21. Imprudencia

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Un día más, eso se decía Samantha, quien llevaba de la mano a Florence para dejarla con la señora Felman, cada que se marchaba para ir al trabajo, toda clase de pensamientos la agobiaban.

El primero y el que más resonaba en su mente y que aplastaba su corazón era tener que abandonar a su pequeña Florence, que se estaba viendo afectada por la ausencia repentina de su padre y ahora de su madre.

Al principio no lo resintió porque en la casa de la señora Felman encontró a tres compañeros de juegos, pero al pasar la novedad y ver que no era algo de uno o dos días, la señora Felman le comunico a su madre que veía desganada a la niña.

Incluso, sugiriéndole que la llevará para que la revisara un médico, y unos días después lo descartarían porque la misma Florence declararía que estaba pensando que dentro de poco ya no vería a su mamá y que por ello estaba triste.

Se cuestionaba cada vez más a menudo si todo lo que hacía sufrir a Florence valía la pena, ¿qué pasaría si no encontraba a su hija biológica?

Aquel había sido un día abrumador, y que de alguna manera le infundió el coraje suficiente para intentar ver a Harper de una vez por todas.

Y la solución la llevaba en un recipiente, pues en la noche se la paso investigando cómo hacer galletas con ingredientes saludables.

En distintas ocasiones ya había escuchado decir a Adele que le daban golosinas o unas famosas galletas para no dejarla hambrienta.

Al arribar a su trabajo, tenía exactamente una hora para preparar el desayuno para el señor Koch, cosa que ya tenía planeada, puesto que le presentaban las opciones y el señor elegía los menús por anticipado.

Adele llegó atraída por el aroma, y es que Sam había preparado masa para las galletas, pero antes le ofreció una a la mujer, en cuanto la comió no pudo parar hasta que se comió tres.

—¡Están deliciosas!

—Me alegra que le gustaran, ahora mismo ya tengo más en el horno, esas las hice ayer en casa. Serán las nuevas galletas para Harper, lo mejor es que son saludables.

Sam quedo libre, ya teniendo limpia la cocina, pensó que podía escabullirse y llevarle galletas a Harper junto con un vaso de leche, el señor ya se había ido.

Con un plato de galletas en una mano y un vaso en la otra, así es como Sam salió de la cocina, se dirigió al siguiente piso, con la precaución de que nadie la viera.

Como pudo al llegar a la puerta dio dos golpecitos para avisarle a la niña, no quería entrar como si nada e invadir la privacidad de Harper.

—¡Buenos días! —dijo con voz suave Samantha, no obtuvo respuesta, así que busco a la niña de forma visual, era enorme la habitación, eran casi las ocho y la encontró aun vistiendo su pijama, sentada en un rincón con unos bloques, los cuales formaba.

Sam caminó hasta llegar con ella, la cortina de la ventana estaba corrida y ahora, si podía verla, su cabello era inesperadamente claro.

—¡Hola! Te traje el desayuno—, Sam busco una superficie que pudiera acercarle para dejarle a su alcance el plato y el vaso.

¿No obtuvo respuesta de la niña, fue ignorada, así que volvió a hablarle —no tienes hambre?

Sam tocó el hombro de la niña y género que Harper aun sin voltearla a ver —¡aah, aah!

Harper gritó, hasta que Sam retiro su mano —¡calma, nena! Solo te traje galletas.

Sam tomó una y se la mostró, la niña se la arrebato de inmediato y le dio un mordisco, fue entonces que Sam recordó el objetivo de estar allí, enfoco su atención en la niña y definitivamente no tenía rasgos que la hicieran parecida al señor Koch.

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora