Capítulo 6

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Lisa 

Los tíos de Jackson, los otros segundos a los que yo no tragaba, fueron los primeros en pedir que me acostara con mi esposa.

Jennie y yo estábamos con mis hermanas y sus padres cuando el primer grito se oyó por encima de la música.

Lo siguieron vítores y aplausos y, a continuación, coreada por la mayoría de los hombres, la exigencia: «Llévatela a la cama».

Ni el padre ni el hermano de Jennie se unieron a la petición. Taehyung me lanzó una mirada que rayaba en la amenaza. En cualquier otro momento, habría reaccionado como correspondía a aquella falta de respeto, pero ese, sin embargo, no era el momento. Tenía más cojones que su padre, eso sí que debía reconocérselo.

Jennie se aferró a su copa de vino y dedicó a mi hermana Minnie una sonrisa avergonzada.

Esta me abrazó con fuerza.

—No me obligues a patearte el culo, hermanita: sé buena con ella. Es un encanto.

Me liberé de su abrazo. No pensaba hablar de sexo con ella.

Hyun Suk me miró duramente, pero ambos sabíamos que, pasara lo que pasara esa noche, ya no era su responsabilidad. Ciertamente, adoraba a su hija, pero también amaba el poder y, de tener que elegir entre los dos...

Me volví hacia mi mujer, cansada de que todo el mundo metiera las narices en nuestro matrimonio. Jennie me miró tímidamente con las mejillas rojas. Le ofrecí mi mano y ella la tomó sin vacilar. Tenía la palma sudorosa.

—¿Estás lista para subir? —murmuré, y me incliné para que solo ella pudiera oírme.

Tragó saliva y asintió.

Me volví hacia nuestras familias.

—Con vuestro permiso.

Antes de que nos marcháramos, Chae Rin abrazó a su hija una vez más y le susurró al oído algo que la sonrojó intensamente.

Todavía con la copa de vino en la mano, permitió que la condujera hacia la salida. El silencio volvió a reinar entre ambas. Pensé en decir algo que la tranquilizara, pero lo cierto era que no había nada que decir y, de todas formas, yo tampoco era una mujer a la que se le dieran bien ese tipo de cosas.

Jennie dio un sorbo a la copa. Ya iría, por lo menos, por la quinta.

—¿Qué te ha dicho tu madre? —pregunté para llenar el tenso silencio entre nosotras mientras subíamos a la suite en ascensor.

En cuanto se abrieron las puertas, salimos.

Otro sorbo. Me detuve y le quité la copa. Si se emborrachaba, tendría que terminar falseando las putas manchas de sangre.

—Ya basta.

—Es ginger ale.

Lo probé, sorprendida.

Jennie buscó algo en el bolsito blanco que le colgaba del hombro.

—Solo he tomado una copa de vino espumoso en la recepción. No quería emborracharme. —Y aquellos enormes ojos azules se clavaron en los míos.

—¿Qué te ha dicho tu madre? —volví a preguntar mientras la conducía por el trecho restante hasta la suite.

Abrí la puerta y Jennie frunció los labios.

—Que debía satisfacerte y tratar de disimular mi falta de experiencia.—Resopló—. Ahora mismo, me conformo con no desmayarme de miedo.

Y abrió mucho los ojos.
 
Le hice un ademán para que entrara; yo la seguí y nos quedamos solas. La zona del salón era amplia, con dos sofás y una mesa de comedor en la que dejé la copa. No es que fuéramos a usarla, pero era costumbre que nos alojáramos en la mayor suite del hotel, aunque no necesitáramos más que un dormitorio. Miré entonces a mi joven esposa, que acababa de sincerarse conmigo, honesta hasta la vulnerabilidad.

Dulce Tentación | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora