7. Eso es todo

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Actualidad

Dio unas cuantas respiraciones forzadas, parecía estar muy agitado, su estado empezó a volver a la normalidad, una vez que la adrenalina de la discusión baja, Carter ya estaba en su estudio.

Deseaba obtener una retribución por la ofensa sufrida, no obstante, en ese mismo instante se recriminaba por haber actuado de aquella manera.

Jamás imagino que un enojo le llevaría a ponerse violento a un nivel que llegara a agredir físicamente a una mujer, lo que le gustara o no, ella había representado algo importante en su vida.

Esa noche se quedó dormido, recargado en su escritorio.

Por su parte, Samantha corrió a uno de los baños de la planta superior, no permitiría que la niña la viera en ese lamentable estado y es que temblaba como hoja, Carter se comportaba como nunca, el hombre dulce ya no existía.

El espejo le mostró con total claridad lo que sería de ahora en adelante su vida en aquella casa, por su propio bien y el de su pequeña debería tener precaución de toparse con él. Justificado o no su actuar por lo que él creía era la verdad.

El hombre se estaba convirtiendo en un peligro, su lóbulo sangraba, por lo que agarro papel para hacer presión, luego con calma busco el pequeño botiquín dentro del mueble del lavabo.

Tomo una gasa y aplico antiséptico y limpio con sumo cuidado, para terminar con una gasa envolviendo la herida, meneo la cabeza, limpio el maquillaje corrido y paso sus dedos por su melena para verse medianamente presentable.

Para entonces ya no sabía cuántas veces había tenido que lavar su rostro para limpiar sus lágrimas y borrar todo rastro de sufrimiento.

Los días continuaron su curso, lo peor es que ahora ya no podía estar tranquila hasta que no sabía que Carter se iba al trabajo.

El personal que trabajaba en la casa, según Amelia, era el que dio aviso, por lo que también debía cuidar lo que decía o hacía, pues Carter tenía ojos y oídos por toda la casa.

Como parte del castigo que su esposo les impuso, un día algunas de las empleadas, llevaron cajas a la habitación de Florence, —señora, lo sentimos, solo seguimos órdenes. Debemos llevarnos todo.

Y así Samantha y Amelia vieron como poco a poco fueron empacando juguetes, muebles, libros, ropa y decoraciones.

Samantha fue a rescatar un pato de peluche, que era la adoración de su pequeña y por el que en alguna ocasión lloro sin cesar.

—Solo detendré este, ¡por favor! Ustedes saben que mi hija lo ama —las mujeres levantaron los hombros mientras se veían entre sí.

Tres cambios de ropa le dejaron a la niña y a Samantha, solo dos, las joyas, artículos de cosmética o cuidado personal fueron aventados a una bolsa, la cual fue a parar a la basura.

Humillada, era como se sentía, y aún faltaba, al día siguiente desmantelaron los juegos del jardín y su biblioteca fue vaciada, no quedo ningún libro que no fuera un clásico, los de Sam fueron sacados.

Aquello parecía mudanza, cualquier rastro de su vida en aquel lugar iba siendo borrado, de la forma más cruel, la camioneta que le había obsequiado Carter salió del garaje y nunca volvió, Amelía más tarde le contaría que había sido llevada a la agencia para ser tomada a cuenta para el pago de cualquier otro vehículo.

—¡Mamí! ¿Nos vamos? —la pequeña al ver tanto movimiento de muebles pensó que eran vacaciones con todo y casa.

—Las vacaciones se posponen.

—¿Mis cosas van?

—Podríamos decir que es una remodelación, todo será nuevo, así que deberás esperar a que compremos todo.

—¡Aah!

...

Carter se perdía más y más en el alcohol, ya había perdido a grupo Summers, ya que no le había prestado el debido tiempo que requería dicha sociedad y ni le importaba.

La vida era miserable tanto para él como para Samantha, tenía una semana que no la veía y en vez de sentirse mejor, era todo lo contrario.

Se reprochaba por ser tan débil, pues anhelaba verla, olerla en cualquier cosa, porque al encargarse de la casa su presencia estaba impregnada en todo y él estaba en una abstinencia absoluta.

Todo porque había ordenado no permitirle hacer nada, la estaba borrando, y no estaba siendo efectivo, la odiaba, pero no podía dejar de amarla, así de jodido se sentía.

Una noche escucho ruidos y en vez de seguir hasta la recámara en la que dormía, decidió ir a averiguar.

En la cocina estaba Samantha, que bajo a preparar avena para un snack a petición de Florence.

Al verla los recuerdos de su vida antes de aquellos resultados llegaron a su mente, verla tranquila, le golpeo, la extrañaba de forma ridícula, era como ver el oasis luego de caminar bajo el abrasante sol del desierto.

Cediendo a sus instintos fue detrás de ella y la abrazo por la cintura, enterró su nariz en su cabellera suelta, aspiro profundamente, el cuerpo de la mujer se puso rígido, todo por las experiencias de días anteriores.

—No puede ser —él volvió a aspirar —ya no hueles igual —las palabras eran torpes, prueba de que estaba ebrio.

Sus movimientos eran toscos, Carter quito de su camino el cabello y beso su cuello, a Samantha ese gesto le pareció repulsivo, las manos de él acariciaban y apretaban la piel de ella, subió hasta sus pechos.

Metió la mano dentro del camisón de Samantha, allí ella ya no lo soportó.

—No... Carter, detente, tú no eres así. No lo hagas.

—¿Qué? Cállate —él la sujeta con más fuerza y con una de sus manos sube la tela del blusón y toca su piel, con su pierna se ayuda para abrir el compás de su esposa, su olor, todo en ella era su debilidad.

Hasta que la escucha sollozar.

—¡Maldita sea!, deja de llorar, ni siquiera ahora me servirás para aliviar mis ganas —la hace a un lado de forma brusca y ella cae.

—Ya no soporto esto, déjame ir —suplica Samantha.

—No, aún no termino contigo, necesito odiarte, aborrecer cada centímetro tuyo y si te vas solo voy a hundirme en los recuerdos, en lo bueno. Debo borrarte. Ahora lárgate, si no vas a abrir esas piernas para mí.

Ya no tenía salvación esa relación, Carter siempre estaba alcoholizado y las veces que ella hablaba nunca realmente se comunicaban, ambos encerrados en sus respectivas verdades.

Él la culpaba por todo y es que las pruebas eran claras, más cuando su madre le llamaba a diario para preguntar si ya había corrido a la zorra de su exmujer.

Incluso le había enviado a los abogados para que redactaran el divorcio, la suegra la odiaba tanto que deseaba que se fuera sin un solo dólar.

Samantha estaba desamparada, sin familia, sin amigos y sin dinero en el bolsillo, poco podía hacer, dependía totalmente de su esposo, mismo que se había encargado de resolver su vida, obstaculizando su desarrollo profesional al no apoyarla para que trabajara.

La primera vez que se intentó ir, llevaba todas las joyas que Carter le había dado y pensaba resolver con ellas sus problemas financieros, al menos por unos cuantos meses.

Eso fue lo último que ella soportaría, en cualquier momento en el estupor de las borracheras de Carter podía hacer algo horrendo, esa noche reunió la determinación que necesitaba para alejarse, hacerlo de verdad y con un buen plan, no como la última vez que había fallado miserablemente.

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora