1. Duda sembrada

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Chicago


Las relaciones maritales para que funcionen deben ser vividas por dos, pero a veces se involucran más personas...


Faltaban unos meses para que su pequeña cumpliera cuatro años y el mejor regalo que un padre puede hacerle a un hijo es asegurar su futuro, por lo que Carter, aunque era el CEO del negocio familiar, debía hablar de este tipo de decisiones con sus padres.

—Gracias por darme algo de su tiempo, seré breve, este año he pensado en poner algunas acciones a nombre de mi Florence. ¿Qué les parece? Es buen momento, algún día sueño en que ella pueda dirigir todo esto.

El abuelo que no se metía mucho en cosas que no fueran negocios, solo sonrió, lo malo es que a su esposa no le causo gracia.

—No creo que sea lo indicado —Carter jalo aire y rodó los ojos.

—¿Motivo? —cuestiono ofendido.

—Ya sabes lo que pensamos tu hermana y yo —su madre lo considero, era una buena oportunidad, así que dejaría que hiciera su voluntad, casi. —Hazlo, solo que deberás cumplir con ciertos requisitos.

—¡Claro!

Al salir Carter de la oficina con su inesperado triunfo, el padre de este mira a su mujer y le cuestiona —¿qué se te ha ocurrido? Sé que no consideras a Samantha y Florence como parte de la familia, cediste muy rápido. ¿Cuál es la trampa?

—Me conoces perfectamente, nada ilegal te lo aseguro. —Su esposo menea la cabeza, pero si es sincero, él tampoco está muy convencido de que Florence sea su nieta. Por lo que le conviene quedarse callado y al margen.

El cambio de manos de la posesión de acciones de la compañía fue la excusa perfecta para hacer toda clase de investigaciones, entre ellos exámenes que no estaban previstos en ninguna regla o estatuto que manejara la empresa.

Allí estaba el actuar de la madre de Carter, que era manipulada por su hija, la que siempre le llenaba la mente de ideas o chismes.

Como cuando le decía que había visto a su cuñada derrochando el dinero de su hijo y era absolutamente falso, pues esta había robado las tarjetas de crédito que su hermano le dio a su esposa.

Samantha, que nunca las usaba ni enterada estaba que habían desaparecido.

Así que todos los protocolos fueron cumplidos, hasta Samantha estaba algo extrañada porque le dijeron que todo el papeleo y las visitas por los exámenes médicos eran simples formalidades.

...

Días más tarde, Sam y Florence estaban en la cocina amasando la mezcla para hornear galletas, la niña que tenía una escalera para llegar a la altura del mueble donde preparaban los alimentos, hacía lo que su madre le permitía.

Y qué niño no le gusta jugar con la masa, pues ella no era la excepción, había sacado todos los moldes de animales que tenía y se disponía a cortar las formas cuando...

—¡Señora!, su suegra y cuñada acaban de llegar —Samantha perdió su alegría al instante, pues sabía que debía armarse con su capa de teflón porque esas dos eran...

Por supuesto que la parentela de su marido era bienvenida en la casa, pero hasta el personal de servicio sabía del carácter atroz de esas mujeres, ya que reiteradamente habían presenciado el abuso verbal al que sometían a la señora de la casa.

Samantha pide de favor a Amelia que siga asistiendo a Florence, ya que prefiere mantener a la pequeña lejos de aquellas mujeres.

Así que se apresura a salir de la cocina para recibirlas, ni el delantal se quita.

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora