Capítulo 10

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Lisa

Jennie me miró con los ojos bien abiertos. El cerebro me iba más lento de lo normal. Su sabor perduraba en mi lengua y todavía sentía la calidez de su precioso culo en mis muslos. Pese a mi promesa de mantener las distancias, la había arrastrado a mi regazo en cuanto había podido. Y ella no se había resistido. ¿Porque me deseaba o porque temía rechazarme?

Los berridos de Lily subieron de volumen.

—Seguramente tenga hambre.

—Eh... ¿Vale? —Jennie estaba paralizada.

Suspiré, me puse en pie y me recoloqué la polla, de forma que la erección no fuera tan evidente.

—Ven, voy a enseñarte dónde está todo.

Jennie se puso una bata y me siguió. Mientras bajábamos para preparar el biberón, se detuvo.

—¿No deberíamos tranquilizarla antes de bajar a la cocina?

Lo pensé y asentí despacio. Mientras yo me ocupaba de Lily, Sybil se encargaba de preparar el biberón. Y, una vez que se lo daba, yo volvía a la cama.

Nos dirigimos al cuarto de Lily y entramos en él. Encendí las luces. Mi hija tenía la carita arrugada y enrojecida por el llanto. Se me partió el corazón. Siempre había sido muy llorona, pero desde la muerte de Sana había ido a peor. Ahora parecía como si a cada berreo le añadiese un deje acusatorio, y la culpa se tornaba más pesada sobre mis hombros.

Me acerqué a la cuna, cogí a Lily y la arrullé entre mis brazos. Tan solo calló un momento. Suspirando, volví a la puerta, donde Jennie esperaba con expresión insegura.

—No tienes ni idea de niños, ¿verdad?

Ella vaciló.

—Solo sé lo que he leído.

Era lo que había imaginado. Sus padres me habían hecho creer que era una canguro experimentada, pero, por supuesto, aquello solo había sido una estrategia. Bajé las escaleras meciendo a Lily y con Jennie pisándome los talones. Cruzaba los dedos para que Leo no se despertase también. No sería capaz de calmarlos a ambos a la vez, aunque dudaba que él fuese a permitir que yo lo tranquilizara.

Reprimí la frustración que bullía en mi interior y entré en la cocina. Hacía tiempo que no preparaba un biberón, pero Sybil lo había dejado todo dispuesto.

Señalé hacia los biberones y la leche en polvo.

—Tienes que preparar el biberón.

Los ojos de Jennie se posaron sobre mí.

—No lo he hecho nunca.

Suspiré de nuevo y le entregué a Lily.

—Entonces sujétala tú mientras yo te enseño cómo se hace.

Jennie miró a mi hija y tragó saliva. Me miró avergonzada y predije lo que diría a continuación.

—Nunca he sujetado a un bebé.

Por un momento quise decirle de todo, pero me contuve. Jennie había tenido menos que decir que yo en lo que al matrimonio respectaba. Ella no tenía la culpa de no tener ni idea de cómo ser una madre.

—No es complicado. Solo extiende los brazos y cógela.

—¿Y si se me cae? ¿O si le hago daño? ¿O...?

—Jennie, no va a pasar nada. Ni se te caerá ni le harás daño.

Ella asintió e hizo lo que le había pedido. Le puse a Lily en los brazos y ella la acunó contra su pecho de inmediato.

Dulce Tentación | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora