Capítulo 90 - Búsqueda de misiones (4)

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Traducción: Eila

Intenté despertarlo después de haberme apoderado de varios artefactos del cuerpo del Sumo Sacerdote.

El hechizo somnífero que le apliqué ya se había levantado.

Se suponía que eso bastaría para despertarlo, pero el alienígena sólo siguió roncando ruidosamente sin moverse.

"¡Harumph... Harumph!"

Babeaba mientras tenía la boca abierta y la lengua estirada.

Pronto comprendí por qué no se despertaba.

También reconocí la identidad del hedor a leche que llenaba la habitación.

Fruncí el ceño.

'Este cabrón está borracho. Está completamente borracho'.

No sólo está borracho. Se ha desmayado por completo.

'Aunque la bebida debía estar estrictamente prohibida según la doctrina de la Diosa Madre de la tierra'.

El Sumo Sacerdote, el guardián de la doctrina y el símbolo del culto, estaba borracho y enredado con hembras.

'Espera, el licor que existe en este mundo es...'

Debido a la habilidad que me hacía incapaz de olvidar una vez guardada la información, no había forma de evitar el desagradable recuerdo que entró volando como una onda.

'Licor de leche'.

La fuente del material era probablemente...

Desvié la mirada de forma natural hacia él y a las hembras.

Entonces apunté mi dedo hacia el Sumo Sacerdote.

Levanté su cuerpo en el aire con psicoquinesis.

Después de ponerlo fuera de contacto con los objetos o criaturas circundantes-

Activé mi magia.

[¡Chispa!]

¡Buzz!

Una corriente azul envolvió el cuerpo del alienígena.

El Sumo Sacerdote se convulsionó como loco mientras seguía en el aire.

"¡kdnwnwooooo!"

El Sumo Sacerdote, que gritaba y temblaba, cayó al suelo.

¡Tsssssss!

Salió humo del pelaje chamuscado.

"¡Argh! ¿Q-Quién es este bastardo?"

La descarga eléctrica parecía haberle quitado la resaca.

Sólo entonces el alienígena se despertó y se volvió cauteloso con su entorno.

Una voz aterrorizada sonó en mi oído mientras estaba bajo la magia de interpretación.

"¡¿Humano?! ¿Cómo puede haber un ser humano aquí?"

¿Cuán sorprendido debía estar para que sus fosas nasales se dilataran casi el doble de lo habitual y sus ojos se enrojecieran?

Gritó desesperadamente.

"¡Caballeros! Caballeros..."

Intentó llamar a los Caballeros Sagrados, que estaban vigilando el exterior.

Pero el peligro había sido sellado.

Corté sus palabras con una voz escalofriante.

"Pedir ayuda es inútil".

Regresé y lo conquisté todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora