Jennie
Leo y yo nos sentamos en el suelo. Mientras Lily dormía la siesta, tocaba pasar tiempo en familia; no solo él y yo, sino también con Kuku. Las dos noches anteriores, Lisa había vuelto a llegar tarde a casa, aunque esperaba que aquello no se convirtiera en lo habitual. Por el momento, iba a centrarme en Leo, Lily y Kuku. Y lo cierto era que me mantenían lo suficientemente distraída.
El perrito se acercó correteando con una pelota entre los dientes, como hacía siempre que me sentaba en el suelo. Se la quité y lo hice rodar por el suelo. Leo lo observaba todo, curioso. Después de otros dos lanzamientos, le ofrecí la pelota. Él la cogió, la lanzó y sonrió abiertamente al ver que Kuku iba en busca de ella. Lo repetimos todo durante un par de minutos, tras los cuales dejé la pelota a un lado y di unas palmaditas en el suelo, frente a mí. Kuku se acercó con la lengüecita rosada colgándole de forma adorable. Lo acaricié con suavidad, me senté con las piernas cruzadas y le hice un gesto al perro para que se acercara. Él se acurrucó en mi regazo y yo le acaricié las orejas con cuidado, asombrada ante lo sedosa que se sentía esa zona al tacto.
Leo se acercó a nosotros hasta pegar las rodillas a mi muslo. Se notaba lo mucho que quería acariciar a Kuku. Lo observé un rato para ver si ya estaba preparado para que el niño se le acercara más. Durante los últimos días, ya no había tratado de mantenerse alejado de Leo. Ahora se mostraba totalmente relajado y lo miraba con los ojos medio cerrados.
—¿Quieres acariciarlo?
Leo asintió rápidamente.
—Intenta moverte despacito para que se acostumbre a ti, ¿vale?
Otro asentimiento.
—Es tímido. Necesita conocerte y entender que eres su amigo.
Le cogí la mano y la posé en el lomo de Kuku. Él sacudió las orejas con curiosidad y abrió los ojos un poco más. Despacio, moví la mano de Leo por su costado, aunque la mantuve lejos de la cabeza por el momento, pues había leído que a menudo los perros se sentían amenazados si se los tocaba en esa zona. Kuku volvió a cerrar los ojos, disfrutando de las caricias.
—¿Ves? Hay que ir con cuidado. Kuku es pequeñito. No le tires de las orejas ni de la cola, ¿vale?
Leo asintió mientras observaba fascinado su mano sobre el perro.
Yo aparté la mía y dejé que lo acariciase él solo. Tal vez fuéramos por buen camino. Incluso Lisa había dejado de quejarse de Kuku, y Lily a menudo me dejaba consolarla por las noches, cosa que había dado a Lisa la oportunidad de dormir algo más.
Sonreí y sentí una oleada de optimismo.
* * *
Estaba medio dormida cuando Lisa regresó a casa aquella noche. Había pasado una semana desde los asesinatos y los niños y yo apenas le habíamos visto el pelo.
La miré mientras se preparaba para meterse en la cama. Después, se tumbó a mi lado.
—¿Cuándo volverás a casa para cenar?
Lisa me tocó la cadera y me acercó a su cuerpo. Me besó, pero, a pesar de la oleada de calor, me aparté. Nuestra única interacción, aparte de algunos breves intercambios de palabras, había sido el sexo. Ella suspiró.
—El trabajo es importante. Tengo demasiado por hacer. Estoy cansada. Lo único que me apetece al llegar a casa es despejarme, no discutir contigo.
Volvió a besarme y esa vez la aparté, cabreada.
—Me tratas como una niñera y una puta, Lisa. Merezco algo mejor.
—Jamás te trataría como una puta —gruñó—. Eres mi mujer y te deseo. Y, si no recuerdo mal, siempre lo disfrutas.
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Dulce Tentación | Jenlisa G!P
RomanceLisa es una jefa de la mafia que domina con mano de hierro la ciudad de Filadelfia. Cuando su mujer muere y se queda al cuidado de sus dos hijos pequeños, Lisa necesita una nueva esposa que les haga de madre. La elegida es Jennie, una joven adorable...