33. Inteligencia innata

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El corazón también tiene límites y poco puede permitir una vez que ha sido herido.

Para el pobre Morgan todo se paralizó cuando Alice decidió alejarse y él solo supuso que no todas las personas están hechas para experimentar dolor, sería acaso ese el motivo de que ella se alejara abandonándolos.

Una nota con unos cuantos garabatos que le notificaban que necesitaba espacio y tiempo para pensar sobre lo que quería de su vida, pues enfrentar la maternidad y la posibilidad de perder a un pedazo de ella la ponían mal.

Así que en cuanto Adele le informo que su esposa estaba en su casa, la sangre se le fue a los pies, no recordaba exactamente que le contesto a la señora Rose, ni le importaba.

Tuvo que pedirle a Wil que lo llevará, pues él había llegado manejando ese día, pero no se sentía en sus cinco sentidos como para hacer aquella sencilla tarea y poner a otros en peligro.

Verla parada en su recámara fue un golpe, anhelaba ese encuentro y sabía qué palabras le quería decir, una parte de él se entristeció, otra se alegró, pero por las razones opuestas; tristeza, al verla regresar a su vida; alegría, al darse cuenta de que no la veía como antes.

No había amor, lo que menos quería era tenerla cerca, pero en su situación no solo importaba lo que él deseaba. Por lo que primero, escucharía lo que tuviera que decirle, seguirle la corriente, porque debía obtener la custodia completa de su hija.

-¿Qué haces aquí? -de verdad que tenía curiosidad.

-Vi las noticias, supe que tenía que volver, no estaba loca cuando te decía que no sentía nada por esa niña.

-Cuidado con lo que dices. Además, este ya no es tu hogar, desde que nos abandonaste.

-Claro que lo es -Alice se acerca a Morgan y posa sus manos en su pecho -seguías esperándome, mi huella funcionó en esa puerta. ¿Por qué lo haría si no me quieres aquí?

-No te equivoques, acaso crees que yo tengo tiempo de ocuparme de eso. Ahora mismo estás aquí por un error que cometieron.

-No hablas en serio -Alice juega con la corbata de Morgan, empujando sus límites y viendo hasta donde la deja avanzar.

Él le retira su corbata de entre sus manos y la ve con indiferencia -basta Alice, las cosas cambiaron y aprovecharé ahora que has aparecido por tu voluntad.

-Vamos, tú y yo podemos retomarlo donde lo dejamos, éramos muy buenos en -Alice señala la cama -Morgan se enoja, esa mujer era una sinvergüenza, dejarlo tirado y ahora volver sin una pisca de remordimiento o nada parecido.

Alice se da cuenta de que ya no tiene el efecto en aquel hombre, que con tan solo unas palabras o caricias lo volvía masilla en sus manos.

-Te sugiero que empaques de nuevo, porque aquí no dormirás.

-Pero..., no puedes echarme, regrese para conocer a mi hija -Morgan en el fondo sabía que eso era más falso que su voz fingida, con la cual intentaba aparentar fragilidad.

Por lo pronto la tomo del brazo y la saco de su habitación, estando fuera -¡Samantha! -grito y fue imposible no escucharlo, así que Sam subió de prisa para ver para qué la llamaban.

-Ya que usted la dejó entrar, se encargará de vigilarla y ahora saque esas cosas de aquí, -señalo el equipaje de su esposa.

Se resignó a intentar subsanar aquella situación que provoco por tomar decisiones que no le competían.

-Llevaré sus cosas a la habitación que está preparada -Morgan sabía que era la que él le había cedido a ella y que rechazo.

-Yo esperaba que usted misma le mostrará la salida -dice de forma sarcástica.

-Pensé que sería bueno si conoce a su hija -Morgan meneo la cabeza y se tomó la frente, esa mujer era... tonta y él más por intentar verle sentido a eso que sugería.

Por una parte, no la culpaba, puesto que Samantha no sabía lo que ella le hizo, justificado o no por un dictamen médico y ahora con el descubrimiento de que Harper no era realmente su hija.

Y como fuera, dicen que a los enemigos era mejor tenerlos cerca y él necesitaba presentarle de inmediato los papeles para arreglar su situación.

-Muy bien, como desee, pero estoy seguro de que se arrepentirá. Hágame un favor y cambie la ropa de cama y limpie el desastre que dejo en mi baño.

-Sí, señor -era un castigo muy liviano y que más tarde se enteraría de lo que esa mujer daño a ese hombre.

...

Como predijo Morgan, a la mañana siguiente Sam ya estaba arrepentida, pues él y ella habían acordado que ambas niñas se familiarizaran con ellos y poco a poco hacerles saber la realidad.

Pero Alice y su impertinencia arruino eso.

-¡Ay! Morgan, ya deberías entregarles esa niña a sus padres, ¿por qué la tienes aún aquí?

Sam la vio sorprendida, aun siendo uno muy directo, había cosas que no se dicen sin el menor cuidado, esas palabras estaban carentes de empatía.

-Harper es mi hija y no la pienso entregar a nadie, ya que regresaste, empieza a comportarte como una madre y hazte cargo de la niña -Alice lo tomo como la mayor ofensa.

Sam escuchó aquello con horror, no dejaría que esa mujer se le acercara a Harper.

-Ella ni siquiera lleva mi sangre, así que deduzco que tú eres mi hija, señalo a Florence que estaba sentada a lado de Morgan en el comedor.

Florence volteo a ver a Sam a su lado, -¡mami!

Alice se empezó a reír, -ya veo, muy bonita esta interpretación de familia -miro con reproche a Morgan -. Te recuerdo cariño que seguimos casados.

-Alice, con qué cara me vienes a decir eso, si saliste por esa puerta hace más de tres años.

-Y por eso estoy aquí.

Morgan tomó su servilleta y la aventó a la mesa, alzo a Harper y Florence -vámonos, hoy desayunamos fuera, aquí no se puede -, caminaba con sus niñas cuando volteo -Samantha no te esperaremos todo el día.

-¿Y yo qué?

-No es mi problema y no te atrevas a molestar al personal -le advirtió Morgan.

Sam no tenía palabras para disculparse, más cuando Florence estaba sería.

En el vehículo Sam le cuestiono por su evidente bajón de ánimo -¿tengo dos mamás?

-Eso parece cariño, la señora Alice y el señor Morgan estaban casados igual que yo y Carter, pero cuando tú y Harper nacieron, fuimos al hospital para que las sacaran de nuestra pancita. Y allí se equivocaron. Tú eres hija de él -señalo a Morgan.

Florence lo pensó detenidamente, Sam aguardaba en lo que ella hacía una pregunta o decía algo, pero en vez de eso, prosiguió a ver a Morgan y luego a Sam, Harper también fue inspeccionada por los ojos de la niña.

-¡Ay, mami! Qué tontos, ella es güerita -señalo a Harper y a Sam -y yo negrita -tomo un mechón de su cabello y luego señalo a Morgan, quien no pudo más que reír con la conjetura a la que había llegado la niña.

-Entonces mi papi, ¿ya no es mi papi? Y tú, ¿ya no eres mi mami? -pregunto consternada.

-¿Te refieres a Carter? -Florence asintió -él está confundido con la situación y tiene problemas para saber sus sentimientos. Con respecto a mí, yo siempre quiero ser tu mamá. La pregunta es ¿quieres que lo siga siendo?

-Sí, si quiero.

-Bueno, ahora que tienes un nuevo papá, ¿te gusta la idea? -Florence que había abrazado a Sam y estaba en su regazo, miro sus manitas y apenada daba vistazos a Morgan.

-Sí, pero, ¿Harper no se enoja?

-Ambas aprenderán a compartir -le dijo Morgan -tú le prestas a tu mami y ella te presta a su papi -la idea impresiono a Florence, pero ella les daría un pequeño susto.

-Es perfecto, como las princesas, se casan y vivimos felices por siempre.

-¿Por qué lo dices? -cuestiono Morgan.

-Si no te casas, mami, se va a Chicago con Harper y yo no quiero -comenzó a llorar.

Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora