35. Estorbo

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Industrias Koch recibiría otra demanda, Morgan se enteraría de que su esposa, no solo se había negado a firmar los papeles de divorcio y sesión de custodia.

La mujer quería pelear por la custodia completa de Florence, una forma de amagarlo, su intención claramente era ganar algo, si tan solo hubiera hablado de las verdaderas necesidades que la motivaban.

Morgan no le hubiera negado una pensión si eso era lo que deseaba, Charles estaba atizando el fuego de su amigo —te vas a molestar más cuando te diga, que los papeles vienen membretados con el logo del bufete de abogados que contrato Mitchell.

El interés de su amigo era que de una vez por todas le diera una patada fuera de su vida, él de primera mano vio lo destruido que lo dejo, cuando lo visitaba en el hospital en Washington y no podía hacer mucho.

Verlo pendido de un hilo, abandonado con su recién nacida, luchando por no perder a su bebé.

Koch dejó salir el aire retenido y le dio un golpe a su escritorio con el puño, su amigo hasta se sobresaltó.

—Usa el prenupcial que Alice firmo, tuvo su oportunidad —ella en algún momento fue el amor de su vida, por ello no la trato como se merecía. El sentimiento que albergo alguna vez lo cegó, en qué momento perdió de vista el horrendo carácter que tenía.

Las cláusulas del prenupcial le impedían obtener ni un céntimo, menos cuando ella era la que había salido de casa, también estipulaba que los hijos siempre estarían a lado del padre cualquiera que fuera la circunstancia de separación, se permitirían las convivencias, pero en el caso de Alice eso lo perdió también.

Por lo que dicha demanda se la podían meter por donde mejor les pareciera, Charles estaba más que contento de poder contestar al bufete de abogados, fue tan sencillo como mandarles el prenupcial.

Claro que intentarían invalidar aquel acuerdo en un juicio, que jamás ganarían.

...

La señora Rose se quedaría con Florence, ya no tenía clases, así que solo lo pasarían las tres, pues Jocelyn estaba animándolas para sacar los juegos de mesa.

Sam y Harper acudían a la cita con el especialista en trastorno autista, Morgan no las acompaño, principalmente porque él ya no quería más decepciones cada que le afirmaban el diagnóstico.

Simplemente, llevaba el expediente de su hija, en el cual indicaba los tratamientos por los que paso en sus primeros meses de vida, el desarrollo que tuvo, pues según palabras del padre, ella balbuceaba y hasta juraría que del año a los dos daba muestras de querer hablar.

Pero al llegar a los dos años fue como si hubiera tenido un retroceso, ya no emitía sonidos inteligibles, y se agudizó su aislamiento.

Samantha, que nunca había experimentado lo que Morgan, solo se quedó con la enfermera tras el vidrio, entraba cuando se lo requería el médico, evaluaron sus niveles en varios aspectos, habla, audición, inteligencia, socialización, rigidez cognitiva.

Aquello era como un check list, que palomeaban, le sugirieron hacer pruebas de sangre, una tomografía, pero lo poco que el especialista vio le dijo a la madre era que la niña tenía autismo, en los siguientes días evaluarían todo el estudio y le podrían decir que grado del trastorno padecía.

Harper estaba hipervigilante por haber estado mucho tiempo con gente desconocida, Sam y ella se sentaron en la sala de espera, por supuesto que la pobre mujer estaba abrumada, pero no sin esperanzas.

Quería más opiniones al respecto, porque a la hora de intentar decirle al especialista los pequeños cambios que ella observaba en la niña, este solo los desestimo. No, ella llegaría con el indicado que la escuchara.

Esperando por el elevador para bajar de los consultorios, al abrirse las puertas Carter estaba a la vista, los ojos le brillaron, a su modo él le amaba, en cambio, la cara de Sam le demostró de inmediato que no le gustaba verlo allí.

—¡Samantha, amor! Hablemos, ¡por favor! —de unos cuantos pasos él llegó hasta estar frente a ella, ante eso Harper que iba agarrada del suéter de mamá, se retrajo y quedo detrás de esta.

—¿Sobre qué? —Carter intento tomarla por los brazos y acercarla más a él, pero ella se movió y con una mano alejo las de su esposo.

—Ya hice lo que me pediste, —ella se extrañó.

—¡¿Firmaste el divorcio?! —porque eso era lo único que le solicito la vez que se peleó con el señor Koch.

—Eso no, sé que estás molesta, pero son las crisis que debemos enfrentar. Yo me refiero a pelear por la custodia de nuestras niñas —. A Sam se le hizo ridículo la forma en que él las llamó sus niñas.

Ella menó la cabeza —Carter ahora no estoy de humor para esto, además, ¿cómo te atreves a pedir la custodia de Florence?

—Solo así me aseguro de que regreses conmigo —el sentimiento le gano a Sam, quería llorar y reír, eso hubiera deseado hace meses, ahora era tarde, no imaginaba su vida de nuevo a lado de Carter, ya no.

—Entiendo que creas que solo fue un malentendido y que cualquiera en tu posición haría lo mismo, pero es más que eso. Lo entendí desde el momento en que yo quedé nulificada en aquella casa.

—No, de verdad lo siento, sé que fui el peor, te juro que me lo reprocho todos los días y debes saber que lo hice porque te amo, la mujer que lleve, no paso nada, solo quería que te doliera como lo hacía conmigo en ese momento.

Con algunas lágrimas derramadas, Sam contemplo que aquellas palabras y cualquier cosa que dijera ya no importaba, lo podía perdonar si eso lo dejaba tranquilo. Porque él no sabía a qué se refería ella.

—Escucha, para ti, será difícil convivir con Harper, por el momento será mejor que quede a mi cargo, más adelante yo misma te aviso cuando esté lista para visitarte. —Sam sintió el tirón insistente de la niña, así que se giró y la levanto en sus brazos.

Carter miró a la niña, pero esta vez observarla, dolía todo lo que Sam y sus palabras implicaban, la niña era su miniversión, sus ojos eran igual a los suyos.

Tomo del brazo a Sam y de una u otra forma haría que se fueran con él, ese era el mejor momento, ya estando en Chicago se enfrentaría a Koch.

El ¡ding!, del elevador sonó, —Mitchell, ¡creo que ya te había advertido! —Morgan avanzo con singular rapidez y con un aura de peligro envolviéndole.

—No estamos en tus dominios —Carter le miro con cinismo.

—Te equivocas, a donde yo vaya es mi dominio, si así lo quiero —tomo la muñeca del hombre, ejerció presión para que este soltara a Sam.

Koch pasó su mano por el hombro de Samantha, Harper miro a su papá y este le dedico un guiño.

—Aquí estás de más, ¿por qué tu empeño por interponerte entre mi familia y yo? —le cuestiono Carter.

Morgan tuvo la respuesta en su cabeza, y actuó en consecuencia.

Cambio su mano del hombro de Sam, para bajarlo a su cintura, la giro y la dejo frente a él, con su mano libre tomo su mejilla, la miro por una fracción de segundo y beso lentamente aquellos labios.

Sam primero abrió grande los ojos, para luego solo saborear aquel beso, pues los labios del hombre eran tan suaves y su fragancia la envolvió dejándola atontada.

Koch se alejó, queriendo más, el sentimiento de bienestar se disipó al recordar que la intención también era irritar a ese cabrón.

Ya separados, Koch no la soltó, Harper estaba recargada muy cómodamente en el hombro de su madre, como si aquello fuera normal.

—Ya veo, y yo afligido por tus lágrimas falsas... Pero esto no se queda así —Carter dio media vuelta y desaprecio en el elevador.



Maldigo el día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora