31 | Capitulo Treinta y uno: Una mañana fría en Mónaco

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Después de una temporada intensa y llena de emociones en el circuito de Fórmula 1, la tranquilidad del invierno comenzó a asentarse. Con la última carrera terminada y los campeonatos decididos, los pilotos finalmente tenían tiempo para relajarse y reflexionar. Para Oliver y Olivia, este tiempo era crucial para sanar y reconstruir su relación.

Oliver había decidido pasar el invierno en Mónaco, lejos del bullicio de las pistas y el constante escrutinio de los medios. La elegante calma del Principado ofrecía un respiro bienvenido. Olivia, por su parte, había vuelto a México para pasar las fiestas con su familia. A pesar de la distancia, ambos sentían la necesidad de resolver las tensiones que habían marcado el final de la temporada.

Una mañana fría en Mónaco, Oliver se encontraba en el balcón de su apartamento, contemplando el mar. El cielo estaba despejado y el aire fresco le despejaba la mente. Decidió que era el momento de dar un paso adelante y llamó a Olivia.

—Hola, Liv —dijo Oliver, su voz suave pero cargada de emoción.

—Hola, Ollie —respondió Olivia, su tono cálido pero con una nota de precaución—. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, mejor ahora que escucho tu voz —admitió Oliver—. ¿Podemos hablar? Quiero... arreglar las cosas.

—Sí, yo también quiero eso —respondió Olivia, sintiendo una mezcla de alivio y aprehensión—. Nos hemos hecho daño, pero todavía creo que podemos arreglarlo.

Decidieron verse en un lugar neutral, un pequeño pueblo en los Alpes franceses, conocido por sus paisajes tranquilos y su atmósfera serena. Ambos llegaron al acogedor hotel, nerviosos pero determinados.

El primer encuentro fue tímido, con abrazos suaves y sonrisas nerviosas. Decidieron salir a caminar, el paisaje nevado sirviendo de telón de fondo perfecto para su conversación.

—Siento todo lo que pasó, Liv —comenzó Oliver, rompiendo el silencio—. No debí tomar decisiones sin hablarlo contigo. Fui egoísta.

—Yo también me comporté mal, Ollie —admitió Olivia—. Me dejé llevar por la rabia y el dolor. Pero ahora quiero dejar todo eso atrás.

Caminaban despacio, sus manos rozándose ocasionalmente. La frialdad del aire contrastaba con la calidez de sus palabras.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos? —preguntó Olivia de repente—. Cuando fuiste de firmar con Prema. Nunca imaginé que llegaríamos a este punto.

—Sí, lo recuerdo bien —dijo Oliver con una sonrisa—. Estabas tan nerviosa, pero al mismo tiempo tan decidida. Me cautivaste desde el primer momento.

Ambos se rieron, los recuerdos dulces ayudando a aliviar las tensiones restantes.

—Ollie, quiero que volvamos a confiar el uno en el otro —dijo Olivia, deteniéndose y mirándolo a los ojos—. No quiero que más secretos se interpongan entre nosotros.

—Prometo que no habrá más secretos —respondió Oliver, tomando sus manos—. Vamos a hacer esto bien, juntos.

Pasaron el día explorando el pueblo, disfrutando de la compañía del otro y redescubriendo lo que los unió en primer lugar. Con el atardecer, regresaron al hotel y decidieron cenar en el pequeño restaurante del lugar. La atmósfera acogedora y la comida deliciosa fueron el complemento perfecto para su reconciliación.

Después de la cena, se sentaron junto a la chimenea del hotel, la luz del fuego reflejándose en sus rostros. Hablaron de sus planes para el futuro, de sus sueños y de cómo querían manejar sus carreras y su relación de manera que ambos pudieran estar felices.

—Quiero estar contigo, Liv, y quiero que tengamos éxito en lo que amamos hacer —dijo Oliver, su voz llena de sinceridad—. Pero lo más importante es que quiero que seamos felices juntos.

—Y lo seremos, Ollie —respondió Olivia, sonriendo—. Lo seremos.

Esa noche, se retiraron a su habitación, sintiendo una renovada conexión. Se abrazaron bajo las mantas, dejando que el calor de su amor les diera la bienvenida al nuevo comienzo que ambos anhelaban.

La mañana siguiente trajo consigo una sensación de paz y esperanza. Salieron a disfrutar del paisaje una vez más, pero esta vez, lo hicieron con la certeza de que su relación estaba en un camino mucho más fuerte y sincero.

—Te amo, Liv —dijo Oliver, abrazándola mientras observaban el amanecer.

—Yo también te amo, Ollie —respondió Olivia, apoyando su cabeza en su hombro.

Con el sol saliendo en el horizonte, ambos supieron que, a pesar de los desafíos, su amor era lo suficientemente fuerte para superarlos. Juntos, enfrentaron el nuevo día, sabiendo que habían encontrado en el otro una razón para seguir adelante y construir un futuro mejor.

Mellitus: drive for my lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora