CAPÍTULO 16: ELEGIDO

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En el corazón del bosque, Madison ejerció su poder para devolver la vida a los miembros caídos de la manada de lobos grises. Entre los escombros y la desesperación, Zara y Alexander encontraron a Dylan, quien había sido capturado por los vampiros. Con esfuerzo y determinación, lograron liberarlo de las garras de sus captores. La noticia de la pérdida de Zoe, asesinada al cruzar el río por esos mismos vampiros, ensombreció nuestra victoria. Los que se levantaron lo hicieron con heridas que contaban historias de batallas feroces, mientras que los vampiros se desvanecieron en la oscuridad, dejando atrás solo el misterio de su paradero. Una certeza me invadía: no estaban muertos y volverían. Debía hablar con Eitan; cada fibra de mi ser gritaba que todo esto había sido un error.

—¿Y Melanie? ¿La elegida? —preguntó Alexander, su voz cargada de incertidumbre.

—Escuchen, Melanie no es quien creen. Es descendiente de Salem, de las mismas brujas que les infligieron este daño, esta maldición. Ella es la reencarnación de una de esas brujas, y Fiona la busca porque conoce el poder que alberga en su interior. Esta noche, la luna llena se alzará y durará tres días y tres noches. Si Fiona completa el ritual, la luna se teñirá de rojo sangre, y si eso ocurre, todos ustedes perecerán y su poder pasará a manos de Fiona. No solo morirán criaturas, sino también muchos humanos. El hechizo es poderoso, es magia negra y roja combinada con pactos de sangre, y son conocidos por su inestabilidad —explicó Madison, su tono era serio y sus palabras resonaban con una advertencia sombría.

—Si ella no es la elegida, ¿entonces por qué la profecía lo relata así? —inquirió Zara, la confusión teñía su voz.

—Fue un velo para ocultar a la verdadera elegida y protegerla de las fuerzas que ahora nos acechan. Luca es el elegido, ha reencarnado después de siglos desde la época de la gran batalla y ha recuperado sus conocimientos. La bruja principal, aquella que precedió a las de Salem y dio origen a las culturas chamánicas y wiccanas, ha reencarnado en Melanie. Y solo acabando con su vida se romperá la maldición de la luna llena y la sed de sangre —continuó Madison, revelando verdades que parecían talladas en el mismo destino.

—Dudo que los Colmillos quieran aliarse con nosotros —comentó Alexander, escepticismo en su mirada.

—Tendrán que hacerlo —afirmó Madison, su voz no admitía réplica.

—Iré a hablar con ellos. Intentaré encontrar a Cassius; él es el único que puede reconocerme —dije, decidido a enfrentar lo que fuera necesario.

—Claro que te recuerdo, Luca —dijo Cassius, emergiendo de entre los árboles como un fantasma del pasado.

Mientras el mediodía descendía sobre nosotros, entre los árboles carbonizados, sus hojas y ramas crujían, cayendo en cenizas; el humo se elevaba, llenando el cielo, y las aves huían de aquel dominio. Nos agrupamos alrededor de una fogata que Madison encendió, un pequeño resguardo contra el frío que se apoderó de esa zona del bosque.

Las llamas, en su ardiente esplendor, chisporroteaban al consumir las secas ramas. Se palpaba la tensión; el ambiente estaba cargado, preparado para lo inminente. Con la presencia de uno de los Colmillos, el segundo al mando, el vampiro de alto rango Cassius, y los líderes de la manada de lobos grises, Zara y Alexander, todo podía suceder.

—¿Por qué estás aquí y no con los tuyos? —preguntó Alexander, su voz teñida de confusión y desafío.

—Dejaron de ser los míos cuando traicionaron la paz que Lord León forjó con los humanos, contigo incluido —respondió Cassius, su tono era calmado pero cargado de una amargura subyacente.

—Fueron ustedes quienes desataron a los Nosferatu, quienes arrebataron vidas inocentes. Formabas parte de ellos, y ahora ¿pretendes ser el héroe de esta historia? Dime, ¿por qué habría de confiar en ti? —la acusación de Alexander era feroz, sus ojos destellaban con la intensidad de su reproche.

—Porque yo estuve ahí, lo viví —afirmé, con la solemnidad de la verdad resonando en cada palabra.

—¿Qué estás diciendo, Luca? —Zara interrumpió, su expresión era un mosaico de sorpresa y escepticismo.

—Tras el estallido de la guerra, escapé herido por esa bruja. Cassius me salvó, y luego alertó a los civiles para que huyeran del peligro —mi relato era un eco de aquellos momentos oscuros y redentores.

—Nuestro objetivo es acabar con la bruja principal que se ha apoderado de Melanie. Pero cuidado, Fiona es astuta y estará en guardia —Madison habló con una mezcla de determinación y cautela.

—Espera, ¿dónde está Axel? Debería estar aquí —Zara miró alrededor, la ansiedad creciendo en su voz.

—Axel murió en las montañas del sur, defendiendo a la manada. Los encontré entre los restos —la voz de Alexander se quebró ligeramente, la imagen del sacrificio aún fresca en su memoria.

—Quizás pueda revivirlo, ¿cuán severas son sus heridas? —Madison preguntó, la posibilidad de un milagro reflejada en la intensidad de su mirada.

—La situación no es tan desesperada. Iré por él. Zara, protege a Dylan y llévalo a la cascada. Cassius y Luca, busquen a esa bruja. Y tú, Madison, vienes conmigo —Alexander tomó el mando con una autoridad que llenaba el aire, su orden era inquebrantable.

El eco de las rocas resonaba mientras ascendíamos; el viento se apaciguaba, y la escasez de oxígeno se hacía evidente. El sudor, producto del esfuerzo de nuestras piernas, recorría mi frente. Finalmente, alcancé una cueva entre las montañas, refugio de la manada y último lecho de Axel.

—Pasen esas piedras rápidamente y traigan algo de agua o barro de la cueva —Madison dirigió con una voz que cortaba el aire tenso.

—Escucharon, ¡movámonos! —mi voz se elevó, instando a la acción inmediata.

—Aquí está lo que pediste —dije, entregando los elementos con rapidez.

—Necesito espacio, retrocedan —Madison comandó, y todos obedecimos, dejando un claro alrededor de ella.

Con una concentración palpable, Madison comenzó el ritual:

—Por las raíces que entrelazan la vida y la muerte, por el ciclo que gira sin fin bajo la luna y el sol, invoco la esencia vital que yace en la tierra. Que el aliento retorne, que se rompa el velo del olvido.

Ella frotaba el barro con las piedras sobre Axel, cada gesto imbuido de una esperanza feroz y una voluntad inquebrantable.

La cueva se sumió en una oscuridad total, y desde sus profundidades emergieron sonidos misteriosos. Arrodillados, sintiendo la fría piedra bajo nosotros, fuimos testigos del momento en que Axel se erigió, exhalando un suspiro poderoso que rompió el silencio.

—Hermano, ¿eres tú? No puedo creer que hayas vuelto... —mi voz temblaba, mezclando la incredulidad con un profundo sentimiento de añoranza.

—Alexander, ¿qué ha ocurrido? —Axel preguntó, su voz reflejaba la confusión y el asombro de alguien que había cruzado el umbral de la muerte.

Bajo la Luna Ensangrentada









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