Recorría el bosque en busca de una civilización. Me había metido en problemas con algunos miembros de la familia del Lord León y había terminado al otro lado del bosque, fuera de la civilización de mi manada. Sentía el césped fresco bajo mis pies; los manzanales se agitaban con el viento que acariciaba mi piel cálida. La madera de los árboles y la delicadeza de las hojas rozaban mi ser al adentrarme más, obligándome a cruzar para regresar a casa. Debía apresurarme antes de que cayera la noche. La preocupación de tener que moverme por el bosque en la oscuridad me invadía, y fue entonces cuando escuché un susurro entre las hojas.
—Eres Alexander, ¿verdad? —susurró una voz femenina, mientras una silueta se deslizaba entre los árboles, su piel parcialmente velada por la penumbra.
—¿Quién eres tú y cómo conoces mi nombre? —mi voz tembló ligeramente, traicionando mi inquietud.
—Conozco muchos secretos, Alexander. He venido por una causa. Tú y el Lord León están en lados opuestos, ¿cierto? Estoy aquí para ofrecerte mi ayuda —explicó ella, acercándose con pasos que apenas perturbaban la hojarasca.
—¿De qué manera? —indagué, mi curiosidad avivada por su enigmática presencia.
—La estirpe del Lord ha derramado la sangre de los míos. Compartimos un enemigo común y un deseo de justicia. Esta poción, bajo la luna llena, te dará el poder que buscas —dijo, entregándome una botella cuyo contenido destellaba con una luz interna.
—¿Qué efectos tendrá? —pregunté, sosteniendo la botella con reverencia y sospecha.
—Alexander, no te atormentes con dudas. Este elixir es la clave para superar al Lord —afirmó, desapareciendo entre los árboles tan sigilosamente como había aparecido, dejando atrás solo el eco de su promesa.
Quién habrá sido esa enigmática mujer, no logré distinguirla. Solo reveló parte de su piel blanca, contrastando con la manta que la envolvía y la sombra de los árboles. Sus pies, hermosos y delicados, insinuaban su grácil paso. Un mechón de cabello rubio se asomaba por su capucha, añadiendo misterio a su figura. Aunque su identidad me intrigaba, su convicción me infundió confianza y valor. Si su poción funcionaba, podría acabar con el Lord León de una vez por todas.
—¿Realmente confías en esa desconocida? —preguntó Zara, su voz temblaba ligeramente, revelando una mezcla de escepticismo y temor.
—No estoy seguro, pero no nos queda más remedio. Las atrocidades cometidas contra nuestros hermanos no pueden quedar sin respuesta —mi respuesta salió con un tono sombrío, reflejando la gravedad de nuestra situación.
—Entonces, si estás decidido a seguir este camino, no lo harás solo. Estaré a tu lado —afirmó Zara, su resolución era tan firme como la luna en el cielo nocturno.
Sentados mientras el crepúsculo daba paso a la noche, la oscuridad envolvía el bosque, ocultando todo a la vista excepto el rostro de Zara. La tenue luz de la luna se reflejaba en sus ojos oscuros, iluminando su cabello corto y sus labios finos. Su presencia me brindaba una sensación de seguridad y protección, un sentimiento inesperado en tales circunstancias. Allí estaba ella, fuerte y valiente, como siempre desde que la conocí. Recordé el día que la encontré, perdida y rechazada por ser quien era, y cómo la acogí. Entre nosotros se había forjado un vínculo especial, y en mi corazón, brotaba la certeza de que me estaba enamorando.
—Cuando nací, ni mi padre ni mi madre me acogieron con amor. Sus palabras hirientes me marcaron profundamente, más dolorosas que cualquier flecha. Pero ahora, te agradezco a ti, Alexander. Fue mi rechazo por el mundo lo que me llevó a escapar y encontrarte. Me has dado no solo un hogar, sino también una familia. Juntos, debemos luchar por la paz entre todas las criaturas y los humanos, para que nadie sufra como nosotros —Zara habló con una voz que resonaba con gratitud y determinación.
—Mi infancia tampoco fue fácil. Mi padre nos abandonó cuando yo era solo un niño, y mi madre... ella solo conocía la crianza a través de golpes y regaños. No la culpo; así fue cómo la criaron a ella. Me costaba relacionarme con los demás, pero este bosque... algo de él me llamó. Aquí encontré a otros, heridos y perdidos como yo. Algunos escapaban de la guerra, otros simplemente buscaban alejarse de todo. Me uní a ellos, gané su confianza, y aquí estamos ahora —dije, recordando el camino que me llevó hasta aquí.
—Antes de continuar, ¿puedo confesarte algo? —Zara miró hacia el cielo estrellado, como buscando en él la fuerza para sus palabras.
—Por supuesto, ¿qué es? —pregunté, sintiendo una corriente de anticipación.
—Quiero ser tu esposa, Alexander. Casémonos esta misma noche. Con la guerra acechando, no sabemos si tendremos un mañana —Zara declaró, su voz firme, sus ojos reflejando la seriedad de su propuesta.
Bajo el resplandor de la luna, nos besamos, rodeados por el coro nocturno de insectos, búhos, jaguares y panteras. Sentados en la tierra húmeda, sobre el césped, la suavidad y la rugosidad de su piel llenaban mis manos, mientras me perdía en la belleza de sus delicadas pestañas. Nuestra respiración se entrelazaba, y en un instante, nos dejamos llevar por la pasión que no podíamos detener. Yacía sin camisa sobre la tierra, con ella encima, ambos bañados por la luz de la luna y las estrellas. Tomé la poción, y luego Zara tomó la otra mitad; su sabor era dulce. Al terminar, un calor intenso se apoderó de mi cuerpo, reflejando el ardor que sentía en el de Zara.
—Algo extraño me ocurre, Alexander. ¿Qué está pasando? —la voz de Zara estaba teñida de pánico mientras la luna llena se elevaba en el cielo.
—Todo mi cuerpo arde, ¡esto es insoportable! —exclamé, poniéndome de pie, sintiendo un picor incesante bajo mi piel.
—Necesito ayuda... siento como si me consumiera un fuego interno —la angustia de Zara crecía con cada palabra, justo cuando la luna alcanzaba su punto más alto.
—¡No puedo aguantar más! —mis palabras se transformaron en un gruñido animal, y al mirar hacia abajo, vi que mis manos ya no eran humanas, sino garras cubiertas de un pelaje oscuro y denso.
—Tus manos... —Zara murmuró, su voz se perdió en un gemido de terror al presenciar la transformación.
—Y tu pecho, Zara... —mi voz se quebró, observando cómo su pecho se transformaba en una masa de pelaje.
—¡Ah! —un grito desgarrador se escapó de mis labios, y de repente, ambos nos encontramos aullando a la luna, unidos en nuestra nueva y salvaje existencia.
Bajo la Luna Ensangrentada
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Bajo la Luna Ensangrentada
VampirosVampiros y hombres lobos, seres de leyendas nocturnas que siempre relegué al reino de la fantasía. '¿Quién podría creer en tales historias?', me preguntaba con escepticismo. Pero todo cambió al llegar a este campamento, un lugar donde los susurros d...