Capítulo 8

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Lisa

No me gustaba mantener contacto físico por las noches y, en el pasado, a menudo ni siquiera dormía con mi difunta mujer. De todos modos, ella tampoco quería estar cerca de mí por las noches. Jamás se había molestado en ocultar lo mucho que le disgustaba el tenerme cerca o, peor aún, que durmiéramos juntas..., excepto cuando quería algo de mí.

Jennie había buscado mi proximidad y yo se la había denegado.

La luz matutina iluminaba su rostro hinchado, las lágrimas le habían pegado las pestañas a la piel. Estaba cerca, se había acercado mientras dormía hasta casi rozarnos. Sentí un irracional deseo de tocarla, pero no de forma sexual. Apoyada sobre un codo, la contemplé mientras dormía plácidamente. Como durante muchas de las noches anteriores, había tenido pesadillas con el cuerpo ensangrentado de Sana. Casi nunca soñaba con la gente a la que había matado y, sin embargo, mi difunta esposa todavía se me aparecía en sueños.

Jennie se movió y abrió los labios en un leve suspiro. Me incorporé y saqué las piernas por el lateral de la cama, de modo que le di la espalda.

El colchón se movió. Miré por encima del hombro y vi a Jennie desperezándose y frotándose la cara enmarcada por el pelo enmarañado. Al reparar en mi mirada, clavó sus ojos en los míos y sonrió con vacilación.

La luz matutina no fue amable conmigo, porque Jennie estaba absolutamente encantadora, de una forma del todo adolescente.

Mierda.

Me puse en pie.

—Tenemos que prepararnos. Dentro de poco vendrán las mujeres a por las sábanas.

Jennie cogió mi reloj de pulsera de la mesilla de noche.

—Solo son las ocho. ¿De verdad crees que vendrán a molestarnos tan temprano después de nuestra noche de bodas?

Seguramente no, pero no quería perder el tiempo en la cama. Tenía varias reuniones concertadas a lo largo del día y la más importante era con Jackson, para comer. Tenía que aprovechar que estaba en la ciudad, así que cogí el móvil de la mesilla y le mandé un mensaje a Minnie para que recogieran las sábanas en media hora. Recibí su respuesta al instante.

"¿No piensas quedarte en la cama hasta tarde después de tu noche de bodas?"

"No te metas donde no te llaman."

Tras responder, volví a dejar el móvil en la mesilla e ignoré la mirada apreciativa de Jennie. La noche anterior la había visto observándome y ahora, por la mañana, lo había vuelto a hacer. Su reacción me sorprendía y, por supuesto, me alegraba que se sintiera atraída por mi cuerpo y no consternada, como Sana.

—Minnie y el resto vendrán en media hora. ¿Quieres ducharte tú primero?

Jennie se mordió el labio y desvió la mirada antes de asentir.

—Vale.

Se quitó las sábanas de encima y se puso en pie. La miré de arriba abajo y, por un momento, consideré decirle a Minnie que esperasen. Jennie estaba preciosa, y el plan de volver a hundirme en su coño estrecho resultaba muy tentador; no obstante, la mancha de sangre en las sábanas me recordó por qué eso no iba a suceder.

Un cuarto de hora después, Jennie ya estaba duchada y vestida y yo me encaminaba hacia la ducha. Había escogido uno de los vestidos que le había hecho llegar a casa de sus padres: uno de manga larga, rojo y elegante, que le llegaba hasta las rodillas y se ceñía a su cuerpo esbelto. Seguía sin parecer de mi edad, pero, por lo menos, tampoco tenía el aspecto de la adolescente que era.

Dulce Tentación | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora