Jennie
Me dolía el pecho al pensar en el encuentro de Lisa con Leo esa mañana. Había visto el dolor reflejado en los ojos de mi esposa ante la reacción de su hijo con ella. Tenía que ayudarlos de alguna manera, pero primero tenía que averiguar por qué Leo se comportaba así. Por algún motivo, no me imaginaba a Lisa haciéndole daño a su hijo de ninguna forma. Era perfectamente capaz de llevar a cabo los actos más depravados imaginables; los rumores sobre sus prácticas en el trabajo habían llegado hasta mis oídos en Baltimore, pero, por cómo miraba a sus hijos, era evidente que los quería. No, tenía que haber pasado algo entre ellos. Me daba la sensación de que era algo relacionado con Sana, lo cual era un problema, porque Lisa se negaba a hablar de ella. Leo no hablaba en absoluto, y no estaba muy segura de que mencionarle a su otra madre fuera una decisión inteligente. Me dirigí a la cocina con Lily en brazos y Leo siguiéndome de puntillas. Tenía la cara llena de churretes porque no había encontrado la tableta. Yo la había visto en lo alto de la estantería de su cuarto, pero había decidido no dársela: tenía que aprender a entretenerse sin esa cosa. Aquella obsesión con la tecnología no era sana.
Sybil estaba preparando gofres. La cocina olía a vainilla y a masa caliente.
Jungkook y Domenico no habían llegado todavía, pero sabía que estarían en algún lugar de la casa, de lo contrario, Lisa no se habría marchado. Kuku se deslizó bajo la mesa, probablemente con la esperanza de repetir lo de la mañana anterior, pero los dulces no eran buenos para los perros. Me aproximé a Sybil mientras Leo se arrodillaba frente a la mesa para observar a Kuku.
—Deja que sea él quien venga a ti, Leo. Es tímido, pero al final se acercará. Dale tiempo, ¿vale?
Él asintió, distraído, pero no se movió.
—¿Podrías preparar también un poco de beicon?
—¿Para el perro? —adivinó Sybil.
—No quiero obligarlo a comer. No cuando todavía no confía en mí. Y esta es la única manera de que se coma el desayuno.
Asintió con la cabeza. No parecía del todo convencida, pero, aun así, sacó el beicon de la nevera.
—Gracias.
Jungkook no tardó en unirse a nosotros, pero Domenico seguía sin aparecer. Para mi sorpresa, se sentó junto a mí. Y, como el día anterior, su sonrisa no se hizo esperar, sus miradas fueron un poco demasiado íntimas y su brazo rozó el mío en un par de ocasiones «por accidente».
No fui la única que reparó en ello, porque Sybil lo fulminó con la mirada.
Ignoré todo aquello, no muy segura de cómo debía proceder. Mi plan para conseguir que Leo comiera funcionó como lo había hecho el día anterior. Kuku recibía un trocito de beicon por cada trozo de gofre y plátano que comiera Leo. A mi modo de verlo, era una situación beneficiosa para ambos, y Kuku, por supuesto, estaba de acuerdo conmigo.
—He pensado que podríamos salir todos a pasear, así Kuku vería sitios nuevos —le dije a Leo.
Él asintió enseguida y su emoción prendió la mía propia.
—Suena bien. Hace buen tiempo y no hace demasiado frío. Conozco un parque no muy lejos de aquí —comentó Jungkook.
Genial. —Me levanté—. ¿Por qué no te adelantas y vas preparándolo todo mientras yo hablo un momento con Sybil?
Jungkook nos miró a ambas antes de ponerse en pie y salir. Llevé los platos al fregadero, donde Sybil frotaba la sartén.
—Tú trabajaste aquí desde el día uno del matrimonio de Lisa con Sana, ¿verdad? —le pregunté en voz baja, para que los niños no me oyeran.
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Dulce Tentación | Jenlisa G!P
Roman d'amourLisa es una jefa de la mafia que domina con mano de hierro la ciudad de Filadelfia. Cuando su mujer muere y se queda al cuidado de sus dos hijos pequeños, Lisa necesita una nueva esposa que les haga de madre. La elegida es Jennie, una joven adorable...