15. Sin que se enteren

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Poder ayudar al prójimo, tarea que pocas personas toman en sus manos...

El turno de noche se convirtió en el cobijo perfecto que la quietud les proporcionaba tanto a Sam como a la enfermera Beth, una mujer de casi medio siglo, quien con tantos 25 años laborando en el sector salud estaba asqueada de los casos de negligencia.

No obstante, lo que ambas se proponían ponía en riesgo el trabajo de aquella mujer de buen corazón y conciencia limpia.

—Beth, en serio no te involucres de más, solo indícame el camino a seguir y yo lo hago, no me podría perdonar que por mi causa te veas implicada.

Aquello reafirmo la convicción de la enfermera de ayudar a la pobre Sam, que seguramente terminaría con respuestas que poco llegarían a ser satisfactorias. Esa era su corazonada.

Beth tuvo que pedir ciertos favores a sus compañeros para moverse de las guardias del área ginecológica, para adentrarse en obstetricia. Cosa que paso sin mayores aspavientos, pues era común pedir cambios cuando llegaban a la cúspide de su curva de aprendizaje.

Allí todo fue diferente, Beth tuvo acceso a expedientes antiguos, obviamente que utilizo las autorizaciones de sus superiores, con la excusa de ir estudiando con la ayuda de datos que ya tenían.

El expediente de Sam, según Beth, no revelaba nada fuera de lo común, lo único significativo era las anotaciones aconsejando una revisión del recién nacido para descartar afecciones causadas por el sufrimiento fetal experimentado.

Cosa que, según recuerdos de Sam, su esposo había puesto atención a ello y Florence por supuesto fue evaluada por especialistas en desarrollo infantil, quienes no encontraron más que a una niña normal.

De todas formas, el expediente fue entregado a Sanders para que sus colaboradores médicos le ayudaran.

...

Días más tarde, Beth saco el cronograma de lo ocurrido durante su estancia de Sam, se descartó enseguida la teoría de que su hija biológica hubiera perecido, ya que no se reportó perdidas de recién nacidos o no nacidos.

Entonces Beth le comento que sí había pensado en la posibilidad de que le hubieran cambiado a su niña.

—¡Ay, Beth! No puedo descartar ninguna teoría, pero ¿quién sería tan descuidado para revolver a los bebés?

—Escucha, suena a locura, pero..., ¿y si fue intencional?

—¡Oh por Dios! —exclamó Samantha.

—Veamos que encontramos, imprimiré los expedientes de todas las niñas que estaban en los cuneros.

Al tener la información y por más que leían todo, no encontraban algo que explicará que Sam no tuviera a su hija a su lado.

...

Sam fotocopió los expedientes y desde luego se los llevó a Sanders, ella los leía cada que tenía un minuto libre, para luego empezar a sacar detalles por mínimos que fueran.

Sanders le pidió unos días para que sus colaboradores revisaran los documentos.

Parecería que la tarea de Sam estaba completada, solo que ella no creyó conveniente renunciar al trabajo de limpieza de inmediato.

Era una fuente de ingreso fija y mientras no supiera que seguiría a continuación en nada afectaba seguir trabajando.

En reiteradas ocasiones, Sam recreaba en su mente escenarios que fueran lo bastante reales que pudieran explicar el actuar de los doctores o enfermeras.

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora