Madison me condujo a través de una sección sombría del bosque, un sendero que desembocaba en un cementerio. Allí, entre las ramas de los árboles, había construido su hogar de madera. El viento parecía esquivar este rincón, donde el croar de los sapos y el deslizarse de las serpientes rompían el silencio. Las ramas crujían bajo el peso de la casa, amenazando con ceder en cualquier momento. Ascendimos por una escalera rústica, las astillas de la madera se clavaban en mis manos, y el aire estaba impregnado de un olor animal y el zumbido de los mosquitos.
Al entrar, la vista era austera: una olla sobre una hoguera de piedras hervía agua, un colchón yacía en el suelo cubierto por una manta desgastada, y una radio emitía nada más que estática. La atmósfera del lugar me inquietaba, un aire sombrío y perturbador lo impregnaba todo, revelando la soledad de la morada y despertando en mí una compasión inesperada por Madison.
—¿Te apetece un té de hierbas? —Madison levantó la tapa de la olla, liberando el aroma de las hierbas frescas que acababa de añadir.
—Prefiero no hacerlo, gracias —rechacé cortésmente, aún reticente.
—Anímate, sé lo que esa bruja te hizo. No soy como ella, bebe sin miedo —Madison me animó, su tono era tranquilizador y sus ojos mostraban una sinceridad desarmante.
—¿Cómo sabes lo que...? —empecé a preguntar, pero me detuve, sorprendido por su aparente conocimiento de los eventos recientes.
—Porque yo también soy una bruja, aunque no del tipo malvado como ella —Madison se apresuró a aclarar, y algo en su actitud me hizo querer creerle.
—Entonces, ¿eres la Madison de la que habló? —inquirí, la curiosidad superando mi cautela.
—Así es, pero ella solo cuenta la historia desde su perspectiva, no lo que realmente sucedió. Aquel día, cuando estábamos escondidas, ambas teníamos la oportunidad de huir. Pero ella decidió que solo una merecía vivir; la otra tenía que ser el señuelo. Me empujó hacia esas criaturas y huyó, dejándome atrás. Me atacaron sin piedad, y el dolor era insoportable; eran como demonios, sin alma ni corazón, solo con una sed insaciable de sangre y muerte. No sé cómo, pero morí, estoy segura de ello, porque cuando desperté en este bosque, algo en mí había cambiado; ya no era la misma. Descubrí que podía sanar y hasta devolver la vida a los animales —Madison relató con una mezcla de dolor y asombro.
—¿Has intentado hacer lo mismo con humanos? —pregunté, intrigado por las posibilidades de su poder.
—No, eso sería desafiar a la muerte de una manera que nadie debería intentar. Las almas perdidas, los no muertos, deben permanecer en su descanso eterno, no vagar entre los vivos —Madison explicó con una convicción que dejaba claro que había límites que incluso ella no cruzaría.
—Entonces, ¿Melanie corre peligro con ella? —la preocupación por Melanie se apoderó de mí.
—¿Melanie? —Madison preguntó, fingiendo desconocimiento.
—Melanie es la elegida, está con Fiona —expliqué, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de mí.
—Comprendo lo que está pasando, querido. Melanie no es la elegida, tú lo eres —Madison reveló, y sus palabras me envolvieron en una nueva realidad que nunca había considerado.
Una confusión abrumadora se apoderó de mi mente, y los recuerdos comenzaron a fluir una vez más. La imagen de esa chica en el bosque se hizo nítida ante mí; sus ojos se encontraron con los míos y, en un instante, intentó atacarme con una magia contra la cual no tenía defensa. Fue en ese momento crítico cuando los vampiros se dispersaron en un pánico frenético, y ella aprovechó la confusión para huir, dejándome abandonado en el suelo, mis manos hundidas en la tierra y las piedras, mientras un viento solitario borraba su presencia, dejándome solo con la desolación.
—Cassius, siento un temor profundo. Eitan parece consumido por la idea de un ataque —confesé, la preocupación tiñendo cada palabra.
—No importa lo que pase, si él decide atacar, nuestra lealtad no nos permitirá rechazar la orden. Es el hijo de Lord León, el heredero indiscutible —explicó Cassius, su voz era un eco de la inevitable verdad que ambos conocíamos.
—Durante la batalla, buscaré refugio en las sombras; huiré tan lejos como pueda, lejos de la guerra y la sangre —declaré, con la firmeza de quien ha visto demasiado dolor.
—No estarás solo en esto. Mi deseo de partir es igual al tuyo. Y cuando llegue el momento, seré yo quien desvíe la atención para que puedas escapar —aseguró Cassius, y aunque su propuesta era peligrosa, había un destello de coraje indomable en su mirada.
Recordé aquella conversación, los Bloodworth, los Carmichael... Recordé a Lord León. Su imagen vívida se impuso en mi mente: cada detalle de su traje azul marino, su reloj de oro pulido, su cabello siempre peinado hacia atrás, oscuro como la noche. Sus ojos, un azul profundo con un halo de misterio. Las órdenes que nos dio, las masacres que cometimos bajo su mandato...— La respiración se me aceleró, la furia bullía dentro de mí al recordar que estuve bajo el control de ese tirano, que arrebató la vida a tantos inocentes. No pude contenerme y grité, liberando el tormento de aquellos recuerdos.
—¡Luca! —la voz de Madison resonó con urgencia, atravesando el silencio como un trueno inesperado.
—Lo siento, no era mi intención... —balbuceé, cada palabra impregnada de un pesar que me oprimía el pecho.
—Tranquilo, existe un camino para poner fin a esta guerra, pero temo que la verdad detrás de ello sea algo que preferirías no conocer —advirtió Madison, su voz baja y seria, revelando la gravedad de lo que estaba por venir.
Finalizaba los últimos detalles de la única e inigualable elegida; no la de ellos, sino la mía, mi Melanie. Última descendiente y reencarnación de las mujeres de Salem, todo marchaba según el plan. Pronto, la luna llena brillaría durante tres días y tres noches, un fenómeno único que debía aprovechar. Sentía que el momento grandioso se acercaba, impregnado de la ambición que me consumía.
—Melanie —dije, mi voz apenas un susurro cargado de anticipación.
—¿Sí, Señora Fiona? —respondió Melanie, su voz era un hilo de concentración y respeto.
—¿Estás lista? Necesito que despliegues tu gran poder esta noche —afirmé, la urgencia en mi tono era palpable, como la electricidad en el aire antes de una tormenta.
Bajo la Luna Ensangrentada
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Bajo la Luna Ensangrentada
VampireVampiros y hombres lobos, seres de leyendas nocturnas que siempre relegué al reino de la fantasía. '¿Quién podría creer en tales historias?', me preguntaba con escepticismo. Pero todo cambió al llegar a este campamento, un lugar donde los susurros d...