntos al hotel, donde se encontraban otros miembros del equipo algunos pilotos.

El vínculo entre Olivia y Oliver empezó a fortalecerse ese día, y ambos estaban emocionados por la perspectiva de una amistad duradera y exitosa, así como por lo que el futuro les deparaba en el mundo de las carreras.

Mellitus: drive for my lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora