CAPÍTULO 2: DESPERTAR

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El amanecer se coló por mis párpados entreabiertos mientras yacía en la cama, y un haz de luz solar inundó el interior de la cabaña, revelando cada detalle con su cálido resplandor. El concierto matutino de las aves y el susurro de las hojas danzando al ritmo del viento que se colaba entre las rendijas de madera llenaban el espacio de una melodía natural. Me incorporé lentamente, frotándome los ojos para despejar el último vestigio del sueño, y mis manos encontraron el colchón suave que crujía bajo mi peso, un sonido que sirvió de despertador para Melanie, quien aún reposaba en el nivel superior de la litera.

—Buenos días —su voz, aún teñida de la suavidad del alba, rompió el silencio.

—Buenos días, Melanie —respondí.

Ella asomó su cabeza, curiosa, desde su refugio elevado. Al encontrarse con mi mirada, me regaló una sonrisa que, sin dudarlo, devolví con igual calidez.

El despertar a un nuevo día en un entorno tan pacífico, tan repleto de belleza y asombro, me llenaba de una paz interior que nunca antes había sentido. Una alegría que brotaba desde lo más profundo de mi ser se hacía más intensa al ser consciente de que estaba en este lugar idílico, rodeado de mis amigos cercanos y en compañía de Melanie, la persona que le da luz a mi existencia.

—¿Qué tal dormiste? —preguntó Melanie con una sonrisa.

—Para ser la primera noche, no estuvo tan mal —respondí, estirándome.

—Parece que los guías vendrán hoy. Al parecer, nos llevarán a una excursión —comentó Dylan, mirando por la ventana.

—Pues que se mantengan lejos de ese pantano. Anoche vi un sapo del tamaño de una rata. ¿Cómo es que esas cosas crecen tanto? —Zoe frunció el ceño con desdén.

—Vamos, Jason Funderburker estaba encantado de conocerte —bromeó Dylan, provocando una risa.

—¡No! Qué asco, Dylan. ¿Qué te pasa? —Zoe le lanzó una mirada de reproche.

—Será mejor que nos alistemos. Si vienen los guías, lo último que quiero es que se lleven una mala impresión de nosotros el primer día —dije, buscando mi mochila.

—Tienes razón. Sabes, me encanta cómo piensa Luca. Es grandioso, sabe expresarse —Dylan asintió con admiración.

—¿Seguro que no estás drogado? —Zoe alzó una ceja, escéptica.

—Estoy seguro de que no estoy seguro de nada —respondió Dylan con una sonrisa torcida.

Me deslicé la mochila de tela suave, en tonos de gris y negro, sobre los hombros y ajusté mis zapatillas Converse de un verde militar que se camuflaba con el entorno, destacando la puntera blanca. Me erguí frente al reflejo del cristal de la cabaña, alisando mi cabello mientras observaba a los guías en la distancia. Charlaban animadamente, seguramente ultimando los detalles de nuestra excursión, vestidos con sus uniformes marrones y sombreros característicos. Finalicé de peinarme, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad por el destino desconocido que nos aguardaba.

Mis manos descendieron por mi cabello liso hasta mi camiseta negra de seda, decorada con mosaicos blancos y una capucha que colgaba suavemente en mi espalda. Al girarme, vi a Melanie ya casi lista, atándose los cordones de sus zapatos negros adornados con letras rosadas. Llevaba unos jeans azul cielo y una camiseta rosa con un corazón formado por diminutas perlas de plástico en el centro.

—Chicos, ¿podrían voltearse un momento? Necesito cambiarme —solicitó con timidez.

—Está bien, pero solo para que sepas, yo no tengo nada que ocultar —bromeó Dylan, mientras se ponía una camiseta gris lisa, su pantalón negro y sus zapatillas deportivas azules con franjas blancas.

Bajo la Luna EnsangrentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora