Para echarse el perro da vueltas,
la locura se quita con agua fría
mientras uno sufre el otro goza
y aquí, de la nevera me saqué
una botella de vino templada
la descorché con la punta de un cuchillo
porque con el saca corcho maté a la última.
Y el olor del corcho, exquisito...
ah! mentira! es sólo un corcho
todavía húmedo, pues esta botella
viene directamente de la nevera de un súper
no la he sacado de la bodega
pues allí ya no puedo entrar
desde que le han puesto cerradura de plata
y un trapo blanco en la entrada,
no les he dicho que ese color me espanta.
A pico me la bebí,
dejando el fondo como un lente
con el que se ve mejor la vida,
cuando uno está borracho todo se ve curvado
parece que entrara a un mundo paralelo
donde la magnificencia de uno
a otro le es el ridículo más sublime,
así, lo que es para mí placer
para otro es un largo sueño que ronca
y un rascarse las pelotas.
Así también me he bebido los orgasmos de la vida
duran lo mismo que duró esta botella
que ahora, por ser vacía no sirve
y pasando la borrachera no veo las curvas,
termina estrellada en la pared,
y el ruido, que ruido estruendoso a los vecinos,
que chillido de gaviota a mis oídos
tenue, seco, largo, de profundas ondas
y el pico terminando lamido por un gato
que milagrosamente no se cortó la lengua.
Dalí del Exilio