Escena VI: La Caza

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Escena VI: La Caza
Pasamos días analizando los datos de la ListEvil

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Escena VI: La Caza
Pasamos días analizando los datos de la ListEvil. Cada nombre y localización potencial era estudiado minuciosamente. Ashley, con su habilidad para hackear, interceptó comunicaciones internas de la organización, dándonos una ventaja crucial.
—Nuestro primer objetivo es este hombre —dijo Ashley, señalando una foto en la —Lo visitaremos esta noche —dije, sintiendo una familiar ola de adrenalina.
La casa del contable era modesta, situada en una zona tranquila. Nos acercamos en silencio, asegurándonos de no levantar sospechas. Una vez dentro, lo encontramos en su despacho, trabajando en su ordenador.
—¿Quiénes son ustedes? —balbuceó, asustado.
—Tus peores pesadillas —respondí, mientras Jorge lo inmovilizaba y Ashley comenzaba a revisar su computadora.
Llevamos al contable a un sótano abandonado que habíamos preparado. Lo atamos a una silla bajo una luz cegadora.
—Habla —ordené, mi voz fría y sin emociones.
—No sé de qué están hablando —dijo, su voz temblorosa.
Tomé una de las herramientas que habíamos traído, un cuchillo de cocina afilado. Lentamente lo acerqué a su piel, disfrutando del miedo en sus ojos.
—Dime lo que sabes sobre la organización y sus miembros —dije, cortando superficialmente su brazo.
El contable gritó de dolor, pero no respondió. Jorge y yo nos turnamos para infligirle dolor, usando diferentes herramientas y métodos.
Primero, Jorge sacó un soplete. La llama azul danzaba en la penumbra mientras él la acercaba al brazo del contable. El olor a carne quemada llenó la habitación y los gritos de dolor resonaron en las paredes.
—¡Por favor, basta! —gritó el contable, pero seguimos adelante.
Ashley, mientras tanto, había encontrado una batería de coche y unos cables en la bodega. Los conecté rápidamente, creando una improvisada máquina de electroshock. Los ojos del contable se abrieron con terror cuando vio los cables acercarse.
—Habla, o esto solo empeorará —dije, y conecté los cables a sus pies descalzos.
La electricidad recorrió su cuerpo, haciendo que se retorciera y convulsionara. Los gritos eran casi inhumanos. Pero aún no había terminado. Saqué una caja de fósforos y encendí uno, dejándolo caer sobre su pierna empapada en alcohol. Las llamas subieron rápidamente, y sus gritos aumentaron en intensidad.
Finalmente, después de horas de tortura, el contable rompió y nos dio nombres y ubicaciones.
Con la información del contable, nos dirigimos a una pequeña fábrica en las afueras. Sabíamos que era un punto de reunión para varios miembros de la organización. Antes de salir, registramos la casa del contable y encontramos un pequeño arsenal en su bodega: pistolas, cuchillos y un par de granadas. Nos armamos con lo necesario y nos dirigimos a la fábrica.
Nos infiltramos en la fábrica en plena noche. La oscuridad era nuestra aliada mientras nos movíamos sigilosamente. Encontramos a nuestro objetivo, un encargado de logística, solo en su oficina.
Lo inmovilizamos rápidamente y lo llevamos a una habitación trasera.
—¿Quién eres? ¿Qué quieren? —preguntó, asustado.
—Queremos respuestas —respondí, mientras Jorge sacaba un soplete de nuestra bolsa de herramientas.
El miedo en sus ojos era palpable. Ashley cerró la puerta, asegurándose de que nadie nos interrumpiera.
El encargado de logística resultó ser más resistente que el contable. Usamos el soplete para quemar sus manos, asegurándonos de que sintiera cada segundo del dolor. Luego, Ashley sacó una pequeña sierra eléctrica.
—Vamos a jugar un juego —dije, acercando la sierra a su pierna.
El sonido de la sierra al cortar carne y hueso era grotesco, y sus gritos eran aún peores.
—¡Por favor, basta! —gritó—. Les diré todo lo que quieran saber.
Nos dio detalles sobre una reunión de alto nivel que tendría lugar en un almacén abandonado en los suburbios. La información era valiosa, pero no lo dejamos ir. No podía correr el riesgo de que alertara a los demás.
—Gracias por tu cooperación —dije, antes de asestar el golpe final con un cuchillo en su garganta.
De vuelta en nuestro refugio, nos preparamos para el próximo paso. La información que obtuvimos nos daba una ventaja, pero también nos recordaba lo peligrosa que era esta caza.
—No podemos rendirnos ahora —dijo Ashley, su voz llena de determinación.
—Seguiremos adelante, sin importar el costo —agregó Jorge.
Miré a mis amigos, sintiendo una renovada determinación. Sabíamos que la caza sería larga y peligrosa, pero estábamos listos para enfrentar lo que viniera. Executioner no escaparía de nuestra justicia.
Nuestro viaje para encontrar al Executioner nos llevó a un edificio abandonado en las afueras de la ciudad. La noche envolvía el lugar en una oscuridad inquietante, y el viento soplaba con fuerza, llevando consigo el eco de nuestras pisadas.
Mi corazón latía con fuerza mientras avanzábamos por el oscuro pasillo del edificio abandonado. Las sombras danzaban en las paredes, proyectando una sensación de inquietud en el ambiente. Nos movíamos con sigilo, conscientes de que cada paso podía ser crucial en nuestra búsqueda.
Jorge, Ashley y yo nos deslizamos por el pasillo, nuestros sentidos agudizados por la anticipación. Cada vez que escuchábamos un crujido o un susurro, nos deteníamos, alertas ante cualquier peligro que pudiera acechar en la oscuridad.
Finalmente, llegamos a una puerta entreabierta al final del pasillo. Nos miramos brevemente, compartiendo una mirada cargada de determinación. Con un gesto de mi mano, indicando que nos mantuviéramos alerta, empujamos la puerta y entramos en la habitación.
El interior estaba oscuro y polvoriento, apenas iluminado por la luz tenue que se filtraba a través de las ventanas cubiertas de polvo. Avanzamos con cautela, explorando cada rincón en busca de cualquier indicio que nos llevara a nuestro objetivo.
De repente, un ruido sordo resonó en la habitación, seguido de un destello brillante. Giré instintivamente hacia la fuente del sonido, solo para ver una granada rodando hacia nosotros por el suelo. "¡Agáchense!", grité, instando a mis compañeros a buscar cobertura.
La explosión sacudió la habitación, enviando escombros y llamas en todas direcciones. El aire se llenó de humo y el calor se volvió sofocante mientras luchábamos por mantenernos a salvo. A través de la confusión y el caos, nos abrimos paso hacia la salida, nuestros corazones latiendo con la intensidad de la supervivencia.
Finalmente, emergimos del edificio en llamas, jadeando por el esfuerzo y empapados en sudor y cenizas. Nos miramos el uno al otro, respirando con alivio por haber sobrevivido a la emboscada. Pero sabíamos que esta era solo una batalla en nuestra lucha contra el mal que amenazaba a nuestra ciudad.

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