Capítulo 3

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Jennie

Seguía temblando cuando entré en mi cuarto después de aquel primer encuentro con Lisa. Ella se había mostrado intensa y fría, por no decir dominante. ¿Ordenarme cambiar de fondo de armario? ¿Cómo se atrevía?

—¡Ahí estás! ¿Dónde te habías metido? —preguntó mamá mientras me llevaba hacia el vestidor—. Tenemos que arreglarte. Por el amor de Dios, Jennie, ¿qué llevas puesto?

Me tiró de la ropa hasta que empecé a desvestirme, todavía en trance.

Mamá me miró con curiosidad.

—¿Qué pasa contigo?

—Nada —respondí en voz baja.

Acto seguido, se volvió hacia la selección de vestidos que debía de haber sacado y extendido en la banqueta antes de que yo llegara.

—No puedo creer que no tengas ni un solo vestido decente.

Siempre había evitado ir a los eventos oficiales, porque no soportaba la actitud falsa, el chismorreo y las puñaladas traperas de quienes asistían a ellas.

—¿Qué tienen de malo mis vestidos?

Mamá había elegido los tres menos extravagantes de mi colección. Todos eran del estilo retro de Audrey Hepburn, que me encantaba. Escogió uno azul celeste con lunares blancos.

—¿No tienes nada liso?

—No —respondí. ¿Acaso nunca se había fijado en mi ropa o qué?

Tenía que agradecer a papá la libertad de vestir como quisiera. Aunque él fuera conservador, siempre le costaba decirme que no. Y, así, a mamá no le quedaba más remedio que claudicar.

Suspiró y me tendió el vestido azul.

—Este va a juego con tus ojos. Esperemos que a Lisa no le eche para atrás el estilo ridículo.

Me enfundé el vestido sin decir palabra mientras recordaba lo que había dicho Lisa sobre mi ropa y mi flequillo.

—Maquíllate, Jennie. Tienes que parecer mayor.

La miré exasperada, pero ella ya salía por la puerta.

—¡Y ponte tacones!

Respiré hondo y parpadeé para contener las lágrimas. Hasta entonces había tenido suerte. Había preferido hacer la vista gorda respecto a todo lo que en realidad suponía el hecho de pertenecer a la mafia, pero sabía perfectamente qué ocurría de puertas adentro. Nuestro mundo era cruel. Papá se había portado bien conmigo, pero yo sabía cuántas de mis primas habían sufrido el abuso de sus propios padres y había visto cómo mis tíos trataban a sus esposas.

Mi difunto prometido tenía más o menos mi misma edad; un chico callado y casi tímido al que mi padre había elegido para protegerme. Con él habría podido hacer lo que quisiera una vez casados, mantener mi posición contra la suya, de ser preciso. Eso sería complicado con Lisa. No me gustaba sucumbir a las emociones negativas, pero el miedo que sentía se había transformado en un dolor agudo que me atravesaba el pecho.

Cogí los tacones azules y me dirigí al tocador. Tenía los ojos vidriosos cuando me enfrenté a mi reflejo. Me maquillé más de lo habitual, pero, aun así, muchísimo menos de lo que mamá y Lisa probablemente esperaban.

Al bajar las escaleras para la presentación oficial, logré serenarme. Todavía me ardían los ojos por haber estado al borde del llanto, pero mi sonrisa no flaqueó ni por un momento mientras descendía los escalones en dirección a papá, Lisa y su acompañante, Jisoo.

Dulce Tentación | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora