Capítulo 2

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Jennie

Mamá me había dejado muy claro que no conocería a Lisa hasta que nos presentaran formalmente durante la cena. Se suponía que yo debía quedarme en mi cuarto toda la tarde, mientras mis padres y mi futura mujer discutían acerca de mi vida, como si yo fuese una cría de dos años sin opinión. Sin voz ni voto.

Salí a hurtadillas de mi cuarto al escuchar el timbre. Llevaba un vestido peto vaquero y, debajo, una camiseta blanca sin mangas con girasoles. Iba descalza, de modo que no hice ruido cuando, de puntillas, me dirigí al rellano superior para evitar así los escalones que crujían.

Me arrodillé para hacerme pequeña y espié a través de la barandilla. Por el murmullo de voces, supe que mis padres estaban charlando de cosas insustanciales e intercambiando cortesías varias con dos mujeres. Papá entró en mi campo de visión con su sonrisa oficial y seguido de mi madre, que irradiaba felicidad. Aparecieron entonces las otras dos.

No me costó adivinar cuál de ellas era Lisa. Superaba en altura a papá y a la otra mujer. Entonces comprendí por qué la comparaban con Jackson: era alta y fornida, y el traje de tres piezas azul oscuro la hacía parecer aún más imponente. Su expresión parecía de acero, fría e insondable. Ni siquiera el pestañeo exagerado de mi madre logró arrancarle una sonrisa. Por lo menos su acompañante sí que parecía querer estar aquí.

Lisa no se veía mayor. Se le intuían los músculos, incluso a través de las varias capas de ropa.

Lisa era una mujer adulta, una mujer tremendamente imponente y poderosa. Yo apenas había terminado el instituto. ¿De qué se suponía que íbamos a hablar?

Me encantaba el arte moderno, dibujar y hacer pilates. Dudaba que aquello le interesara a una mujer como ella. Probablemente, la tortura y el blanqueo de dinero fueran sus pasatiempos favoritos; también, tal vez, tirarse a alguna puta de vez en cuando. La angustia se aferró a mis entrañas. En menos de cuatro meses, tendría que acostarme con esa mujer, con esa desconocida. Con una mujer que tal vez había conducido a su esposa a la muerte.

Sentí un ramalazo de culpa: estaba presuponiendo cosas. Lisa había perdido a su mujer y ahora tenía que encargarse de sus hijos ella sola. ¿Y si estaba de luto? Aunque no lo parecía.

Teniendo en cuenta que las personas de nuestro mundo aprendían desde pequeños a ocultar sus sentimientos, su inexpresividad no significaba nada.

—¿Por qué no vamos a mi despacho, nos tomamos una copa de buen coñac y hablamos del matrimonio? —propuso papá, que señaló el pasillo.

Lisa asintió.

—Voy a asegurarme de que todo vaya bien en la cocina. Nuestro chef está preparando todo un festín para esta noche —dijo mamá, entusiasmada.

Tanto Lisa como su acompañante le dedicaron una sonrisa de cortesía.

¿Aquella mujer sonreiría de verdad alguna vez, con los ojos y el corazón?

Esperé a que todos desaparecieran de mi campo de visión antes de bajar corriendo y meterme en la biblioteca contigua al despacho. Pegué la oreja a la puerta que conectaba con este para escuchar la conversación.

—Esta unión nos beneficiará a ambos —empezó papá.

—¿Ya le has contado a Jennie lo del enlace?

Oír mi nombre pronunciado por la voz grave de Lisa por primera vez me aceleró el corazón. La oiría decirlo durante el resto de mi vida.

Papá se aclaró la garganta. Aun sin verlo, sabía que estaba incómodo.

—Sí, anoche.

—¿Y cómo reaccionó?

—Es consciente de que casarse con una segunda es todo un honor.

Dulce Tentación | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora