24. TE HAS IDO

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Ariana

         Tres meses después del asesinato

Está muerto.

Aún recuerdo el momento en que Camille me lo dijo, recuerdo haber caído de rodillas al suelo y solo pensar, no es posible. Le dije una y otra vez no era posible que Miller ya no estuviera, hasta que grito.

Lo mataron.

Y en ese momento, en esas dos palabras, mi mundo se detuvo.

Y después de tres meses, el mundo seguía absurdamente vacío. Fue como si con el hubiera desaparecido absolutamente todo. Se llevó consigo el aire, porque desde que se fue, no pude volver a respirar; se llevo la luz exterior, porque desde ese día no volví a salir de mi habitación; se llevó mi familia, mis amigos, mis conocidos, porque no era capaz de ver a alguien que no fuese el; y con el, se llevó una parte de mi que siempre me faltará.

Estaba completamente hundida. ¿Que haría yo sin Miller? ¿Quién era yo sin el? ¿Cómo iba sobrevivir siquiera a el hecho de que se había ido?. Lo extrañaba tanto que no podía respirar, era imposible no pensar en el, lo extrañaba tanto que sentía que iba a morir. Al final del día siempre llegaba a la misma conclusión, no podía vivir sin Miller, simplemente no podía.

La única persona en la que me apoyaba se había ido. Y lo que más me duele es que no pudo apoyarse en mi cuando más me necesito, porque no estuve ahí, porque ni siquiera tengo una puta idea de que pasó. ¿Que fue lo que me perdí? ¿Cómo deje que esto pasara? ¿Como mierda pude dejar que le hicieran daño?

Se siente cómo si estuvieras en un sueño, te dices no es posible, no es posible, no es posible y después despiertas para darte cuanta que fue tan posible que al final sucedió. Era tan desgarrador el hecho de que nunca lo volvería a ver. Jamás volveria a escuchar su risa, no volvería a tocarlo, ni sentirlo, ni abrazarlo. Se había ido y llevaba tres meses rehusandome a aceptarlo, y es que, ¿ahora con quién hablaría de nuestros miedos? ¿Llegaría a conocer a alguien tanto como lo conocí a el?

Mi habitación era un desastre, creo que reflejaba exactamente como me sentía. Llevaba tres meses encerrada, sin salir siquiera a la cocina. Las empleadas de mis padres dejaban mis comidas y lo que fuera necesitando en la puerta. Las fuerzas me faltaban para pararme de la cama, comer se volvió horrible, y hablar se volvió difícil. Las cortinas de mi cuarto tenían una semana que no las abría. Todos los días tenía en mi teléfono mensajes y llamadas de Camille, las cuál ignoraba, y es que no entendía cómo seguía de pie, porque a mí me estaba costando hacerlo.

Tocaron la puerta, la cuál ignore, hasta que mi padre Owen hablo.

-Ariana, tienes visita.- Hace semanas que nadie venía a verme, porque fue exacto lo que pedí.

-A quién sea dile que se vaya.- Se quedo en silencio un momento.

-Es que, es Camille.- Me senté en la cama al escuchar eso. Camille solo había llamado y mandado mensajes, pero no había venido en estos meses. La única vez que hablé con ella fue para escucharla decirme la desgraciada que era por no haber ido al funeral de Miller.

-Dile que pase.

-Vuelvo en un momento.

No había sido capaz de ir a su funeral, no quería ver su tumba, ni nada que me recordara que estaba muerto. ¿Cómo hubiera podido ir sin que se pasará por mi mente la idea de querer irme con el?

-Ariana, abre la puerta.- Dijo mi padre. Me pare de la cama y fui hasta la puerta, dude un momento si era buena idea pero al final abrí.

Ahí estaba parada, tenía unas ojeras inmensas que nunca en su vida le había visto. Llevaba puesto uno de sus buzos, dejando a un lado las faldas y blusas de lujo que siempre vestía.

Si las mentiras fueran personas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora