CAPÍTULO 11: COLMILLOS

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—¡Ve, corre rápido, Luca! —gritó Alexander, alejándose con los demás. Sobre sus hombros, llevaba a Melanie, cuyo rostro reflejaba tanto el dolor como la determinación de sobrevivir.

—Dylan, resiste —Zoe imploró con voz temblorosa, mientras Dylan se derrumbaba por la herida, su fuerza vital escapándose como arena entre los dedos.

—Sigan, los alcanzaré —prometió Dylan con un hilo de voz, intentando disipar el miedo que se reflejaba en los ojos de sus compañeros.

—Ni loca te dejaré aquí, ¡eres un idiota! Vamos, levántate —exclamó Zoe, su tono mezcla de ira y pánico, mientras levantaba a Dylan, negándose a aceptar la posibilidad de una despedida.

La oscuridad era absoluta, tan densa que ya no podíamos discernir en qué recóndito rincón del bosque nos hallábamos. Mi respiración se entrecortaba en ráfagas agitadas mientras corría a toda velocidad, intentando escapar de los colmillos que nos perseguían. Mi corazón latía desbocado, y en el silencio opresivo, solo se distinguían los grillos y el alboroto de los animales, cuyos sonidos exacerbaban la tensión de nuestra huida. El estrés de la situación era abrumador.

—¿Por qué nos detenemos, Luca? —preguntó Zoe con un tono que denotaba tanto miedo como confusión.

—Estamos perdidos, no sé cuál es el camino correcto —respondí, mi voz revelando la ansiedad que nos acechaba en la oscuridad.

—Dylan, por favor, aguanta un poco más, amor —suplicó Zoe, las lágrimas en sus ojos reflejando la desesperación de la situación mientras soportaba el peso de Dylan en su hombro.

—Por aquí, rápido —dije, intentando sonar seguro y proporcionar alguna dirección en medio del caos.

Nos dirigíamos hacia el bote que nos había traído, su silueta apenas visible entre el suave balanceo provocado por el murmullo del río. El crujido de las hojas bajo nuestros pies apresurados y nuestras respiraciones entrecortadas eran los únicos sonidos que perturbaban la quietud de la noche. De repente, nos vimos rodeados. Frente a nosotros, emergiendo de la penumbra de los árboles, aparecieron ojos rojos brillando con malicia, y rostros desgarrados sacados de las peores pesadillas, revelando colmillos largos y afilados como cuchillos.

—¡Ah, Luca! —gritó Zoe, soltando a Dylan en un momento de pánico, justo antes de que las criaturas se abalanzaran y se lo arrebataran de entre nosotros.

—¡No, Dylan! ¡No permitiré que te lleven, malditos! —la voz de Zoe estaba cargada de un dolor desgarrador y una furia impotente.

—Zoe, ¡mírame! —la llamé, agarrando su mano para captar su atención, sus ojos brillaban con lágrimas de desesperación—. No podemos hacer más aquí; tenemos que movernos ahora.

—¡No puedo dejarlo, tenemos que...! —Zoe fue interrumpida por un grito ahogado cuando una sombra la levantó y la arrastró hacia la oscuridad, desapareciendo entre el follaje.

—¡Zoe! —grité con todas mis fuerzas, aunque sabía que ya era demasiado tarde.

En ese instante crítico, el rugido de un lobo resonó en la noche, y con una fuerza inesperada, golpeó a la criatura que había capturado a Zoe, liberándola. Ella cayó al suelo, y varios lobos se posicionaron frente a nosotros, sus fauces enfrentándose a los vampiros con mordiscos y zarpazos salvajes. Aprovechando la distracción, continuamos nuestra frenética carrera. Zoe corría a mi lado, llorando y aterrorizada, mientras yo deseaba con todas mis fuerzas que aquella pesadilla terminara. Mi corazón latía desbocado, mis pies estaban exhaustos de tanto correr, y mi respiración se hacía cada vez más entrecortada. En un momento de debilidad, tropecé y caí al suelo, sintiendo el peso de la desesperación sobre mí.

—Sigue sin mí, ¡corre! —le insté a Zoe con urgencia, empujándola a continuar su huida.

—¿Valiente o tonto? —Eitan apareció ante mí, su tono era de mofa y desdén.

—Déjanos en paz. ¿Qué quieres de nosotros? —demandé, arrastrándome hacia atrás, intentando mantener la distancia.

—La elegida. Dime dónde está, o... —Eitan dejó la amenaza en el aire, su presencia era intimidante.

—¿Por qué la necesitas tanto? —mi voz temblaba, pero necesitaba entender su obsesión.

—Con su sangre, remodelaré el mundo a mi imagen. Si no colaboras... —Eitan se interrumpió, sus colmillos destellaban mientras sus ojos se teñían de un rojo oscuro y profundo, justo antes de ser golpeado por una fuerza invisible.

—No te dije que corrieras —dijo Alexander, levantándose con sus ojos brillando de un amarillo intenso, su piel transformándose en pelaje mientras asumía la forma de un lobo imponente, tan grande como un hombre.

—Oh, ¿el cachorro quiere jugar? ¿Buscas un hueso? —Eitan se burló, lanzando un golpe despectivo hacia Alexander.

—Luca, ¡vete ya! —ordenó Alexander, sujetando firmemente a Eitan, impidiéndole continuar su ataque.

—Es verdad, Luca, estás estorbando —Eitan dijo con desdén, alzando su mano y enviándome volando por los aires con una fuerza sobrenatural.

El impacto me lanzó contra un árbol, el golpe resonó en mi espalda con una fuerza brutal, robándome el aliento. Caí al suelo, que se impregnó de tierra en mis manos y mi rostro, pero al menos estaba lejos del peligro inmediato. Con la poca fuerza que me quedaba, me impulsé y logré ponerme de pie. Tomé una bocanada de aire y mis ojos se abrieron de par en par al avistar el bote a lo lejos, donde Zoe ya se encontraba a salvo. A pesar de su seguridad, no podía sacudirme la preocupación por Melanie. ¿Qué habría sido de ella?

Detrás de mí, la batalla entre lobos y vampiros se desataba con una ferocidad sin igual. Las llamas comenzaron a devorar el bosque, y en medio del caos, solo los ojos rojos y amarillos de las criaturas destacaban, brillando como faros siniestros en la oscuridad. La sangre fluía en silencio entre las sombras, acompañada por el eco de arañazos, mordidas, gruñidos y desgarradores gritos de dolor y coraje. Por un instante, el viento se detuvo, como si la naturaleza misma contuviera la respiración ante tal espectáculo. Mis manos, empapadas en sudor, se aferraban a la esperanza mientras me apresuraba hacia el bote. Fue entonces cuando un susurro me detuvo en seco, emergiendo sutilmente de entre los arbustos.

—¡Maldición, Luca! ¿Qué esperas? —exclamó Zoe, su voz atravesando el tumulto de la batalla.

—Joven, si deseas ver a Melanie, ven conmigo —susurró una voz misteriosa entre los arbustos, prometiendo respuestas pero evocando incertidumbre.

—¿A dónde vas, Luca? —preguntó Zoe, su tono lleno de preocupación y confusión mientras observaba mi vacilación.

Bajo la Luna Ensangrentada






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