29. Cambiémoslas

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Detrás de puertas, existen verdades que uno no imagina.

Samantha, como de costumbre, se levanta temprano, esta vez sube a la primera planta para ir a ver a Florence, que debe estar aún dormida, pero siente que no puede esperar un minuto más.

Al subir el último escalón escucha una puerta cerrarse, así que retrocede, pero es muy tarde, ya que Morgan la ve, Sam se apena por verlo en pijama, una imagen que no podrá sacar fácilmente de su mente.

—¡Buen día! —pasa de largo y entra en la habitación de Harper, así que Sam menea la cabeza para espantar la imagen de su jefe recién levantado.

Al entrar a ver a Florence, se da cuenta de que ni siquiera respondió al saludo, Sam observa el entorno de la niña, y le gusta que al menos ha recuperado lo que era su vida, en esa casa y bajo la protección de su padre, siente que no pasará carencias.

Antes de nada, se queda pensando, comprende que el señor Koch es el que levanta a Harper y le auxilia, la viste, la peina, algo difícil de asimilar y que no sabía.

Por fin se sube a la cama y se acurruca con la nena, Florence abre los ojos y se abraza a la mujer —mami, no me vuelvas a dejar —solloza y con sus manitas se aferra a la ropa de Sam.

—Intentaré no hacerlo —no puede prometer algo sobre lo que no tiene poder.

Por la noche pensó sobre cuál sería lo más sensato, considerando que aún son pequeñas, tal vez que cada uno tomara a su hija fuera lo más sencillo, no así para los fuertes sentimientos que ambos padres habían desarrollado por las niñas.

—¿Qué has hecho estos días?

Florence le muestra que ella se alista sola y le dice que desayuna con Morgan y así lo hace ese día.

La niña sigue a su madre hasta la cocina, ella prepara los alimentos y acomodan juntas la mesa.

Minutos después, el jefe aparece recién bañado, con su traje y luciendo impecable —aquí falta un lugar.

—Enseguida lo pongo, ¿de qué lado lo prefiere? —cuestiona Sam pensando que tendrá visitas.

—Es para usted, supongo que se sentirá mejor junto a Florence.

—Yo prefiero tomar los alimentos en la cocina como lo venía haciendo.

—Como desee, después no aceptaré reclamos cuando sienta que pierde su lugar con las niñas.

Sam se retira y no vuelve, sabe que tiene razón el señor Koch, pero no se siente ni con apetito, estar en una casa que no es suya, en donde todo depende de otro, en el fondo eso era lo que pasaba con Carter y miren en donde termino.

Así que no puede volver a estar en esas mismas circunstancias, en cuanto terminan el desayuno, el jefe llama a Sam, tienen cosas que hablar.

En su estudio, Morgan le señala una silla cerca de la mesa del lado derecho a su escritorio, donde se encuentra aún la montaña de papeles.

Le pasa una Tablet y ella observa las noticias que están circulando, Sam se preocupa y se lleva la mano a la boca, ese hombre solo le provoca problemas.

—¿Por qué lo hizo? —le reclama Sam, con el nudo en la garganta.

—Quiero encontrar a los responsables de este estropicio, ¿usted no? —Sam en lo menos que puede pensar en ese momento es en culpables, su vida está lejos de ser lo que deseaba, pero a cada momento parece empeorar.

—¿Tenía que hacerlo público?

—Fue la estrategia que tomaron los abogados, ya que el hospital se negó, ahora que están en la mira se volvieron cooperativos. Yo pensé que usted estaría de acuerdo.

—No se le ocurrió que eso atraería al padre de Harper.

—¿Su esposo? —, ella asiente —eso sería bueno para usted, por fin se aclarará su situación. En cuanto a Harper no me importa quienes sean sus padres, ella se queda conmigo.

Con las declaraciones de Morgan, la pobre mujer solo se veía en las peores situaciones.

—Dígame con toda franqueza, ¿en algún momento me alejara de ellas? —Morgan quisiera disipar los miedos de Samantha, pero no la conoce del todo y si él considerara que ella no es una buena persona, por supuesto que lo haría.

—Por eso debemos ser honestos, esta situación de por sí ya es complicada. Para mí Harper es mi impulso de vivir y ahora Florence se une a ella. —Ni con todo lo que le ha hecho el señor Koch, Sam puede odiarle, más cuando hace ese tipo de aseveraciones, admira esa determinación y amor que siente por una niña que no es nada de él.

A Sam se le escapa una lágrima —esta mañana comprobé que no le gustaron los arreglos que hice. Así que le propongo un trato. Quédese y cuide de ellas, quien mejor para hacerlo que usted, recibirá un pago por ello, pero deberemos hablar sobre el tipo de crianza que buscamos para ellas. ¿Acepta?

—No tengo otra opción.

—La verdad, no. En cuanto a Florence ella pasará a ser mi hija legalmente. Y si lo que le ofrezco no le interesa, es libre de marcharse. Usted no puede brindarle un futuro decente a Harper.

—Y usted cree que solo porque tiene dinero, esas niñas vivirán mejor aquí. ¿Cambiarán de personal cada que hagan una rabieta o se porten mal? Si se van conmigo, al menos tendrán amor.

—Considere que ambos por separado seremos incapaces de darles lo que necesitan —Morgan extiende su mano y Sam la toma.

Sam se levanta —le daré por escrito las actividades que Florence tenía y las que espero poder introducir a Harper. En cuanto a Carter Mitchell, deberá arreglarlo usted, manténgame al margen.

...

Y efectivamente Carter Mitchell una vez que averiguo quién estaba detrás de la demanda al hospital, toma un vuelo y se presenta a las oficinas de Industrias Koch, desde el momento que supo de quién se trataba, recordó que Sam estuvo a punto de trabajar en aquel lugar.

Wil sabiendo lo que acontecía le informa a Morgan que los problemas habían ido a tocar a la puerta.

Morgan le permite la entrada, lo llevan a una de las salas de juntas.

Carter observa todo con detenimiento y al ver entrar a un hombre piensa que no es la gran cosa, o lo que se esperaría del CEO de aquel imperio.

—En unos minutos viene el señor Koch, ¿desea algo de beber? —pregunta Wil, pero Carter declina la cortesía.

Su suposición era errada, el hombre tenía un aura imponente, aun así, no lo reconocería.

—¿A qué ha venido señor Mitchell? —le cuestiona así sin saludar, lo que desconcierta a Carter.

Sonríe de lado —Por mi esposa y mi hija, sus abogados dicen que están bajo su cuidado.

—Así es, están en mi casa. Deberá hablar con su esposa, en cuanto a la niña me temo que es imposible que vaya con usted.

Carter deja salir el aire —¿de verdad nos enfrascaremos en un juicio? No es más sencillo solo cambiarlas —allí Morgan sabe que ese hombre no vale la pena, pero lo hará desistir de la forma más fácil y cruel.

—Tiene razón, le invito a cenar, ¿ocho y media? Al salir mi asistente le dará la dirección.

...

El señor Koch avisa a la señora Rose que habrá un invitado a cenar, Sam debe aumentar los ingredientes para que alcance.

Morgan ni de chiste desea compartir la mesa con aquel hombre que en tan solo unos minutos mostró su verdadero ser.

El timbre suena y Morgan envía a Samantha para que atienda la puerta, esta que no esperaba ver a su esposo, casi le avienta la puerta, pero este pone la mano y se mete, Morgan a la distancia ve esa interacción y sonríe maquiavélicamente.

Esa sonrisa se va en cuanto Carter abre los brazos y toma a Samantha y la levanta —¡¿qué demonios?! ¡Bájame! —le exige Sam en voz baja.

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora