Capítulo 3

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Charles

Despertar con la cabeza colgando de la cama y con un terrible dolor de cabeza definitivamente no estaba en mis planes. Intento moverme pero el dolor asentado en mi cabeza solo empeora. Entonces la puerta se abre y Carl, mi hermano y compañero de piso, asoma su cabeza.

− Lo hiciste de nuevo Charles.

−Mierda− murmuro para mi mismo− ¿Cuántas tomé?

−Ummm como cinco distintas, te dije que no era buena idea ir a ese bar. Pero al menos pude conseguir el Instagram de una chica que estaba buena.

Dicho eso cerró la puerta. Me pongo de pie como puedo y me dirijo al baño de mi habitación para darme una ducha renovadora. Pensé que no sería capaz de ingerir drogas, no después de las palabras que me dio la doctora Martínez el martes pasado "Si sigues por este camino lamentablemente va a terminar en una tragedia algún día, y tu hermano menor quedará solo, él te necesita solo tiene diecinueve, usa la empatía". Para colmo en unas horas me tocaba la segunda sesión de la semana. Vaya mierda, necesito sacar todo rastro de que he consumido por que sé que la psicóloga se dará cuenta que lo he hecho, ya me conocía bastante bien después de casi dos meses de sesiones.

¿Y como empezó este rollo de las drogas? Desde que por mi culpa mis padres hayan muerto en un accidente de auto hace tres meses, sé que yo no soy el maldito camionero que los chocó pero es por mi que ellos iban en ese auto ya que venían a visitarme a mi actual departamento para ayudarme a terminar de pintar la puta sala. Desde entonces mi hermano Carl vive conmigo, él nunca menciona el tema de nuestros padres pero estoy seguro de que debe odiarme por ello. Y en el único momento que puedo dejar de sentir esta culpa que me carcome la cabeza y el alma es cuando me drogo o bebo, me ayuda a dejar de pensar... y prefiero dejar de pensar que estar consciente y sentir esa presión constante en el pecho.

Me dirijo a la cocina y me preparo huevos revueltos, mi hermano Carl esta almorzando filete con ensalada mientras mira a su youtuber favorito en la tv.

–¿ Entonces hoy puedes cubrirme en el trabajo?, recuerda que es viernes.

–Claro, pero me quedaré con el dinero y propinas recaudadas del día – dice entre risas dando un bocado a su filete.

Trabajo en un taller de autos a dos calles de casa. Fue papá quien me enseñó todo sobre el empleo, y como mantener una renta y conseguir lo suficiente para comer todos los días es imposible sin un trabajo de tiempo completo no me quedo otra alternativa que dejar los estudios de diseño gráfico que tanto me encantaban para independizarme. Carl decidió querer aprender para ayudarme al menos en el turno tarde ya que por las mañanas estudia en la Universidad. Y como los martes y viernes tengo las tardes ocupadas quedamos en que él se ocuparía de cubrirme en el taller.

En un abrir y cerrar de ojos estaban a punto de dar las cuatro pm en el reloj. Salí corriendo del edificio, para mi suerte vivía a la vuelta del consultorio. Al llegar salude a Sophie, la recepcionista, y me senté a esperar a ser llamado por la doctora.

– Señor Irwin, pase por favor.

Al ingresar salude con la mejilla a la psicóloga Martínez, después de todo ya éramos casi amigos por todas las cosas que sabe de mi.

–¿Como haz estado?– pregunta ella una vez que ambos tomamos asiento– ¿seguiste mi último consejo?

Si se refiere al tema de consumir... evitando la parte en la que hace horas metí drogas en mi organismo, comienzo a hablar:

–¿De intentar explicarle a mi hermano por que hago lo que hago con las sustancias que ingiero?, no. Pero insisto en que se lo debe imaginar, como yo me imagino que él me odia por lo que le paso a...

–Charles ya hablamos de esto... lo mejor que se puede hacer con las cosas ya sean difíciles o no es hablarlas, no puedes saber lo que Carl siente sin saber lo que en verdad piensa.

Me recosté en el sofá mirando el gran ventanal y pensando en sus palabras.

– Ojalá fuera tan sencillo. Pero el miedo me vence.

– ¿Miedo a que querido?

– A que no quiera volver a hablarme.

Una vez cumplido el horario de la sesión, y como siempre me sucede me auto convenzo que voy a hacer lo que la doctora me aconseja, pero al salir por la puerta del consultorio me invade el miedo otra vez...al menos tuve la suerte de disimular que anoche no me comporté bien y que traía una resaca insoportable.

Al dirigirme a la salida caigo en cuenta de que olvido mi móvil en la mesa del consultorio por haberme recostado en el sofá, pero cuando me giro sobre mi mismo oigo que la doctora llama a su próxima paciente:

–Señorita Evans, pase por favor.

Mierda. Deberé esperar una hora a que termine con su paciente para no interrumpir la magia de las sesiones y el hilo de la conversación. Decido tomar asiento y esperar, me sorprendo a mi mismo mirando dos veces la espalda de la chica que acaba de ingresar, más específicamente toda su figura trasera. Lindas piernas.

Cuando el horario fue cumplido y oigo la puerta del consultorio abrirse, suspiro con alivio, ya no sabía que más hacer en sesenta minutos, ese programa de chismes lleno de comentaristas que estaban dando en la TV de la recepción me estaba aturdiendo en la cabeza. Al menos tuve la primicia de que Justin Bieber va a ser padre.

Ya dispuesto a ir por mi móvil me detengo en seco al ver que la chica que salía de su sesión salió de la misma corriendo hacia el baño. Y no al de mujeres. Con esas lindas piernas parecía que corría a la velocidad de la luz. Extrañado me aproximo al baño de hombres, y mi sorpresa crece aún más al oír sonidos de vomitos acompañados de maldiciones.

¿Debería meterme?

Tu movil Charles. Ya esperaste una hora.

Pero la curiosidad y amabilidad me venció.

–¿Señorita?– pregunto golpeando la puerta del cubículo– ¿está bien?

Espero que sea el cubículo correcto, no quiero ver a ningún hombre cagando.

Al cabo de unos minutos ella sale y intento disimular que acabo de alzar las cejas por la sorpresa. Tenía el cabello negro azabache en una coleta, ojos verdes que son muy difíciles de dejar de mirar, una nariz perfilada con algunas pecas que me parecen muy tiernas y sensuales de igual nivel, tez blanca y unos labios...sin contar sus lindas piernas y nalgas que ya me ocupe de ver antes.

Me aclaro la garganta para que no se de cuenta que no acabo de escuchar lo que me dijo, solo un leve sonido dulce inentendible.

Luego de nuestro escaso intercambio de palabras la veo irse nuevamente a toda velocidad. Si sé que cada vez que tenga terapia me cruzare con tal hipnotizante mujer... voy a tener un incentivo para seguir viniendo.

– Charles pensé que te habías ido, ten tu móvil– dice la doctora Martínez al verme salir del baño.

Lo tomo agradeciéndole a la vez que veo como la misteriosa mujer con cabello negro azabache se va del edificio.

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