36. Provocaciones

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El viaje de regreso al pent-house, fue todo menos confortable, incluso el chofer fue capaz de sentir la atmosfera que le rodeaba.

Harper ya había cambiado de brazos, por lo que Samantha no tenía mucho con lo que distraerse, miraba al exterior por la ventanilla sintiendo que la cara le flameaba.

Nunca imagino que el señor Koch le daría aquel beso, aún persistía una sensación extraña en sus labios, y aunque quería tocarlos no podía hacerlo, sus manos estaban reflejando su ansiedad.

Morgan no había dicho mucho, solo lo necesario para guiarlas al vehículo que los aguardaba en el frente del edificio.

Él mismo estaba regañándose por ser tan infantil, marcando territorio, seguir aquel impulso abría la caja de pandora y de cierto modo no se arrepentía. Era todo tan caótico en su mente, lo que sí sabía es que luego de ese breve beso, quedo con ganas de más.

Al notar a Samantha y lo mal que disimulaba su malestar -¿y qué dijo el especialista?

Sam reaccionó y volteo a verlo, tuvo que reorganizar sus pensamientos -solo reafirmo el diagnóstico, más tarde nos comunicara en que grado -los hombros de la mujer se hundieron y a Morgan no le gusto eso, él ya se había hecho resistente a esos golpes, pero comprendía el dolor y la decepción que se sentía.

Como un gesto de empatía, Koch tomo la mano de Sam y le dio un ligero apretón, ambos se sonrieron -pero esto solo es el principio. Espero que me tenga paciencia, porque me hace querer seguir hasta encontrar alguien que verdaderamente me escuche.

Extrañamente, Morgan solo capto el tratamiento de usted que ella le daba y para él eso debía cambiar, porque era una línea que debía romperse.

-Muy bien, te apoyaré hasta donde sea saludable para todos. ¿Trato?

-Gracias...

La breve charla culminó porque estaban dentro del estacionamiento y pronto descenderían, también con ello Sam creyó que lo demás estaba olvidado o al menos eso esperaba.

La señora Rose los recibió, para avisarles que Florence tenía rato, que ya estaba durmiendo.

Morgan, que llevaba a la niña, le pidió a Sam ser él quien la acostara, así que ella fue a darle el beso de buenas noches a Florence y cuando regreso a la habitación de Harper.

Se quedó cerca de la puerta, observando atentamente como ese hombre que en un principio le pareció un tirano, le demostraba lo humano y vulnerable que era. Ya se había propuesto, algún día cercano, preguntarle sobre los primeros meses de la niña.

Solo hasta que iba de salida es que Morgan se percató de que Samantha estaba allí parada.

-Debió decirme que esperaba su turno para desearle dulces sueños -dijo él en un susurro.

Y es que Morgan se tomaba unos minutos sentado a la cama, no profesaba religión alguna, pero era una costumbre, pedirle al universo o alguna deidad que le diera fortaleza y salud para cuidar de su niña. Y si estaba en su poder una respuesta o algún milagro que mejorara la condición de Harper.

Ambos salieron -¿desea cenar? -aunque Morgan no tenía mucha hambre, prefirió decirle que sí, pues eso le daría más tiempo con ella.

-Algo simple, bastará.

Ella se dirigió a la cocina y él fue a cambiarse para ponerse ropa más cómoda, apareció como siempre, sigiloso, para cuando Sam lo noto él ya estaba sentado en un banco en la barra mirándola.

Sam decidió darle calabazas, las cuales corto, pero no separo, así en medio de cada corte, coloco una rebanada de jamón, jitomate y pimiento, para llevarlos al horno y que gratinara el queso.

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora