25. Siempre puede ser peor

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Y si vas a ser mala, sé la más mala, nada a medias...

La señora Felman descansaría de la energía y vitalidad de Florence, porque claro que era un remolino, así la tenía clasificada su madre.

Trataba de que no saliera de la habitación mientras el señor Koch estuviera en casa, y todo debido al miedo y aprehensión que sentía con respecto a que terminara quitándole a su niña.

A veces no lo podía evitar, porque cuando menos lo esperaba esos dos se encontraban y platicaban, recordándole quizá lo mucho que Florence extrañaría a Carter.

Así que se escapó unos minutos y dentro de la habitación tomo el teléfono y le marco a Amelia.

—¡Hola! ¿Quién habla?

—Amelia, soy Samantha...

—¡Qué alivio escucharte! ¿Cómo están? No sabes lo que he sufrido estos meses sin saber de ustedes.

—Discúlpame, no quería meterte en problemas. Dime que estás bien, ¿cómo siguen las cosas allá?

—Las extraño tanto, nada es lo mismo sin ustedes, el señor estuvo a punto de encontrarte o eso supimos y luego el chofer me contó lo que paso.

—Ay, ha pasado tanto, todo es un lío, aún no te pudo contar, porque aún no tengo las pruebas suficientes, pero pronto, confió en que esto se resolverá.

—¿Volverás?

—No lo creo, solo quería preguntarte, ¿si todavía quieres venir a vivir conmigo?, están rehabilitando el departamento y cuando acaben si así lo deseas...

—Por supuesto, ese era el plan desde el principio, solo quiero decirte que tu esposo al parecer ya aprendió la lección.

—Yo también estoy aprendiendo mucho... Te llamo luego, borra mi número, por favor.

...

Florence no se despegaba de su mamá y cuando ella acudía con los alimentos para Harper la esperaba fuera, hasta que a Sam se le ocurrió dejarlas conocerse.

—Nena, hoy entrarás conmigo a la habitación de Harper, ella es una niña que tiene tu edad, lamentablemente padece un trastorno que la hace diferente a los demás niños que has conocido —. Le iba a decir que era la hija del jefe, solo omitió aquello, porque realmente no lo era.

—¿Esta enfermita? Le hacemos té.

—No mi cielo, no se recuperará con un té. La niña no habla y no le gusta que la toquen, así que no hagas movimientos repentinos ni intentes acercarte demasiado.

Con las debidas precauciones, entran, Harper está despeinada, deshojando un libro de pie, Sam acerca una mesita y un banco en donde le ha enseñado a la niña que debe sentarse a comer.

En algún lado había leído que debía tener hábitos y rutinas, eso les ayudaba, ya que su mente dispersa no podía enfocarse en tareas simples.

Así pues, Sam se paraba en frente y una vez que hacía contacto visual con la niña, esta la seguía al baño, para lavar sus manos. Harper regresaba y tomaba asiento en la mesita dispuesta para ello.

—Mami, ella se ve bien.

—Lo sé cariño, pronto verás que no es así.

Sam se retiró para darle espacio y dejarla comer, se sentó para observarla, Florence, imito a su mamá, camino con cautela y se acercó hasta estar frente a Harper, quien no la volteo a ver.

—No la toques, o la harás llorar.

Florence se sentó en el piso y se quedó estudiándola —mami, ¿crees que quiera jugar conmigo?

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora