5. No lo reconozco

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Esa noche Samantha prefirió hacerle caso a Carter, ya que había dejado claro que no deseaba verla, se encerró en el cuarto de Florence, por fortuna Amelia no las dejaría sin alimentos.

Muy poco le importaba lo que el señor de la casa dijera, ella había trabajado para otras familias y nunca tuvo una conexión tan real y sincera como con Sam y es que la joven mujer era un sol.

Ella sufría al ver como esa hermosa familia estaba pasando por esos problemas, en su opinión el esposo era un tonto por haber cambiado radicalmente con su esposa. 
—Pero... Amelia, no necesitas hacerlo, si lo descubre Carter, no quiero que te metas en problemas por nuestra culpa.
—¡Tonterías! Tú has sido muy buena conmigo y esto es un pequeño pago por lo mucho que tú has hecho por mí. Anda, que se enfría la comida, cuando acaben solo déjalo todo encima de este mueble, más tarde vengo.

Amelia quería reconfortar a Sam, pero era más importante que comieran, ya que estaban a punto de ser las siete de la noche y se habían saltado la comida.
Samantha, por su parte, se sintió conmovida, sabía del buen corazón de esa mujer y lo mucho que la apreciaba y cómo no hacerlo si a ella le hubiera gustado tener una mamá así.

Por la mañana Samantha se levantó a la misma hora de siempre, pues no necesitaba alarma, ya estaba acostumbrada a su rutina, en la cocina preparo todo como de costumbre.

Aguardaría en la cocina, pero la curiosidad le gano, más cuando escucho el comentario de la chica que puso el servicio y sirvió los alimentos, —es la primera vez que veo desarreglado al señor.

Así que Sam fue a hurtadillas y detrás de un muro se atrevió a dar un vistazo, y en efecto aquel hombre no era su guapo esposo, no traía puesta la corbata, su camisa estaba desfajada y ni siquiera se había afeitado y que decir de su cabello que parecía no haberle pasado un peine. 

Suspiro, ambos lo estaban pasando mal, por culpa de la desconfianza.

Carter estaba desayunando cuando por un instante vio a Sam estarle observando, eso le disgusto, lo dejo pasar al notar que estaba escondida, solo qué bocado tras bocado recordó que ella era la que seguramente había preparado todo aquello.

La bilis le subió hasta la boca, aventó los cubiertos y azotó el puño en la mesa, enseguida salió la chica que había llevado los alimentos y Amelia llego tras ella.

—¡Esto sabe horrible! ¿Quién lo preparo? —la chica miro a Amelia.
—Sal de allí, no eres muy buena para esconderte —le grito Carter a Samantha. —¿Fuiste tú? —señalo los alimentos de la mesa, no queriendo un enfrentamiento frente a otras personas, Sam solo asintió.
—No lo hagas de nuevo, tu y todo lo que haces me da asco.
Samantha se tragó el nudo que se formó en su garganta, dio media vuelta y a toda prisa quería alejarse, el esposo al ser dejado insatisfecho al no poder descargar su enojo, aventó lo que estaba en la mesa al piso.

Se giró para no ver a las dos mujeres que seguían allí —¡Maldita sea! —se pasó la mano por el cabello.
—Señor, ¿le preparamos otra cosa para desayunar? —Amelia se aventuró a preguntar.
—No, déjenlo, ya es tarde.

Amelia no desperdiciaría el trabajo de la señora, así que sirvió la comida sobrante y se la llevo en cuanto se aseguró que el señor ya se había marchado.

Encontró a Sam sentada, recargada a lado de la puerta de la habitación de la niña, su cabeza estaba recargada en sus rodillas, las cuales tenía encogidas contra su pecho.

El suspiro pesado que dejo salir Amelia hizo que Sam levantara la vista —no sé ni que decir, esto... se está saliendo de proporciones, me apena no poder ofrecerte un lugar para que pudieras alejarte y pensar sin los malos tratos.

Sam no pudo contener las lágrimas —no quiero irme, creo que si lo hago esto no se arreglará, pero Carter me está mostrando una cara que no imagine tuviera. Ya no le reconozco, me ve y habla con odio.  

La manija de la puerta se movió, Florence seguramente se había levantado, rápidamente Sam se secó las lágrimas y entro.

—¡Mami! Vamo a deyayunar.
—Sí, vamos a desayunar, pero aquí —Florence hizo puchero.
—No, papi epera.
—No, amor, él ya se fue y estos días no lo veremos, se fue de viaje.
—No lleva, mi.
—Fue a trabajar, así que ven comamos porque tenemos cosas que hacer.

Samantha no podía estar sin hacer algo, por lo que recordando el estado en el que estaba su antigua habitación, considero que la labor de limpiar aquello le ayudaría.

Al entrar ya preparada con los implementos de limpieza, fue necesario ir en busca de cajas para descartar cosas y guardar otras.

Amelia cuidaba de Florence.
Algunas de sus prendas estaban hechas trizas, las aparto en una caja para desecharlas, las que estaban bien iban a otra pila, otra caja para objetos rotos.

En total limpiar aquello le llevo dos días, las cajas que contenían su ropa las llevo con Florence.
Por las noches Carter llegaba ebrio, así que el chofer debía traerlo de cualquier bar en el que se metía.

Y conforme pasaban los días, aquella situación se volvía real, ya que Carter cancelo las tarjetas de Samantha y las clases que Florence tenía, al término de una semana, ya no pudo ir a natación, no más idiomas o cursos de estimulación temprana. 

La pobre Florence también lo pasaba mal y no por la suspensión de sus actividades, no, el problema era no haber visto a su padre. 

Ella preguntaba a cada rato por su papá, —¡Mami! —Florence le llevo el celular a Sam —ama papi.
Las palabras de Florence parecían una orden, lo que ella quería era una videollamada.
...
Esa noche Samantha esperaba en penumbra junto a la ventana, eran más de las doce, no había problema, porque Carter ni se enteraba de que ella aguardaba como perrito fiel. Algo en ella siempre la empujaba a hacer aquello.

Solo podía dormir cuando estaban bajo el mismo techo, y nada de eso había cambiado.

O al menos no para ella, porque lo que vio no le gusto, Carter bajo del auto y luego extendió su mano para ayudar a bajar a una mujer muy guapa. 

No había signos de embriaguez, todo lo contrario, estaba muy sobrio y ambos iban muy contentos y sonrientes.

Carter sí que sabía de los hábitos de Samantha, por ello justamente había invitado a esa belleza, quería que experimentara rabia y celos, esos que lo carcomían desde el inicio de esa debacle.

Verlo caminar de la mano de aquella mujer le partió el corazón, peor se sintió cuando su esposo la dirigió hasta la habitación que estaba ocupando.

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora