Capítulo 22

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Jennie

Pasamos nuestras primeras vacaciones de verano juntos en la casa de la playa. Era principios de junio y el sol brillaba con fuerza. El pronóstico del tiempo auguraba varios días sin lluvia. Lisa se había tomado una semana libre, cosa que no la liberaba de tener que regresar en caso de emergencia, pero yo estaba entusiasmada ante la oportunidad de pasar unas vacaciones en familia en la playa.

Le puse a Lily un bikini con volantes y girasoles, unas gafas de sol monísimas y un gorrito de paja. Mi bikini era parecido a excepción de los volantes, pero, aun así, íbamos conjuntadas. Leo llevaba su bañador favorito de Superman.

Lisa en bañador era un regalo para la vista. Llevó a Leo al agua mientras Lily y yo mojábamos los dedos de los pies en el Atlántico. Yo prefería el agua templada, así que no entendía cómo podía gustarles bañarse en el puro frío. Lily era de mi misma opinión, porque chillaba cada vez que las olas le tocaban los deditos. Miró hacia arriba con alegría al levantar los brazos hacia mí.

—Brazos, mami.

Cada vez que me llamaba «mami» me daba un vuelco el corazón. A veces me llamaba Jennie cuando intentaba imitar a Leo, pero le costaba pronunciar mi nombre. Al principio, que ella me llamara mami había confundido a Leo, pero, después de explicarle que yo no estaba intentando reemplazar a su otra madre y que aquello era solo una muestra de lo mucho que los quería y lo mucho que me importaban, pareció estar conforme.

Mientras abrazaba a Lily contra mi pecho, contemplé a Lisa llevar a Leo sobre los hombros. Cualquiera que los viese sabría que eran madre e hijo; no por el parecido físico, sino por cómo se comportaban el uno con el otro. Era precioso. Kuku ladraba como un loco a mi lado, enfadado porque Lisa y Leo no estuvieran a su alcance, pues no le gustaba nada el agua.

—¡Mamá! —llamó Lily, que extendió los brazos.

Lisa salió del agua y dejó a Leo en la arena. Kuku lo inspeccionó como si le preocupara que el mar le hubiera hecho algo. Lisa cogió a Lily en brazos y me dio un beso antes de volver al agua.

Leo correteaba por la orilla y Kuku lo seguía de cerca, todavía ladrando. Le había vuelto a crecer el pelo y ahora era la bolita de pelo más suave y adorable del mundo.

—¡No tan rápido! —les advertí cuando ambos se descontrolaron.

Entonces Leo tropezó y cayó estrepitosamente. Salí corriendo hacia él. Kuku ya le estaba lamiendo la cara. Me arrodillé a su lado. El niño se abrazaba la rodilla y lloraba. Había caído sobre una piedra y sangraba por un corte que se había hecho algo por debajo.

—No pasa nada. Vamos a curarte.

La sombra de Lisa cayó sobre nosotros. Me tendió a Lily y se llevó a Leo a la casa, que logró calmarse en los brazos de su madre.

Afortunadamente, la herida no necesitó puntos. Lisa la limpió y la cubrió con una tirita, sin dejar de hablarle a Leo en voz baja y tranquilizadora.

Leo dejó de llorar. Siempre que estaba con su madre, trataba de comportarse como un niño mayor. Lisa le palmeó la cabeza.

—¿Quieres un polo? —le pregunté.

Él se mordió el labio, bajó la mirada hacia el sofá y arrastró los pies.

—¿Leo? —Me puse en cuclillas frente a él para tratar de averiguar qué le pasaba. Él me sorprendió echándome los bracitos al cuello—. Oye, ¿estás bien?

Lo abracé con fuerza contra mi pecho sin saber por qué necesitaba de repente mi cercanía, pero estaba más que dispuesta a dársela.

—Mami —susurró.

Dulce Tentación | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora