22 | Capitulo Veintidos:Realmente no era el final

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El sonido de una voz desconocida penetró en la neblina que nublaba mi mente, seguido por las palabras preocupadas de un hombre que tomaba mis manos entre las suyas. Mis ojos, borrosos y desenfocados, apenas podían distinguir las figuras de mis padres junto a mí. Aunque se esforzaban por ocultarlo, sus rostros revelaban una mezcla de alegría y devastación.

—¿Dónde estamos? —pregunté, luchando contra la pesadez que pesaba sobre mi cuerpo.

Me sentía débil y agotada, incapaz de moverme con facilidad.

—Estamos en el hospital, cariño —respondió mi madre con voz preocupada.

—¿Qué pasó? —pregunté, sintiendo que la confusión se apoderaba de mí.

En ese momento, un chico apresurado apareció a mi lado. Con su cabello castaño claro peinado impecablemente y unos ojos claros que complementaban su tez, supe de inmediato quién era: Oliver.

—Liv —susurró con los ojos vidriosos, utilizando mi apodo.

—Tuviste un choque, cariño. Tu glucosa estaba demasiado baja y el impacto fue brusco. Te trajeron aquí de inmediato —explicó Oliver con voz entrecortada.

Recordé el incidente y, con una sensación de pánico, me di cuenta de que había sido mi diabetes.

—¿A qué hora fue eso? —pregunté, tratando de entender lo que había sucedido.

Los tres intercambiaron miradas significativas.

—Liv, estuviste en coma durante una semana —respondió Oliver, y me quedé sin palabras.



Las horas siguientes se sintieron como un torbellino de información y emociones. Los médicos y enfermeras iban y venían, explicándome mi estado y el tratamiento que había recibido. Me costaba procesar todo, pero una cosa era clara: mi cuerpo había llegado a su límite.

—Debes cuidarte más, Olivia —me dijo el médico con seriedad. —No solo por tu carrera, sino por tu vida.

Me sentía abrumada por la culpa y la frustración. Había trabajado tan duro para llegar a este punto, para correr en mi país y hacer historia, que había ignorado las señales de advertencia de mi cuerpo. Ahora, estaba pagando el precio.


Más tarde, cuando mis padres se fueron a descansar un poco, Oliver se quedó a mi lado. Su presencia era reconfortante, pero también me recordaba todo lo que había arriesgado y perdido.

Oliver me ayudó a levantarme de la cama y caminamos lentamente por el pasillo del hospital. A cada paso, sentía la debilidad en mis piernas y el peso de la experiencia reciente. Sin embargo, Oliver estaba ahí, sosteniéndome con ternura y firmeza.

—Lo siento tanto, Oliver —dije, con lágrimas llenando mis ojos. —No debí haber sido tan descuidada.

—No pienses en eso ahora, Liv. Lo importante es que te recuperes —respondió, tomando mi mano con suavidad. —Estamos todos aquí para ti.

Quería agradecerle, pero las palabras no salían. Me limité a apretar su mano, sintiendo una mezcla de gratitud y dolor.






Los días siguientes estuvieron llenos de sesiones con nutricionistas y psicólogos, trabajando para encontrar un equilibrio en mi vida. Era un proceso lento y arduo, pero sabía que era necesario. Mis padres y amigos estuvieron a mi lado en cada paso, brindándome el apoyo que necesitaba.

Durante una de esas sesiones, Oliver me llevó una sorpresa.

—Te traje algo —dijo, sacando una pequeña caja de su mochila.

Dentro había un collar con un colgante en forma de volante de Fórmula 1.

—Para recordarte que eres fuerte y que puedes superar cualquier obstáculo —explicó, colocándomelo alrededor del cuello.

Sentí una oleada de emociones al tocar el colgante. Era un símbolo de mi pasión, pero también un recordatorio de la importancia de cuidarme.







Finalmente, después de dos semanas en el hospital, los médicos me dieron el alta. Volver a casa fue un alivio, pero también una prueba. Tenía que reconstruir mi vida y mi carrera desde cero, asegurándome de no repetir los errores del pasado.

—Vamos a salir de esta, Liv —me dijo Oliver, cuando me ayudaba a instalarme en casa. —Y cuando vuelvas a la pista, serás más fuerte que nunca.

Sabía que tenía razón. La recuperación sería larga, pero con el apoyo de mis seres queridos y un nuevo enfoque en mi salud, estaba decidida a regresar y ganar. No solo por mí, sino por todos los que creyeron en mí y me apoyaron en los momentos más oscuros.

Esa noche, mientras descansaba en mi cama, Oliver se quedó a mi lado. Hablamos en susurros, compartiendo nuestros miedos y esperanzas.

—Oliver, gracias por estar siempre aquí para mí —le dije sinceramente, mirando profundamente en sus ojos.

Él acarició mi mejilla con suavidad, su mirada intensa reflejando una mezcla de amor y preocupación.

—Liv, desde el primer día que te vi en la pista, supe que eras especial para mí. No solo como piloto, sino como alguien a quien quiero cuidar y proteger. Quiero ser más que tu amigo, quiero ser tu pareja. ¿Aceptarías que fuese tu novio? —me preguntó, su voz temblando ligeramente por la emoción.

Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad mientras asentía con la cabeza.

—Sí, Oliver. Me encantaría que seas mi novio—respondí, sintiendo un alivio y alegría abrumadores.

Oliver sonrió ampliamente y me abrazó con cuidado, como si temiera romperme. En ese momento, supe que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío que la vida nos trajera.










Nota de la Autora: si se dan cuenta ya se me fue el desbloqueo de escritora (Gracias a un trabajo de español y tmb pq ya tenía algunos capítulos ya hechos jajaja)

Mellitus: drive for my lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora